La maestra consideraba dicha actitud como una regla fundamental y así nos aconsejaba: “Aparte de que jamás hay que comer precipitadamente, es de vital importancia que la operación de alimentarse se haga con alegría, a gusto, con compañía agradable y en circunstancias placenteras, porque el alimento que se ingiere en un momento de cólera, de mal humor o de nerviosidad produce un estado tóxico en el organismo”, entonces ante semejantes condiciones psicológicas debemos dejar la comida a un lado y esperar a que se serene el ánimo.
Mataji insistía en que es vital procurar “que la hora de la comida se deslice armoniosamente, evitando conversaciones molestas”. Más bien, con el rostro sonriente “bendiga su comida y goce de ella”. Con ese propósito, “jamás deben llevarse a la mesa ni comunicarse inmediatamente antes de las comidas las noticias desagradables, porque con ello se trastorna no sólo la digestión sino todo el organismo”. Consideremos que estos valiosos consejos de la maestra han sido publicados unas cuantas décadas atrás. Hoy abundan las recomendaciones profesionales al respecto, sobre todo porque contamos con múltiples medios de distracción que no siempre aportan noticias o imágenes tranquilizadoras.
Por eso queremos hacer mención de un artículo que leímos en Primera Edición del 18 de enero pasado, en el que la nutricionista del Hospital Madariaga Juliana Esquivel recomienda que a la hora de comer es muy importante crear un ambiente agradable y relajado, evitando situaciones de estrés y distracciones como la televisión y los celulares, para favorecer una buena digestión. La citada profesional también aconseja comer la cantidad adecuada de alimentos en bocados pequeños, lentamente, masticando bien antes de tragar y acompañando con agua, así como disponer horarios fijos para las comidas principales y dedicar a cada una el tiempo necesario.
¡Gracias, gracias, gracias!
Y no olvidemos que a la hora de comer tenemos que decirnos “ahora estoy comiendo”. Namasté.