En todos los seres vivos, la vida señala el camino de su desarrollo, directamente en su biología. Todas las células están animadas por dos movimientos que las avisan a cada momento de si están tomando la buena dirección para realizar su cometido que son dos movimientos base: uno de expansión y otro de contracción.
En el modo de expansión, las células se abren al entorno activando todas las funciones vitales de respiración, nutrición, reproducción y relación. En cuanto se presenta un peligro, la célula pasa al modo contracción o evitación, en el que se contrae sobre sí misma para evitar el peligro.
Cada célula recibe información de lo que puede perjudicar su misión. Los biólogos hablan de un instinto de propósito que dirige a cada ser vivo desde que existe.
El individuo es guiado a lo largo de su vida por diferentes vías: las sensaciones internas; las metáforas de todo tipo que son el idioma del inconsciente; las sincronicidades, las múltiples intervenciones del campo energético.
Cuando el guía habla a través de nuestra biología se expresa así: bienestar para dar luz verde o para darnos el beneplácito a lo que estamos haciendo y sensación de molestia o inquietud para detenernos y cambiar el rumbo de lo que estábamos viviendo.
¡Aprender a reconocer estas señales es tener el mando de la sintonía con la vida! Y utilizarlas conscientemente es aprender a dejarse guiar por otro nivel de conciencia.
La señal sensorial es mi vínculo biológico a algo mayor que me guía.
La sensación interna es el reflejo de una conciencia que nos guía a cada uno, junto con todos.
La presencia de ese movimiento, de mis células es la Presencia en mí, es la mano que “algo” me tiende desde el presente y me orienta hacia el propósito de mi ser, un propósito al servicio de la vida y del universo: estar presente. Estar en Amor.
Nos vamos acompañando.