Te pido que me ames. Le pido a la presencia que pasa por ti que me mire.
Te pido también que me dejes amarte, que las barreras que levantaste para el amor se derrumben. ¿Acaso no es la Presencia que nos atraviesa la que lleva el amor?
Al abrimos a ella sin miedo sabremos que estamos protegidos y acompañados. Comprenderemos que es ella también un faro en el camino.
Simplemente cierra los ojos y escucha. Ella está en todo, en el canto de los pájaros, en las hojas que caen, en el viento que atraviesa las copas de los árboles, en el arroyo que sigue y siempre sigue fluyendo, como la vida. Es ella la que nos trae lo que necesitamos para vivir y en el mientras tanto nuestra tarea es cuidarla a nuestro alrededor.
La vida viene de lejos, nos es dada y es menester de cada uno de nosotros servirla y a su debido tiempo ella también nos cuidará y traerá hacia nosotros lo que necesitamos para evolucionar.
Te pido que me ames vida.
Te pido que me mires.
Yo nunca deje de amarte, en cada una de las personas que pasaron por mi entorno, en cada uno de los animales, de las plantas a mí alrededor. Te pido vida que me ames y que me enseñes a amarme llenándome de ti, porque es lo único que todavía tengo que aprender para ser una digna hija de tu amor. Para ser una digna hija de tu creación.
Eres tú quien me creaste a partir de mis padres y mis ancestros y recién hoy puedo sentir tu grandeza que por ser tan inmensa no podía comprenderla.
Ahora abre y habita mi corazón, no sólo para mí, para todo lo que me rodea, porque es el fin último de la existencia, que nos habites y que te compartamos.
Ahora y recién ahora puedo abrirme a tí sin miedo, sin intención y sin juzgar para sentir tu amor.