Bajo condiciones normales, 2020 era el año consagrado a corregir los desfasajes y encarrilar el rumbo para cortar con el proceso recesivo en el que cayó el país en el último lustro. Pero el surgimiento de la pandemia, más los errores no forzados de la política profundizaron los desequilibrios macroeconómicos que este año serán muy difíciles de subsanar.
El tibio nivel de recuperación que viene mostrando la economía en las últimas semanas, de la mano de la reapertura posaislamiento y de los precios de la soja, además de otros factores de menor rango, son efímeros y lo que hay por delante complica enormemente las chances de recomponer la estructura económica argentina.
Por un lado, la propia recuperación traerá consigo mayor demanda de divisas y por tanto el desequilibrio en el mercado de monedas. La “pax cambiaria” en el tramo final del año comenzó a revertirse en la última semana tras el pago de los aguinaldos y la gente salió, una vez más, a refugiarse en la moneda estadounidense. La oferta en el mercado informal está muy restringida y, pasadas las necesidades de pesos de comienzo del mes, la demanda impulsó a la cotización.
Pero el otro factor de peso que complica el horizonte pensando en una recuperación es la política frente a un año de elecciones legislativas. El explosivo escenario de cara a la contienda electoral con una monumental crisis económica de fondo genera un combo más que complejo para la macroeconomía argentina.
Además, habrá que tener en cuenta la evolución de la pandemia y el rumbo que tome la campaña de vacunación que, en esta parte del mundo, es todo un dilema. Aún no sabemos cuándo, cómo, quiénes ni qué vacuna.
Como se advierte, son muchas las vulnerabilidades que asoman en el frente como para sugerir abiertamente que “dimos pasos fundamentales para generar condiciones de mayor previsibilidad”, tal y como expresó recientemente el ministro de Economía Martín Guzmán.
La realidad necesita de medidas, no de exhortaciones.