EI 11 de febrero de 1817, el Ejército realista toma posición en la cuesta de Chacuaco, y su general en jefe Rafael Maroto establece allí el Cuartel General. Sabe que sus fuerzas (3.000 hombres en total) son inferiores en número a las de San Martín, que alcanzan a 3.600. Pero confía en que obtendrá la ventaja de la posición dominando la cresta del cerro, operación que se propone iniciar al día siguiente; al mismo tiempo, pide al Gobernador Marcó que le envíe refuerzos.
Ese mismo día convoca San Martín una junta de guerra y fija el plan para la próxima batalla. Es imprescindible disponer todo para que la operación de ataque a la cuesta se inicie a la medianoche. La marcha debe realizarse por las dos vías de acceso. Una de ellas, más corta pero muy escabrosa, es la llamada de la cuesta vieja, qué se abre hacia la izquierda; la otra, de la cuesta nueva, es menos empinada pero da un largo rodeo.
La columna del coronel Miguel Estanislao Soler debe avanzar por esta última, con 2.100 hombres; O’Higgins, con 1.500 hombres, tiene por objetivo amagar el frente de los realistas a través de la cuesta vieja y mantenerlos amenazados, sin comprometer una acción decisiva hasta que la columna de Soler haya completado su itinerario y pueda atacar a Maroto por el flanco izquierdo y la retaguardia; así el ataque simultáneo asegurará la victoria.
Una luna brillante ilumina esa media noche la Cordillera. Los soldados de San Martín han sido aprovisionados con setenta cartuchos cada uno, y esperan ansiosos la voz de marcha que se da a las dos de la mañana del 12 de febrero. Mientras cada columna patriota cumple su cometido, Maroto dispone que sus tropas se acordonen sobre la cuesta vieja, para posibilitar a la mañana siguiente el despliegue de su ejército sobre la cumbre, a 1.280 metros de altura, desde donde se domina el paso.
La marcha de la división Soler es silenciosa y puede realizarse con cierta facilidad porque una sucesión de cerrillos impide la observación desde la cumbre. La de O’Higgins, en cambio, debe atacar el frente trepando la abrupta senda que los realistas tienen vigilada y ocupada en parte.
Las partidas avanzadas de ambos ejércitos se traban enseguida en lucha sobre el acceso de la cuesta vieja, cuando aparece la columna de O’Higginstocando a ataque.
La vanguardia de Maroto debe replegarse en confuso movimiento y las fuerzas acordonadas en la cumbre se ven obligadas a abandonar esas posiciones. El amanecer lIega con óptimas perspectivas para los patriotas, que celebran con dianas de gloria la ocupación de la cresta del cerro.
El jefe realista, ante el sorpresivo ataque, consolida apresuradamente su posición y tiende la línea de batalla en forma tal que quedan guarnecidas las entradas de las dos cuestas, mientras sus tropas se organizan en una planicie convenientemente defendida por accidentes naturales.
Ante el repliegue de la vanguardia realista, O’Higgins avisa a San Martín y pide autorización para perseguir a los fugitivos y evitar que se reúnan con el grueso de Maroto. San Martín lo autoriza para seguir la persecución, pero le recomienda muy
especialmente que no comprometa una acción con las fuerzas enemigas hasta la llegada de Soler.
En razón de ello avanza. O’Higgins con su División y a poco se empeña en un combate
formal entre la División del general chileno, que se ha dejado llevar por el entusiasmo, y el ejército realista. La situación se torna crítica, pues las fragosidades del terreno impiden que O’Higgins pueda retroceder y al mismo tiempo resulta suicida mantener la lucha en esas condiciones.
En un rasgo de temerario heroísmo, el chileno ordena a su división: “Soldados! Vivir con honor o morir con gloria! El valiente siga! Columnas: a la carga”.
Mientras los Granaderos de Zapiola se lanzan sobre los flancos enemigos, los batallones de Infantería avanzan sobre los realistas, apoyados por escasa artillería. La resistencia de Maroto pone en grave peligro a los atacantes, que deben vencer un cerrado fuego y sufren considerables bajas.
Desde su puesto de observación, San Martín advierte el peligro y manda a su ayudante José Antonio Alvarez Condarco con el siguiente mensaje: “Corra, y diga a Soler que cargue lo antes posible sobre el flanco enemigo”; y sin esperar más ordena a su escolta que lo siga y enfila su caballo hacia el campo de batalla, al que llega cuando por el otro flanco aparece la vanguardia de Soler.
La lucha se generaliza y queda entonces decidida, en poco tiempo los realistas deben rendirse,después de dejar en el campo 500 hombres contra 12 de parte de los patriotas.
La derrota es total.
La acción de Chacabuco fue el inicio de la campaña que culminaría años después con la libertad de Chile, Perú y Ecuador además de haber asegurado la de la futura República Argentina.