El 10 de enero de 1957, murió en Nueva York (Estados Unidos) Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, conocida por su seudónimo Gabriela Mistral.
Nacida el 7 de abril de 1889, su prolífica obra literaria le valió el Premio Nobel de Literatura en el año 1945, siendo la primera latina en obtener este galardón, y seis años más tarde, alcanzó el Premio Nacional de Literatura en su país natal.
Redactora en sus inicios de periódicos locales, narradora y poetisa de gran habilidad para crear versos, el entorno rural en el que creció en la región de Coquimbo, dejaron impronta en su forma de expresarse y en su relación con la naturaleza.
Diplomática que se desempeñó como cónsul en Brasil, su obra es considerada como de las más destacadas en la historia mundial literaria.
Mujer polifacética, su legado pervive a 63 años de su muerte, pues se desempeñó en áreas como la educación, el activismo social y hasta la música, pues escribió diferentes canciones para niños, destacándose “Dame la mano”.
Adelantada a sus tiempos, la poetisa escribió incansablemente sobre los profesores, el magisterio y la educación en general. Para ella, los maestros debían siempre “mostrar las bellezas y miserias de su escuela, para crear lenta pero seguramente, la simpatía de la ciudad hacia ella, ya que solo conocer conduce a amar”.
Con la premisa de que siempre se debía enseñar, tanto en el patio y en la calle como en la sala de clase, Mistral puso en marcha las escuelas al aire libre, un método que llevó a cabo en Chile y en México.
Lucha por la igualdad
Defensora de los derechos de la mujer, los niños, y los indígenas, según los especialistas, con Mistral nacía una activista social que pertenece junto a la escultora boliviana Marina Núñez del Prado, la pintora mexicana Frida Kahlo y la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou, a una generación de artistas latinoamericanas imprescindibles en la reivindicación de los derechos de la mujer en la región.
Escribió en una ocasión: “!Más porvenir para la mujer, más ayuda! (…) Búsquesele todos los medios para que pueda vivir sin mendigar la protección. Y habrán así menos degradadas (…) Hágasele amar la ciencia más que a las joyas y las sedas (…) Y se alzará con toda su altivez y su majestad”.