Veo en cada uno de nosotros una luz encendida que nos ilumina. Esa luz está adentro nuestro. Cuando tomamos conciencia de nuestra vida, del regalo que significa estar vivos, que somos una creación, un ser, esta luz se magnifica, empezamos a reconocernos, a bucear adentro nuestro, nos podemos ver, comenzamos a iluminarnos y nos ayuda a iluminar a ¡otros!
Esta luz si no la cuidamos se desgasta, se va apagando cuando aparecen en nuestra vida los sufrimientos, el dolor, los miedos y tristezas propios de la existencia humana. A esta luz si no la alimentamos se apaga hasta dejarnos en la oscuridad.
Es en esos momentos en los que creemos que nada podemos hacer, pareciera que nuestra alma perdió el rumbo.
Pero justamente ahí es donde necesitamos buscar otra luz que nos ilumine, la de un hermano que nos de fuerzas. En un mundo de guerras y conflictos somos nosotros los que generaremos cambios, ayudándonos, iluminándonos unos a otros para poder conectar con la vida, con el agradecimiento y así esa luz comenzará a surgir de a poco, por ahí no muy fuerte, pero ya nos permitirá ver un poco más.
Hoy nos toca vivir momentos de mucha oscuridad, pesimismo, negatividad, quejas son lo que más escuchamos a diario, pareciera que hemos perdido el rumbo sin embargo en cualquier situación y sin darnos cuenta, a veces con una mirada, una palabra, un gesto podemos ser la luz que alguien necesita.
Por eso San Francisco de Asís dijo: “toda la oscuridad en el mundo no puede apagar la luz de una sola vela que se enciende”.
Nosotros somos esa vela encendida que puede iluminar el camino de la vida. A veces iluminamos, a veces nos iluminan.
Hoy los invito a respirar y sentir esa luz adentro nuestro, ¿cómo está? Está encendida o ¿apagada? ¿Puedo sentir el calor de la luz que genera en mí?
Preguntas para auto observarnos, nunca para juzgarnos, recordemos que estamos aprendiendo así que ¡a tenernos mucha paciencia!
Que Dios los bendiga.