En medio de la elección de medio término para la futura composición del Congreso nacional, ayer se cumplieron cuatro años del hundimiento del ARA San Juan, con la pérdida de las vidas de 44 integrantes de la Armada argentina.
Entre ellos, estaban los misioneros Eliana Krawczyk y Jorge Isabelino Ortíz.
La primera obereña y única mujer de la tripulación del submarino, que dejó en su joven vida una marca imborrable de historia en el marco de su carrera en la fuerza.
El segundo, nacido en Posadas pero vecino de Garupá, que se desempeñaba como cabo principal de la Armada.
Las familias de ambos héroes de la tierra colorada, hace cuatro años que esperan que la Justicia determine las responsabilidades que le caben a las autoridades políticas y militares de entonces. Y saber quiénes tomaron decisiones erradas, tardías, que les impiden hoy estar juntos como lo hacían hasta el momento de ese último viaje.
El tiempo sigue pasando, las demoras y los artilugios legales estiran esa Justicia que merecen los 44 héroes para descansar en paz.
La gran mayoría de los argentinos también acompaña ese deseo de pronta respuesta judicial, lejos de los egoísmos de partidos políticos (oficialismo y oposición) que cabildean alrededor de esos familiares para sacar réditos que los ayuden en sus ambiciones de poder.
Esa patrulla eterna que no volvió, donde están esos 44 héroes merece más que nombres de calles, puertos, monumentos y placas conmemorativas que nos permiten mantenerlos vivos en la memoria colectiva.
Merecen que los irresponsables paguen sus culpas y, muy especialmente, que no puedan volver a tener en sus manos el destino de un ser humano más que deba pagar con su vida tanta ineptitud.