La reciente admisión de responsabilidad hecha por el presidente Alberto Fernández acerca de la escalada de precios no lo excusa del problema que, a la par de sus explicaciones, crece a ritmo vertiginoso complicando la economía de millones de familias argentinas.
El drama inflacionario excede el universo político al que intentó llevarlo el mandatario cuando habló de promesas cumplidas y las que quedaron en el haber. Resolver el problema de los precios requiere de un plan consistente, una proyección realista y una hoja de ruta creíble. Porque está visto que los controles, así como los piensan no sólo no dan resultados, sino que traccionar la inflación al alza.
Y el drama se acrecienta desde el mismo momento en el que uno de los rubros que encabezan la escalda es el de los alimentos, que en este caso mantuvieron su aceleración durante mayo. La inercia fue tal que algunos artículos llegaron a trepar más del 15% durante el mes pasado.
De acuerdo a un reciente trabajo de la consultora Focus Market en promedio, el rubro en cuestión, tuvo un incremento del 4,3% durante mayo.
“La gran preocupación sigue dada porque hoy un Salario Mínimo Vital y Móvil es de 24.408 pesos, y la Canasta Básica Alimentaria es de 26.667 pesos. Cada vez que llega un nuevo tramo de ajuste del salario, el terreno ganado respecto del poder adquisitivo es perdido inmediatamente por el incremento de precios en el mercado”, advirtió la consultora que se especializa en medición de precios.
Cuando la distancia entre la práctica política y las góndolas de los supermercados y los almacenes es tan grosera, se acrecienta la apatía de la sociedad hacia sus gobernantes. Que sigan prometiendo que el salario le ganará a la inflación cuando no pueden controlar los precios de los alimentos es, cuanto menos, inconsistente.