A mucha gente le resulta difícil pedir ayuda cuando la necesitan. Algunas personas pueden estar atravesando por problemas serios sin embargo, pueden pasar años antes de que se atrevan a decirle a alguien: “Ayúdame, por favor”.
¿Por qué motivo alguien evita pedir lo que necesita? Podemos pensarlo desde varios lugares. Veamos:
1. No me gusta deberle nada a nadie
La persona piensa que si le pide ayuda a alguien quedará en deuda y, en el fondo, aunque no sea consciente de ello, no le gusta sentir que le debe algo a alguien. Esta podría ser una variable.
2. Tengo miedo de que me digan que no
La persona piensa que, si le pide ayuda a alguien y le dice que no, le va a doler más la respuesta negativa que el hecho de pedir asistencia. Entonces, para evitar una herida en su estima nunca pide ayuda.
3. Yo puedo todo, no necesito nada de nadie
Esta es la razón más frecuente. La persona alberga la creencia que dice que “pedir ayuda es para débiles”. Como resultado, jamás pide que le presten dinero, o que lo acompañen, o que le den un consejo. Se siente omnipotente y va por la vida vestido de Batman o Batichica. La mayoría de las veces, quien actúa así acaba por agotarse.
Una cosa es ser dependiente y vivir pidiendo ayuda y otra, muy diferente, es creerse omnipotente y nunca pedir nada. La actitud sana es ser interdependiente, es decir, saber que tengo fortalezas, pero también sé decir “no sé”, o “me equivoqué”, o “ayúdame que tengo un problema”. Cuando reconocemos nuestras debilidades, nos volvemos fuertes. Y la verdad es que solo la gente segura de sí misma sabe pedir ayuda. En la sociedad en la que vivimos, mucho se habla de dar, pero poco de pedir. Como si estuviera mal hacerlo. Para disfrutar de relaciones interpersonales satisfactorias, deberíamos aprender a pedir lo que deseamos con la misma sencillez con la que damos.
Es importante aclarar que aquel a quien uno le pide algo está en todo su derecho de negarse a dárnoslo. Todos los seres humanos tenemos el derecho tanto de pedir como de negarnos a dar.
Pero, cualesquiera sean nuestras circunstancias actuales, haríamos bien en practicar el hábito de pedir.
¿Y cómo hay que pedir?
Básicamente, con la mayor claridad posible, explicitando lo que quiero o necesito. Así la otra parte sabrá con certeza lo que espero. ¡Cuántos malos entendidos evitaríamos si acostumbráramos pedir de manera sencilla! Pero la realidad es que muchos no saben o no pueden pedir.
Ya sea por vergüenza, miedo, orgullo u omnipotencia o porque nos enseñaron que es mejor dar que recibir, para mantener un equilibrio físico y emocional, tenemos que darnos permiso para pedir toda vez que lo necesitamos. Se requiere valentía y fortaleza para pedir, pero nos recuerda que somos humanos y no lo podemos todo.
Para cuidar nuestra salud, hoy más que nunca, lo más aconsejable es a veces dar y a veces pedir. Demos en la medida de nuestras posibilidades a aquellos que lo necesitan, pero no descuidemos nuestras propias necesidades.