El Paseo Marítimo de Gijón; el Hotel Puerta de América; las puertas antirradiactivas y las salas de tratamiento del cáncer en el Hospital “Gregorio Marañón” de Madrid, y construcción de diversas viviendas, son sólo algunas de las obras de las que formó parte la ingeniera posadeña Victoria “Toli” Larumbe Czajkowski (60), después que su título fuera revalidado en España como Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
Decidió emigrar al viejo continente poco después de recibirse de ingeniera en construcciones en la Facultad de Ingeniería de Resistencia. Probó suerte con un pasaje de ida y vuelta, pero las puertas laborales se abrieron inmediatamente y tardó un tiempo en regresar a su tierra. Mirando el camino recorrido se siente satisfecha y agradecida a quienes le tendieron una mano.
Los tres primeros años del secundario los cursó en la ENET 1 de su Posadas natal, y el cuarto, la encontró en las aulas de la Escuela Técnica 1 “Otto Krause” (ex Escuela Industrial de la Nación), de Buenos Aires.
En la “Industrial” tenía muy buenas notas pero como su familia atravesaba por una situación económica difícil, unos tíos, de buena posición, propusieron llevarla a Buenos Aires. “Me parece una pena que esta chica tenga que dejar de estudiar con las notas que tiene”, escuchó decir a su pariente, antes de partir hacia la gran urbe.
Una vez en Buenos Aires, Larumbe supo que el nivel de la ENET era excelente pero “el Krause te daba otra perspectiva, era mirar al mundo y a la profesión, más desde arriba aunque, técnicamente, no era mejor que la ‘Indu’”. Fue para ella, “una experiencia muy importante que marcó mi vida. Cuando llegué, me trataban como a una provinciana que no tenía nivel para estar entre ellos. Me trataban así, particularmente, los profesores.
Pero poco a poco fui demostrando que yo podía estar a la altura, y terminaron otorgándome la medalla de oro”. El día que fue a recogerla, la situación que se vivió dentro del establecimiento fue espectacular. “Era un aplauso cerrado de todo el colegio, como que se venía abajo la sala de actos. Fue impresionante”, recordó. Entiende que fue el reconocimiento a una mujer y a una provinciana, la única chica de la planta entre una treintena de varones. Después escuchaba que había mujeres que se sentían orgullosas de ser las primeras en su clase, en colegios importantes, “y mucho más jóvenes que yo. Y decía: ¡madre mía! Si yo hace años que pasé por esto”.
Terminó el secundario en 1979 y siguió estudiando en Resistencia porque de esta manera estaba más cerca de su familia. “Me costó mucho porque tenía que trabajar en determinadas épocas para poder contribuir a pagar mis estudios y me costó más, pero terminé al final. Empecé a trabajar en Misiones. Hice un barrio de viviendas en Colonia Alberdi, un lugar donde ahora tengo una chacra en la que estoy haciendo Reserva de Biosfera, y fue una experiencia muy interesante”, comentó.
A los dos años de trabajar en Argentina, la situación económica se volvió complicada y la idea de emigrar empezó a dar vueltas por su cabeza. “Todo se volvió más difícil y como tenía doble nacionalidad porque mi papá era español, compré el pasaje con los ahorros que había juntado en los dos años de trabajo, y me presenté en España”, añadió la hija de Uladislada Salesia Czajkowski y de Juan Pedro Larumbe, un visionario que comenzó con la comercialización de garrafas de gas en Misiones, e instaló el primer negocio de electrodomésticos en calle Sarmiento casi San Lorenzo.
La tía salvadora
Cuando llegó a destino supo que el dinero que había ahorrado para moverse en el país ibérico le alcanzaba apenas para vivir tres días. Y en su maleta tenía un pasaje de ida y vuelta, para permanecer allí unos tres meses. “Me pararon en el aeropuerto y me pusieron en una sala como para mandarme de vuelta, junto a un montón de gente. En eso veo que un chico llamaba a unos conocidos desde un teléfono público para que vinieran a buscarlo. Entonces hice lo mismo. Con una moneda de 25 pesetas que me había dado mi hermano Víctor -el herrero que construyó la estatua de Andresito Guacurarí sobre la costanera-, marqué el número de una tía que vivía en Madrid. Ella no sabía que yo iba para allá, pero le expliqué mi situación y vino a buscarme. Como tenía una buena posición económica, respondió por mí y me dejaron pasar”, confió, a modo de anécdota. Lo bueno es que a la semana Larumbe ya tenía trabajo, y al mes y medio ya se desempeñaba como ingeniera.
Sostuvo que “con un gran esfuerzo de su hermana Alejandra, que siempre fue la que se hizo cargo de los hermanos y sostuvo a la familia, juntamos dinero para la homologación del título, que fue una tarea durísima. Ella me mandó los documentos, y me revalidaron como Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en España, que es un título muy prestigioso. Al año y medio ya tenía un sueldo bastante digno, empecé a relacionarme con personas, que vieron que estaba muy bien formada, y me consiguieron un trabajo en una empresa constructora multinacional muy importante. Empecé como auxiliar técnico, pero como trabajaba muy bien fui ascendiendo rápido”.
Tal es así que al año y medio ya construyó la sala de los aceleradores lineales para el tratamiento del cáncer más grande de Europa en el hospital “Gregorio Marañón”, de Madrid. También se abocó a otras obras. Entre ellas, unas rehabilitaciones de edificios antiguos en el centro de Madrid. Su carrera siguió en ascenso. Entonces le confiaron la obra del Paseo Marítimo de Gijón, en el Cantábrico, “que era espectacular y en la que trabajaba gente de todo el mundo. Había que hacerla a toda velocidad en la época de invierno que es cuando el mar está muchísimo más agresivo, o sea que era una obra a pura adrenalina, muchísima gente, muchísimo trabajo. Yo era la jefe de obra, y salió todo muy bien”.
Su crecimiento profesional seguía en ascenso. Se dedicó a la edificación de viviendas, hasta que llegó un momento en el que pensó en parar un poco para dedicarse a tener una familia. Se casó con un científico español, y tuvo a su primogénito, Pedro junior, que es la luz de sus ojos.
“Pensaba que cuando naciera mi hijo me iban a dar muy pocas posibilidades profesionales, y resultó todo lo contrario. Apenas terminé mi licencia por maternidad, me ofrecieron un puesto como representante de la propiedad de uno de los edificios más ljosos de Madrid, donde intervenían los doce mejores diseñadores del mundo. Y yo era la responsable del control económico de la obra”. Nada más ni nada menos que el hotel Puerta América, de Madrid.
Después de esa experiencia grandiosa pasó a ser jefa de estudios en una empresa constructora que se dedicaba a hacer viviendas de lujo. “Quería retirarme y dedicarme a mi familia, pero seguí siendo jefa de estudios hasta que se pinchó la burbuja inmobiliaria. Aún así, seguí un poco más pero lo que ganaba ya no me compensaba, entonces como tenía mis ahorros y mi buen pasar, me retiré. Con eso compré propiedades en Argentina más que nada para que mi hijo tenga relación con sus raíces y para poder mantener la reserva en la chacra de Alberdi”, reseñó.
De cosas buenas
Siempre que a Larumbe le preguntaban ¿qué es lo que más extrañas de Argentina?, contestaba: “la selva y mis amigos. Y es verdad, siempre fue así”.
Aunque confesó que con el paso de los años aprendió a valorar más cosas. Entre ellas, la educación. “A mi hijo lo llevé a un colegio, teóricamente muy bueno, o uno de los mejores de España, pero la primaria no tenía nada que hacer ante la educación que me dieron en la Escuela 3 “Domingo Faustino Sarmiento”, de Posadas. Las maestras de esa escuela, cuando yo era chica, eran infinitamente mejores profesionales que las que tuvo mi hijo en ese colegio con ese nombre tan rimbombante”, ejemplificó.
Con la secundaria pasó lo mismo, en el colegio que estudió la reina de España. “No me gustó nada, ni por disciplina, ni por valores morales, así que lo que hicimos es traerlo a un instituto de un pueblo donde vivimos en las sierras y completamos su formación, nosotros. La educación en España deja mucho que desear. La educación que recibí en Argentina era muchísimo mejor”, celebró.
Además, la solidaridad entre los compañeros, “al menos la que teníamos en mi generación, no tiene nada que ver con la actual. Ahora les enseñan competitividad. A mi hijo le prohibían compartirle los deberes a un compañero cuando faltaba aunque fuera por enfermedad”, comparó.
En cuanto al tema sanitario, manifestó que “aquí tenemos unos hospitales de súper lujo, con toda clase de aparatos de los más modernos pero los conocimientos de los médicos me parecen que siguen siendo mejores los de los profesionales argentinos. En Argentina hay de todo, pero un buen médico argentino no tiene nada que envidiar a uno español”.
Pero a Larumbe le gusta la vida más ordenada. Y entiende que la vida en Europa es más ordenada. “Hay menos corrupción entre la gente, quizás exista en la clase política pero las instituciones funcionan, la administración pública funciona, es una vida más tranquila”, dijo, quien regresa a nuestro país todos los años. “La última vez me quedé tres meses, pero es muy caótico y hay demasiada corrupción en todos los niveles. Y eso se hace que sea cansador vivir en esas condiciones. Así que voy por unos meses y vuelvo a España, a descansar”, agregó.
Pero así “como existe la corrupción en todos los niveles, no podemos olvidar que en Argentina hay gente maravillosa. Por eso es que Argentina no termina nunca de hundirse. Así como hay gente que deja mucho que desear, esa otra gente maravillosa, la vuelve a levantar, y eso no puedo dejar de reconocer”, subrayó.
Los lazos más fuertes
Al referirse a los más cercanos, Larumbe rememoró que papá, Juan Pedro, que fue el que llevó el gas a la provincia de Misiones, e instaló un negocio de electrodomésticos en calle Sarmiento casi San Lorenzo, “en un local que todavía existe. Allí vendía las primeras cocinas y heladeras a gas.
Mi mamá era la que hacía las demostraciones de cómo hacía la comida con la cocina a gas, y la gente la insultaba diciéndole cómo usaba esa cosa tan peligrosa con los chicos cerca”. La primera planta de gas de Misiones se ubicaba donde están los terrenos de su familia, sobre la avenida Quaranta y Calle 151. A la inauguración asistió el gobernador de la provincia, Pablo Luzuriaga y esposa, el obispo, y el abuelo de Larumbe, Juan Czajkowski, que fue el dueño de la primera imprenta de Misiones (en avenida Mitre casi Junín), además de otros familiares. El producto llegaba a la provincia, atravesando los Esteros del Iberá.
En época de lluvias los camiones se quedaban hasta tres meses en el barro, hasta que pasara el mal tiempo. “Mi papá hacía llegar comida a los camioneros tirándoles los víveres desde una avioneta. En una de esas ocasiones fue que sufrió uno de los infartos que le llevaron a una muerte temprana, dejando a mamá viuda, con nosotros chicos”, lamentó.
Y esa tarea fue para esta profesional el mayor aprendizaje. “Cuando ejercí como ingeniera, nadie entendía cómo yo manejaba tan bien el movimiento de la maquinaria. Y cómo manejaba tan bien a tanta gente a la vez, con tanta actividad y tanto riesgo”, acotó.
Era una actividad que involucraba a buena parte de la familia. Uladislada junto a “Marichu” también cargaba garrafas en la planta de gas. “Mi mamá estaba desde las 6 de la mañana, también lo hizo estando embarazada de nueve meses y con la helada, vigilando los pesos de las garrafas antes de sacarlas a reparto”, mencionó, sin olvidar a sus hermanos: María Alejandra, que publicó el libro “Cuentos que no lo son”, donde uno de los escritos refiere a la historia de su mamá cuando se quedó viuda con los niños pequeños; Víctor, el herrero que construyó la estatua de Andresito Guacurarí sobre la costanera y que se hizo en los galpones de la familia; “Marichu”, la reconocida cosmetóloga, y Carmen, ya fallecida, que fue la directora del Ballet de Misiones.