Luego del Cruce de los Andes por parte del ejército sanmartiniano, y de la batalla de Chacabuco, los criollos pudieron entrar a Santiago, y los realistas se refugiaron en el sur de Chile, sobre todo en Concepción y Talcahuano, bajo el mando del coronel José Ordóñez, intendente de Concepción.
Enterado San Martín de que los españoles recibirían refuerzos, los que estuvieron al mando de Osorio, dio orden a O’Higgins de que se uniera a sus fuerzas, en el norte.
El general Osorio arribó en enero de 1818, y se dirigió por tierra hacia el norte para perseguir a los independentistas, pero éstos, con sus fuerzas unificadas, lo obligaron a retroceder hacia las afueras de Talca.
En ese lugar, los españoles, con mucho menos hombres (4.600 frente a 7.600 de las tropas de San Martín) planearon un ataque nocturno y sorpresivo que les valió la victoria de Cancha Rayada.
La derrota de Cancha Rayada obligó a San Martín a replantearse la estrategia. El mando de las tropas fue encomendado a Las Heras, quien había demostrado valor y audacia en Cancha Rayada, salvando a la mitad de su tropa. En diez días el ejército ya estaba reorganizado para la defensa de Santiago.
Cerrando el camino hacia Santiago, San Martín ubicó sus fuerzas en Maipú, que a su vez, implicaba un escollo en la ruta a Valparaíso. El 4 de abril, Osorio, acampó muy cerca de las tropas criollas, en la hacienda de Espejo.
La batalla tuvo lugar el 5 de abril de 1818. Los españoles perdieron 2.000 hombres y 3.000 fueron hechos prisioneros. Los patriotas perdieron 1.000 soldados.
O’Higgins y San Martín se abrazaron luego de la contienda, donde el general chileno exclamó: “Gloria al Salvador de Chile”.
Luego del triunfo de Maipú, que aseguró la libertad para Chile, San Martín volvió a Buenos Aires para solicitar contribuciones. Osorio se dirigió al frente de su diezmada tropa hacia Perú, para impedir el plan independentista.