Comparto con ustedes este poema de Kitty O’Meara, una antigua maestra y asistente espiritual en hospitales y hospicios de Estados Unidos quien inspirada en la pandemia actual del coronavirus escribió estas hermosas líneas:
“Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo,
con el corazón lloroso y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos tan sólo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo al primer desconocido
y alabaremos la suerte de conservar un amigo.
Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos.
Ya no tendremos envidia pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia, seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos que lo jamás conseguido
Seremos más generosos y mucho más comprometidos
Entenderemos lo frágil que significa estar vivos,
sudaremos empatía por quien está y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre y siempre estuvo a nuestro lado.
Y quizás el viejo pobre era Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre porque estabas apurado.
Y todo será un milagro y todo será un legado
Y se respetará la vida, la vida que hemos ganado.
Cuando la tormenta pase te pido Dios, apenado,
que nos vuelvas mejores, como nos habías soñado”.
Deseo de corazón que el aprendizaje del que habla este poema, ya esté sucediendo. Hoy más que nunca en medio de esta crisis mundial, tomemos conciencia del valor de relacionarnos sanamente, con nosotros mismos y con los otros.
Relacionarnos desde el amor implica validar al otro ciento por ciento, así como es. Miremos a Jesús por ejemplo que así lo hizo con Pedro, con Zaqueo, con María Magdalena, personas tildadas de pecadoras, rechazadas por la sociedad, sin embargo él los aceptó y los tomó así como eran.
Que en este tiempo de preparación para el renacer, la confianza sea el modo y eso nos permita ser cada vez más humanos.