La vida de San Antonio de Padua fue muy corta, pero intensa y generosa. Nació hace más de 800 años y vivió sólo 35. Fue el profeta del siglo XIII.
Muchísimo tiempo ha pasado pero su testimonio sigue siendo una respuesta concreta a la vida de muchos fieles. Fue y es popular, querido y admirado por el pueblo, sobre todo por los pobres y débiles al punto de que se lo considera “el Santo de casi todo”.
Según se narra, cuando San Antonio llegaba a un pueblo, los negocios cerraban para que patrones, empleados y clientes pudieran escucharlo, y como las iglesias estaban repletas debía predicar en las plazas.
Evangelio y caridad fueron los grandes temas de su predicación. Se cuenta que sabía de memoria las Sagradas Escrituras y que vivió el Evangelio de Cristo en su vida diaria, predicando con pasión y perfección. Lo hizo con el verdadero fervor de un Santo.
Los predilectos de San Antonio fueron los pobres, los enfermos, los indefensos, los encarcelados, los deudores, todos aquellos que sufrían en el alma y en el cuerpo.

Nació en Lisboa (Portugal) en 1195, pero desarrolló su ministerio en Italia. Atraído por la vida de los primeros franciscanos, pidió el hábito de San Francisco. El “Poverello” de Asís lo distinguió con su predilección y lo llamaba “su obispo”.
Fue uno de los predicadores más admirables de su siglo y un destacado profesor de Teología.
Un año antes de su muerte se fue a la ciudad de Padua (Italia), en donde murió a los 35 años el viernes 13 de junio de 1231. Dicen que lo hizo cantando, porque hizo de su vida un servicio de amor a Dios y a sus hermanos.
Fue canonizado por el papa Gregorio IX al año siguiente de su muerte, constituyendo de esa manera una rara excepción a la costumbre de la Iglesia de esperar largo tiempo antes de la canonización.
San Antonio de Padua es uno de los santos más populares del mundo cristiano y patrono de ciudades de la región como Oberá, Gobernador Virasoro y la localidad que lleva su nombre en el Nordeste misionero.