Y ya lo decía varias décadas atrás, en el mundo de hoy sus enseñanzas tienen plena vigencia, sobre todo al indicar que las tensiones neuromusculares –si no se deben a enfermedades nerviosas o musculares- generalmente “son reacciones del cuerpo a las impresiones de la mente”, originadas “en los pensamientos conscientes o inconscientes dictados en su mayor parte por distintos tipos de miedo”.
La Maestra nos recordaba también que el ser humano se ha venido esforzando desde antiguo por escapar a este dilema, intentando diversas formas de evasión. “Ahora bien, como no puede escaparse de sí mismo ni tampoco olvidarse, ¿no sería la manera más lógica de reaccionar al trance en que se encuentra el penetrar dentro de sí mismo, buscar su propio ser y hallar así la solución a su problema torturante? Por extraño que parezca, éste es el único remedio que rara vez busca la humanidad, a excepción de unos cuantos casos individuales”. Sí Maestra y es cuestión de aprender a relajarse.
A propósito, Mataji citaba varias publicaciones que proponían el Yoga como remedio para los efectos del exceso de trabajo, de tensión, de agotamiento y de preocupaciones, sumados a los excesos en las comidas, la bebida y el tabaco, destacando la gravedad de la tensión excesiva sumada al miedo y a las ideas equivocadas de la vida.
Y aquí ponía de relieve la antigua prescripción de los maestros de la India: la relajación, junto con las posturas y los ejercicios respiratorios diarios, para relajar el cuerpo y la mente a fin de conservar la juventud y la salud, por medio de liberar la mente de preocupaciones y el organismo de tensión, como uno de los principios fundamentales e imprescindibles del Yoga.
Entonces, luego de haber aflojado todas las partes del cuerpo nos quedamos inmóviles, ingrávidos, respirando profundamente, como decía la Maestra, y “¡qué grato resulta sentirse así de sutil, así de libre y feliz vaciando la mente de pensamientos, completamente relajado, quieto, manso y tranquilo”. Namasté.