El 1 de septiembre de 1939, las fuerzas alemanas bombardearon Polonia por tierra y aire, dando inicio formal a la Segunda Guerra Mundial. La invasión alemana fue una muestra de cómo Adolf Hitler quería hacer la guerra: lo que sería la estrategia de “guerra relámpago”.
Ésta se caracterizó desde el principio por intensos bombardeos para destruir la capacidad aérea del enemigo, así como ferrocarriles, líneas de comunicación y municiones, seguidos de una invasión masiva por tierra con un número abrumador de soldados, tanques y artillería.
Una vez que Hitler tuvo una base de operaciones en el país invadido, de inmediato comenzó a establecer fuerzas de “seguridad” para aniquilar a todos los enemigos de su ideología nazi, ya sea por diferencias raciales, religiosas o políticas.
Los campos de concentración para los trabajadores esclavos y el exterminio de civiles iban de la mano con el Gobierno alemán de la nación conquistada.
Un día después de la invasión alemana a Polonia, Hitler ya estaba creando regimientos SS para aterrorizar a la población.
Dos días después, el 3 de septiembre a las 11 de la mañana, Gran Bretaña le declaraba oficialmente la guerra a Alemania. Era el inicio de casi cinco años de terror a nivel planetario.