Transformar los sistemas agroalimentarios de América Latina desde un enfoque sostenible es el camino para paliar el hambre en la región, que en 2020 alcanzó al 9,1% de la población por la pandemia, indicó la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
“El desafío central es transformar los sistemas agroalimentarios construyendo ecuaciones sostenibles que combinen prosperidad económica, huella ambiental y climática, inclusión social y salud humana”, afirmó este jueves Julio Berdegué, el representante regional del organismo.
En su último reporte, que analiza el impacto del COVID-19 en la alimentación, la FAO apunta a que en 2020 se ampliaron las brechas que ya existían sobre disponibilidad, acceso y uso de alimentos y se puso “una presión sin precedentes sobre los sistemas alimentarios de la región”.
Alimentos menos nutritivos y más baratos
La pandemia, que provocó una caída del PIB regional del 6,8% -la mayor recesión en 120 años-, elevó el número de personas que pasan hambre de 47,7 a 61,7 millones (el 9,1% de sus más de 600 millones de habitantes).
“La falta de empleo e ingresos y la disrupción de programas clave como la alimentación escolar empujaron al consumo de elementos más baratos y menos nutritivos o derechamente, conducen a no satisfacer las necesidades alimentarias”, detalló el organismo.
Con 42,8 millones de infectados y 1,4 millones de fallecidos por el COVID-19, América Latina es una de las regiones más afectadas en términos sanitarios y económicos por la pandemia, con Brasil, México, Perú y Colombia entre los diez países más perjudicados del mundo.
En paralelo, la tasa de pobreza alcanzó el 33,7% de la población y la tasa de pobreza extrema se situó en 12,5%, según datos de la CEPAL, el brazo económico de la ONU en la región, explicó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
El camino a la transformación
Según el reporte de la FAO, para transformar la cadena alimentaria y frenar el hambre es necesario “rediseñar las políticas públicas” para incentivar transformaciones que promuevan la seguridad, la nutrición y el desarrollo de sistemas inclusivos.
“En 10 o 20 años, los sistemas agroalimentarios serán marcadamente diferentes. Este es un proceso donde los ganadores serán los que tengan mayor capacidad de innovación”, añadió Berdegué.
Las nuevas tecnologías tendrán un rol central y “supondrán una promesa para sectores como la producción agropecuaria, el manejo de ecosistemas, el procesamiento, transporte y almacenamiento de alimentos, las fuentes de energía, y la salud”.
También será necesaria la innovación en la financiación para que las inversiones guíen la creación de sistemas agroalimentarios sostenibles en lo ambiental, que generen ingresos y empleos decentes, agregó el informe.
Pese a todo, indicó la FAO, el año pasado también implicó el incremento de la preparación de alimentos en el hogar, el desarrollo de las ventas en línea y el aumento de la demanda de productos frescos y nutritivos, que “suponen un inmenso espacio para impulsar cambios hacia la sostenibilidad”.
Nueva reunión en 2022 en Quito
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el Gobierno de Ecuador firmaron el abril un acuerdo para la celebración de la Conferencia Regional de 2022 en el país andino.
El encuentro reunirá a los ministros de Agricultura y altos funcionarios de los 33 países miembro de la FAO en América Latina y el Caribe, con actores del sector privado, la sociedad civil, la academia y a otros miembros del sistema de Naciones Unidas.
Sobrepeso
En paralelo al aumento del hambre, y sin dar cifras concretas, la FAO apuntó a que la pandemia también ha agravado los indicadores de malnutrición, tanto la obesidad como la desnutrición crónica, un índice que había logrado reducirse del 22% al 9% en las últimas tres décadas.
El COVID-19 propició la falta de acciones diseñadas a abordar las causas del sobrepeso infantil, que en 2019 aumentó del 6,2% al 7,5% -situándose por encima del promedio mundial de 5,6%-, denunció el informe.
Además, la obesidad, que afectaba a 12 millones de niños antes de la pandemia (el 15%), es especialmente alarmante ahora dado que esta condición aumenta el riesgo de contraer COVID-19 y de morir, explicó el organismo.
Asimismo, la FAO destacó que, tal y como ocurre con otros indicadores socioeconómicos, la inseguridad alimentaria afecta en mayor medida a las mujeres, del 32,4%, frente al 25,7% de los hombres.
“Millones de personas han debido de transicionar a peores dietas, están condenados a enfermarse y vivir vidas menos plenas. Debemos de cambiar y no quedarnos atrás para que una buena dieta no sea un lujo en la región”, concluyó Berdegué.
Fuente: Medios Digitales