Señalábamos días atrás en esta misma columna que las inercias inflacionarias y las malas decisiones gubernamentales volvieron a condenar este año a buena parte de los jubilados a vivir por debajo del costo de vida teniendo en cuenta que el IPC de este año rondará el 50% y que los haberes jubilatorios, merced a la nueva movilidad, se movieron por debajo de ese índice durante 2021.
Para colmo de males y mientras surgía ese dilema, se disparaba una nueva desilusión entre los jubilados cuando la vocera presidencial aseguraba que no estaba planteado en la agenda un bono de fin de año para ese sector de la población.
Pues bien, como sucedió a lo largo de todo el año, el Gobierno argentino volvería sobre sus pasos y ahora sí evalúa pagarle un adicional a jubilados y pensionados.
La incongruencia interna se dio en apenas 24 horas, dado que la negativa se planteó el jueves en la voz de la vocera presidencial, Gabriel Cerruti; y la posibilidad de pagarlo surgió el viernes por la noche, en el marco de la inauguración de una nueva oficina de ANSeS, donde la directora ejecutiva Fernanda Raverta, señaló que esa medida “se está evaluando”.
Raverta no se pronunció sobre el monto del eventual bono ni tampoco dio precisiones sobre quiénes cobrarían ese adicional de fin de año, que en años anteriores incluyó a beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo y de otros planes sociales. Pero con el tema ya en agenda y tal y como sucedió con el nuevo régimen del Monotributo y sucederá ahora con la Ley de Alquileres, la marcha atrás con el bono expresa un giro de 180 grados con referencia a la posición inicial.
Lo mismo sucedería con los precios a la luz de los resultados de las políticas oficiales para torcer la escalada inflacionaria.
El fracaso de los acuerdos y los congelamientos ya no se puede ocultar ni acá ni en el exterior. Los índices de este año y los que se proyectan para el que viene son tan contundentes que el Gobierno se puso a trabajar ahora en el diseño de nuevas políticas para 2022.
Recalcular parece ser el mantra de las últimas presidencias que cayeron considerablemente en la dinámica de la prueba y error permanente. El problema es que mientras se sigue probando y errando enormemente el daño al tejido social es cada vez mayor.