Cuando inicio mis talleres doy espacio para contar cómo nos estamos sintiendo, ahí en ese momento siento y escucho el mal estar que traemos encima, no solo se nota en la energía que tiene la persona sino también en el tono de voz, en su postura, la tensión hace eso, nos deja rígidos y duros, no podemos expresarnos, ni ser nosotros mismos.
Al ir desarrollando el taller voy notando cómo el cuerpo empieza a relajarse a través de los juegos y el movimiento, aparece la sonrisa, nos distendemos y comenzamos a disfrutar.
Creo que algunos de los conflictos que tenemos con los otros es a causa de nuestra tensión corporal y mental que vamos juntando diariamente, no porque la tensión nos haga tener problemas sino que hace que reaccionemos de una forma inadecuada generando problemas con el otro y cuando nos liberamos de eso con actividades que nos generan placer ahí es donde podemos escuchar de otra forma, hablar de otra forma y por lo tanto interactuamos con el otro de una manera más pacífica. No quiere decir estar de acuerdo o cambiar la forma de pensar solamente que la forma de comunicar lo que siento y pienso será diferente, de una manera más distendida, sin carga.
Después de hacer algo que nos genera placer muy pocas veces queremos contestar ante un enojo, somos pacientes, un cuerpo y mente relajados no quieren conflictos.
La tensión genera estrés y el estrés nos hace estar a la defensiva, cuando aprendemos a relajarnos con la técnica que sea, sentimos placer al sentir nuestro cuerpo liviano, cómodo y lo que queremos es estar ¡lejos de los problemas!
Hoy podemos sentir nuestro cuerpo ¿cómo está? ¿Tenso, rígido, dolorido por las contracturas ¿Solemos notar cómo la tensión y el cansancio nos ponen impacientes?
¿Nos damos ese tiempo de escucha y registro corporal?
Hoy podemos regalarnos eso, un momento de silencio inhalando y exhalando profundamente, soltar todo, sentir nuestro cuerpo que está ahí esperando ser escuchado. ¿Qué me pide hoy? Me regalo eso que me pide hoy y lo ¡agradezco!
Que Dios los bendiga.