
Un camión repleto de gurises en medio del calor de la siesta, con una lona por si llovía, era el chárter que llevaba a los chicos de la escuelita de Santa Rita a cumplir con el desafío futbolero del fin de semana. Enfrente solían estar los chicos de Aristóbulo del Valle o de 25 de Mayo, en una especie de clásico imperdible para la región.
Así fueron los inicios para Álvaro Sebastián Klusener (30), que recuerda con cariño aquellos primeros pasos junto a la redonda. Después, la pelota lo llevó a recorrer y pintar los mil colores del fútbol: jugó al lado de la Brujita Verón, concentró en el predio de Ezeiza, enfrentó a jugadores de la talla de Riquelme y hasta vivió un insólito velorio dentro de un estadio.
Tras vestir la camiseta de Crucero del Norte, el delantero aguarda por nuevos desafíos. Y mientras entrena en el Posadas Camp de Nápoles, Totti -el propio player confía que así debe escribirse su apodo- hizo un break y le contó a EL DEPOR toda una vida ligada a la pasión de pasiones, que lo llevó a vivir miles de anécdotas de todo tipo.
Totti, ¿qué recordás de tus inicios en Santa Rita?
A mí me gustó el fútbol desde chico, de ir a jugar a la plaza o a cualquier lado. Y ya más de adolescente, teníamos un equipo de la escuelita de Santa Rita con el que salíamos a jugar a los pueblos de esa zona. Todavía me acuerdo el camión de la Muni, que antes se podía, todos atrás, todas las categorías juntas, con una lona por si llovía. Nosotros éramos felices así. Yo calculo que habré empezado a los 5 y jugué allá hasta los 13, que me fui a La Plata.
¿Cómo se dio lo de Estudiantes?
Primero se fue mi hermano, Gonzalo (N. de R: actualmente en el Motagua de Honduras, es una leyenda del gol en Talleres de Córdoba), y a los dos años fui yo. Llegué en 2004. Al principio me costó mucho, extrañaba a mis viejos, a mis amigos, a Santa Rita. Allá en La Plata no se podía dejar la bici afuera como acá (se ríe). Y me fui adaptando. Arranqué en Novena, donde tenía de compañeros a Marcos Rojo, Brian Sarmiento y varios más. Marcos era bastante callado, de una familia humilde, buena gente, vivimos muchas cosas juntos.
¿Cómo fue llegar a Primera?
Subí a Primera cuando estaba Diego Cagna como DT. Antes de eso, había jugado el Federal A con Unión de Mar del Plata, donde aprendí un poco más lo que era el profesionalismo, eso de jugar bajo presión, por un resultado. Cuando volví, estuve seis meses en Reserva y salí goleador. Y a mitad de 2013 yo quería saber si me iban a tener en cuenta o no, así que un día me mandé a la concentración de Primera y pedí para hablar con Cagna, siempre con respeto. Y ahí empecé…
¿Hay mucha diferencia entre las inferiores y Primera?
Es otro mundo, otro roce, otro tipo de compañeros. Ahí conviví con Desábato, Braña, la Gata Fernández o la Brujita Verón. Estar al lado de la Brujita fue un sueño cumplido. Y ahí es otra mentalidad, hay muchas más exigencias. En inferiores podés perder y te enojás, pero no es lo mismo. Ahí estás jugando por tu sueldo, por el club, por todo.
¿Cómo es tener a Verón como compañero?
Él es un tipo normal, aunque yo era pibe y él es un referente del club, por lo que le tenía mucho respeto. Si bien como que te marca una distancia, siempre se acercaba a hablar con los chicos. Y no sólo él, todos los más grandes. Por ejemplo, un compañero mío se había mudado y no tenía cama. Al otro día, el Chavo Desábato apareció con una cama de dos plazas. Obvio que después, en los entrenamientos o en un partido, si tienen que mandarte a la mierda, lo hacen…
La Brujita tenía una calidad envidiable…
Verón te da un pase de 50 o 60 metros al pie. Estar ahí, verlo al lado todos los días, era increíble. No te erraba un pase. Siempre sabía dónde estaba el compañero. Se notaba que era un distinto. Pero ojo, se dice también del Chapu Braña que “te cagaba a patadas”, pero él jugaba muy bien, no sólo recuperaba sino que también te la daba redonda, un jugador muy completo.
Claro, de Braña siempre quedó esa imagen de lucha…
Sí , sí, es que era un jugador duro, igual que Israel Damonte. Pero te cuento una. Un día entrenábamos con los suplentes y con nosotros estaba Joaquín Correa (N. de R: actualmente en la Lazio y la Selección Argentina), que siempre fue muy habilidoso. Y va y le tira una bicicleta a la Bruja. En la próxima, Verón fue y lo levantó como dos metros. Y le decía, “dale, dale, levantate”. (Se ríe) Después lo cargábamos a Joaquín…
¿Y cómo fue jugar en Primera?
Debuté en Primera con Mauricio Pellegrino como DT. Jugué varios partidos de titular y no tuve la suerte de hacer goles. El destino fue así, si hubiese convertido, quizás otra sería hoy mi realidad. El debut fue en el estadio Ciudad de La Plata, en un amistoso de invierno ante Boca, con Riquelme y Paredes, que recién estaba surgiendo.
Román, otro diferente…
Terrible, sin dudas. Mirá, yo volví a enfrentarlo después en la B Nacional. Él estaba en Argentinos y yo en Ferro. Me acuerdo que vamos los dos a buscar una pelota dividida, entonces voy con todo para ganarle la posición y lo choco fuerte. La pelota se fue para el otro lado. Lo miro a Román y me clava la mirada, como diciéndome “¿qué haces, pelotudo?”. Con esa mirada me dijo todo…. (se ríe).
¿Qué significa Estudiantes en tu vida?
La verdad es que le tengo un cariño muy grande al club. Hasta hoy sigo teniendo relación con la gente de la pensión. Julieta, mi novia, es de La Plata, así que cuando voy para allá suelo visitar a todos los amigos.
¿Cómo siguió tu carrera?
De Estudiantes me fui a Ferro, después a Central Córdoba de Santiago del Estero en la B Nacional; Guaraní en el Federal A; Agropecuario en el Federal A y ascendimos; Deportivo Español, en la B Metropolitana; Independiente de Neuquén en el Federal A; y por último, Crucero del Norte.

Estuviste en Central Córdoba, que hizo historia para Santiago al llegar a Primera…
Sí, es un club que lleva mucha gente, muy popular en Santiago del Estero. Se juega siempre a cancha llena, tiene mucha pasión. Y tanto es así que un día estábamos entrenando en el estadio cuando escuchamos desde la calle un montón de gente gritando y cantando. Ahí llegó el ayudante. “Chicos, métanse rápido al vestuario, que van a entrar los hinchas con el ataúd de un hincha que falleció y quieren dar la vuelta olímpica antes de sepultarlo”. Nos metimos rápido y a la media hora salimos de vuelta. La verdad es que nunca volvió a pasarme algo así. Allá se vive todo con mucho fanatismo.
Guaraní fue jugar por primera vez en Misiones…
Fue una experiencia muy linda. Teníamos un equipo muy bueno con los Zucarelli en el banco, pero no tuvimos suerte en esa serie contra San Martín de Tucumán, que nos hicieron el gol en el último minuto, perdimos 2-1 y quedamos eliminados. Son las cosas del fútbol, a veces no se da. Jugamos bien pero tuvimos mala suerte.
Y ahora tuviste esta última experiencia en Crucero…
Para mí, con Crucero fuimos de menor a mayor. Arrancamos bien, con algunos baches, pero a medida que fueron pasando los partidos, ganamos impulso. Cuando llegó la pandemia habíamos quedado libres y estábamos a dos puntos de la zona de clasificación. Eso nos complicó y mucho.
¿Cómo sigue tu futuro?
Por ahora, con mucha ansiedad por volver. Y también incertidumbre. Mi contrato con Crucero terminó y estoy esperando a ver qué sale. Hay interés por que siga, pero como el club no va a participar en lo que resta del Federal A, me iré donde salga trabajo, porque de acá hasta enero o febrero hay un tramo largo y no quiero quedarme parado.
¿Te gustaría compartir equipo con tu hermano?
La última vez que jugué con Gonzalo en el mismo equipo fue en Santa Rita, en un partido a beneficio, pero nunca oficialmente. Es algo que lo hablamos siempre, nos gustaría a los dos, pero lo veo difícil. Él ya está por cumplir 37 años y está en la recta final. Para colmo, nos solemos ver sólo para fin de año, en las vacaciones. Este año, con todo este tema del virus, no sé cómo vamos a hacer.
De los dos… ¿quién es el mejor?
(Se ríe)… Él es el mejor. Es más centrodelantero. Imaginate que en Talleres lo aman. Siempre me cuenta que hay hinchas que se tatuaron su imagen. Me dice que en Córdoba no puede salir a caminar, que lo tienen como un ídolo. Y lo que pasa es que hizo goles importantes y ascendió dos veces con el club, y eso queda marcado.
Por él y vos, en Santa Rita debe haber muchos hinchas de Estudiantes…
Y allá por lo menos quedaron un montón de camisetas de Estudiantes (se ríe). Y más todavía estando los Schunke ahí en la zona. Allá tengo los amigos, la familia. Tuve la suerte de vivir en Buenos Aires, en Neuquén, en Mar del Plata. Todos son lugares lindos, pero Santa Rita es mi lugar en el mundo.
Un recuerdo celeste y blanco
En 2005, Klusener jugó con la Selección Argentina Sub-15 y Sub-17. Compitió en el Sudamericano de Bolivia y en los Juegos Panamericanos de Río 2007.
“Eso fue en 2005, yo estaba en la Octava de Estudiantes, y un día llegó mi técnico y me dijo ‘Álvaro, el lunes tenés que presentarte en el predio de AFA porque vas a entrenar con la Selección’. Fue una sorpresa, no lo podía creer. Ahí empecé a entrenar lunes y miércoles en el predio de Ezeiza y los otros días en La Plata. Entonces, como era todo un viaje, me quedaba a dormir en el predio de AFA. Fue una experiencia increíble”, relató Totti.
La convocatoria fue del entrenador Miguel Ángel Tojo. Álvaro recuerda que “en Ezeiza compartí la pensión con Gabriel Mercado, el Papu Gómez o Di María, que estaba en la Sub-20. Jugábamos al ping pong y comíamos todos juntos. Estar ahí era un lujo, lo único que teníamos que hacer era ir y entrenar, no nos faltaba nada. Íbamos al vestuario y estaba toda la ropa, con el nombre de cada uno. Para mí, que estaba hace apenas un año y medio en La Plata, era todo algo nuevo. Fue increíble”.