A veces pensamos que la vida no tendrá mayores sorpresas, que los momentos verdaderamente duros ya los hemos pasado o falta mucho, que la muerte está lejos porque todavía no somos tan grandes, como si hubiera una edad establecida para morir y sin darnos cuenta actuamos como si fuéramos eternos. Pero ¿qué pasaría si por alguna razón inesperada, de golpe nos fuéramos de este mundo? ¿Dijimos a nuestros seres queridos todo lo que queríamos decirles? ¿Les demostramos nuestro afecto? ¿Dejamos a nuestros hijos las herramientas necesarias para que puedan arreglarse cuando ya no estemos? ¿Hemos tenido con ellos las charlas que soñamos tener?
Los vientos de tormenta son esas situaciones difíciles e inesperadas que a veces llegan a nuestra vida. Puede ser una enfermedad grave, la muerte de un ser querido o la propia, no importa cuál sea, sentimos que no estamos preparados, nos sorprenden y nuestra primera reacción es sentir temor: ¿qué haremos ahora? ¿Cómo podremos llevar adelante esta situación?
Pero estos vientos llegan a nosotros con un propósito: intentan despertarnos a la vida, recordarnos que no somos eternos, que vinimos a este mundo para aprender y ser felices, y nos obligan a mirar si estamos en ese camino, si somos lo que queremos ser, si hicimos o dijimos todo lo que sentíamos, si vivimos nuestra vida al máximo potencial, si disfrutamos de las pequeñas grandes cosas como un atardecer en el río, el ruido del mar, el sabor de un rico mate a la mañana, una mirada cómplice, un abrazo largo.
Detenernos a saborear cada instante, permitirnos sentir y dejar salir todo lo que somos sorprendiéndonos a nosotros mismos, estar abiertos para ver esos detalles que están por todos lados y vivir cada minuto de nuestra vida.
Todos tenemos una voz interior que clama por disfrutar, compartir, saborear el momento, animarnos a ser quienes somos, no tener temas pendientes. Arriesgarnos, amar, enseñar, en definitiva, vivir cada segundo, pero muchas veces posponemos estos momentos diciendo mañana o pasado como si fuéramos dueños de nuestra vida y no lo somos.
Todos sabemos que vinimos a este mundo por un tiempo determinado, pero nadie sabe hasta cuándo, sin embargo actuamos como si lo importante pudiera esperar y la realidad es que lo importante debería ser lo prioritario y cuidar que no nos gane la locura de correr sin sentido.
Muchas veces esperamos para empezar un proyecto que todo esté perfecto, que cada detalle esté contemplado sin errores, tener los máximos conocimientos sobre el tema y como nunca sentimos que llegamos a ese grado de perfección, no lanzamos el proyecto y es un gran error. Cuando tenemos un sueño que hemos transformado en proyecto, debemos animarnos a ponerlo en práctica, en el camino podremos ir aprendiendo, corrigiendo o puliendo la idea, pero no nos iremos de este mundo sin haberlo intentado.
Los vientos de tormenta son una invitación a no perdernos lo que de verdad nos importa, a pasar por esta vida sintiendo en la piel cada momento, a no tener temas pendientes y a descubrir que siempre hay otra manera de ver las cosas, a veces necesitamos un pequeño sacudón que nos ayude a descubrirla.
Ellos aparecen sólo para recordarnos que no somos eternos, que la vida es un regalo, que está en nosotros elegir y que hay más opciones de las que podemos ver a simple vista. Es una invitación a celebrar la vida, a no dejar lo importante para mañana porque la vida es HOY y este momento presente es el que tenemos.