Angélica Baez es una mujer muy joven, pero con un camino recorrido en la vida que la convirtió en una guerrera. A uno de sus hijos le diagnosticaron leucemia, a causa de ello durante tres años, prácticamente vivió internada junto a su pequeño en Buenos Aires. Sin bajar los brazos ni rendirse ni por un segundo.
Días interminables entre tratamientos, idas y vueltas, lucha y constancia siempre en oración, pasó anhelando ver a su hijo recuperado y volver a su hogar, aquella casa que debieron dejar en busca de salud.
Tantos días y tantas horas, allá los dos solitos, pasaban las horas entre charlas de las más variadas que se puede tener con un niño. Así él le contaba sus sueños a su mamá y ella le contaba sus sueños a su pequeño. Y ella soñaba con pintar.
La motivación más grande la recibió de su propio hijo, que insistió a su mama en que intentara pintar, y en una de esas noches de oración, le prometió a Dios que lo intentaría el día que volvieran a su casa.
Ese día llegó, totalmente recuperados, sí, recuperados los dos, él de su leucemia y ella de su corazón, porque todos los que son padres van a coincidir conmigo que vivimos a través de nuestros hijos, y si ellos sufren, nosotros también, y si los perdemos nuestra vida también se apaga.
Así que Angélica desde ese día pinta, para devolverle a Dios un poco de lo que Él le dio. No se cansa de repetirlo, porque es su forma de agradecer.
Ahora con su alma reparada, pinta en su taller. Toma capacitaciones, se instruye, y enseña para seguir multiplicando su arte, disfruta día a día la belleza de la vida, el amor por sus hijos y la pasión por la pintura.