El rechazo al proyecto de Presupuesto 2022 seguramente no estaba en los planes del Gobierno nacional, al menos no era una posibilidad con mucho margen en la previa de la sesión de la semana pasada. Sin embargo, la nueva conformación del Congreso y el consecuente equilibrio de poder deja a la actual administración sin otra herramienta más que prorrogar el presupuesto actual.
Más allá de la discrecionalidad y el enrarecimiento del clima político y social, a partir del rechazo se le abren al Gobierno tres interrogantes que necesitan de respuestas urgentes.
El primero, aunque no por ello más urgente, es cómo queda la negociación por la deuda con el Fondo Monetario Internacional. El baldazo en Diputados se dio el mismo día en el que el presidente Alberto Fernández mantuvo un encuentro virtual con la titular del organismo crediticio. No se trata cómo queda la imagen de un presidente con presupuesto prorrogado, sino de qué podría llegar a pasar si el acuerdo, antes de firmarse, tenga que pasar por el Congreso tal y como adelantó el mandatario. Los votos ya no son seguros y los debates, a la luz de lo ocurrido en la última sesión, serán más viscerales e ideológicos y no tanto técnicos como se precisa en un acuerdo como el que tramita Argentina.
El segundo interrogante es qué hará, o hasta dónde irá, un Gobierno con presupuesto prorrogado. Queda claro que en los últimos lustros los presupuestos argentinos estaban repletos de inconsistencias y proyecciones incumplibles, pero no deja de ser preocupante andar todo un año con un presupuesto sin limitaciones.
El tercer y último interrogante, el que más incidencia tendrá en el pueblo, es qué pasará con los aumentos de tarifas que estaban implícitos en el proyecto rechazado. Aunque seguramente esto será parte del ajuste fiscal que propone el país para refinanciar el acuerdo que firmó Mauricio Macri.