El día que yo me vaya no lloren mi partida reúnanse en casa, pónganse sus ropas más lindas, coman algo sabroso y acuérdense de mí.
El día que yo me vaya siéntense todos juntos en el sillón del living como siempre, acaricien a mis perros, rieguen mis plantas porque yo seguiré allí.
El día que yo me vaya no me lloren, no me aten, recuérdenme sonriendo, siempre estaré a su lado cuidándolos en silencio. ¡Por favor!, no se aten.
No se aten con promesas, no se aten con lealtades, no se aten sin sentido. Vuelen libres igual que yo.
Yo seguiré viviendo en cada uno de ustedes.
Yo seguiré sonriendo con sus sonrisas.
Yo seguiré siempre a su lado en sus recuerdos, en su corazón.
Porque nada se destruye, los lazos de amor perduran en el tiempo.
Los recuerdos nos acercan, las sonrisas nos entibian el corazón. Ya no habrá amarguras ni tristezas, tampoco desacuerdos porque al final, ¡yo lo sé!: “Todos somos uno” y en algún momento nos volveremos a encontrar de otra forma, en otro tiempo, con otros nombres, pero siempre sintiendo ese amor que aquí fuimos capaces de dar.
Eso no se olvida, el alma lo recuerda se lo lleva a otra vida, y es y será el impulso que nos vuelva a ¡reunir! Siempre, siempre al tiempo del Amor que es el único tiempo que cuenta, el tiempo del alma que se mide en calidad de vida, amor y luz.
Cuando ya no esté por favor, reúnanse en mi nombre a disfrutarse y ser felices, así esté donde esté yo los sentiré.