La inflación de mayo fue de 3,3% y sí, fue menor a la esperada por las consultoras privadas… pero por apenas 0,2%.
Y sin embargo ese sea quizás el mayor triunfo dialéctico y, al mismo tiempo, aparente del Gobierno nacional. Porque pareciera que si la inflación no es superior a los 3,5 puntos porcentuales, entonces es baja. Pero veamos un poco el contexto inflacionario de mayo en la región exceptuando a Venezuela 19,6%, un caso de estudio en sí mismo.
Argentina 3,3%, Colombia 1%, Brasil 0,83%, Paraguay 0,6%, Uruguay 0,46%, Chile 0,3%, Perú 0,22%, Ecuador 0,08%, Bolivia 0,16%. Con los datos de mayo, la inflación promedio acumulada de los últimos doce meses entre los ocho países seleccionados, exceptuando a Venezuela, fue del 3,3%, idéntica a la que la Argentina tuvo el mes pasado e incluso inferior a la que supo tener todos los meses anteriores desde que comenzó el año.
Es decir, el Gobierno intenta transmitir una desaceleración de los precios que técnicamente existió, pero omite advertir que el ritmo inflacionario se mantiene alto y muy por encima de las metas oficiales… las viejas (el 29% proyectado en diciembre de 2020) y las nuevas (33% proyectado la semana pasada).
Sin ir más lejos y tras el 3,3% de mayo, la inflación interanual que recorre a todo el gobierno actual es del 48,8%, mientras que la acumulada en 2021 llega al 21,5%, casi ocho puntos por debajo de la meta propuesta para todo el año en curso.
De acá hasta las elecciones primarias quedan por lo menos tres meses y luego dos más hasta las generales. La inercia inflacionaria todavía es muy elevada como para precisar si el tiempo de aquí a las elecciones será el suficiente para desacelerar la dinámica de los precios y llegar con aire.
Una vez más, el problema no es sólo el (mal) manejo de la estructura económica, sino también la venta de expectativas.