Y es que todas las mediciones van en la misma dirección y apuntan a un índice por encima de los tres puntos porcentuales a pesar de los congelamientos de precios. Así las cosas, el costo de vida sigue siendo el principal un dolor de cabeza para la administración central y, al mismo tiempo un drama interminable para la mayoría de los argentinos.
Con estas proyecciones, la inflación en 2021 alcanzaría un promedio de 51,4%, estableciéndose una inercia de precios que ubicaría la de 2022 por encima del 40% en los primeros diez meses del año.
Llama la atención entonces que en su proyecto de Presupuesto para el año por venir, el Gobierno nacional haya estipulado un índice de precios por debajo de ese nivel, aunque luego de haber vaticinado 29% para 2021 ya todo es posible.
A estas alturas y en un contexto de precios congelados, fuerte emisión monetaria, consumo sin despegar y continúa pérdida de poder adquisitivo queda claro que las razones que engrosan los índices inflacionarios no son únicamente los que esgrime el Gobierno.
Con estos niveles de crisis y distorsiones convendría cambiar la dirección y apuntar a bajar el déficit fiscal, reducir la emisión y contar con una política monetaria independiente, entre otras cuestiones.
De hecho, desde Riad, el embajador argentino en Arabia Saudita, Guillermo Nielsen escribía mientras en la Argentina el dólar blue superaba los 202 pesos: “para los que opinan que la emisión monetaria no causa inflación”.
O como advirtió el economista del Damián Di Pace ayer, “será clave que el Gobierno luego de las elecciones se decida a atacar las causas y no los efectos de la inflación”.