En las lecciones anteriores Mataji Indra Devi nos proponía encontrar momentos de silencio en un lugar tranquilo a fin de practicar la concentración en las posturas de Yoga armonizadas con la respiración y la relajación, lo que nos puede proporcionar el bienestar y la paz mental necesarios para que podamos sentir una conexión profunda y consciente con el silencio interno, disfrutarlo y aproximarnos a la experiencia de la meditación.
Citando estas palabras de Krishnamurti: “La conciencia es la observación silenciosa y objetiva de lo que es”, Mataji nos decía: “La conciencia que se produce en la soledad y en la meditación nos proporciona una comprensión nueva y distinta de la vida”. Y agregaba; “Ud. también puede si dedica a la reflexión una tarde o una noche tranquila, encontrarse con que de pronto puede mirar a las profundidades de la ‘cámara interior’ y contemplarse a la verdadera luz, tal cual es”.
Pero “para poder meditar primero tenemos que desarrollar la capacidad de concentrarnos, de aquietar y estabilizar nuestra mente”, advertía la Maestra, reiterando que “la primera etapa para conseguir la concentración es la práctica de las posturas de Yoga, de la respiración profunda y de la relajación”, que podemos complementar destinando cinco o diez minutos diarios a la práctica de la concentración en la respiración rítmica, porque como decía drásticamente Swami Paramananda: “Quien no controla debidamente su cuerpo no puede hacer buen uso de su mente, no logra concentrarse jamás y mucho menos meditar. Quien no tiene dominio sobre su organismo físico no es posible que llegue a la conciencia espiritual; de aquí la necesidad de practicar las posturas”.
Mataji completaba esta idea expresando que como nuestra mente está en un perpetuo estado de inquietud y movimiento, no lograremos calmarla sin antes habernos instruido y adiestrado en el arte del Yoga.
Porque si se le pidiera a una persona carente de esta experiencia que se concentrarse solamente cinco minutos sobre un determinado objeto, probablemente sus pensamientos comenzarían a volar y disiparse al cabo de los primeros segundos.
Entonces nos aquietamos, relajadamente nos concentramos en el ritmo y profundidad de la respiración, conscientes de nosotros mismos ahora, conscientes del todo. Namasté