La pandemia no fue excusa para que una multitud de hijos y nietos visitaran a las madres que ya no están y las saludaran en su día. Cerca de las 6.30 de ayer, los posadeños comenzaron a acercarse al cementerio municipal La Piedad y formaron una fila, respetando los protocolos de distancia, con barbijos y alcohol en gel. En sus manos sostenían flores y velas, para dedicar un momento a las mujeres que allí descansan.
El horario de apertura de la necrópolis fue fijado desde las 9 hasta las 16 horas. Sin embargo, excepcionalmente las puertas del camposanto se abrieron a las 7.30. “Sí, siempre hacemos hincapié en el horario, pero la gente va muy temprano. No queremos que esperen afuera y menos en este día, y por ese motivo tuvimos que abrir más temprano”, argumentó Valeria Noguera Soto, la coordinadora general del predio.
“Para las 6.30 aproximadamente comenzó el movimiento”, confirmó Omar Guaglianone, comerciante desde hace años a la entrada de La Piedad. “Y desde esa hora la gente ya empezó a comprar distintas artesanías que vendo; floreros y adornos. El Día de la Madre es uno de los que más movimiento hay”.
Según Jorge Ríos, supervisor general, “este año hubo un ingreso de 30% más que el año pasado, principalmente porque durante la pandemia la gente no venía, es decir, lo hacen en fechas importantes y el Día de la Madre es la fecha que más concurrencia tiene el camposanto”.
Seguridad y cuidado
Atentos a la demanda, las autoridades de La Piedad tuvieron en cuenta cada detalle en cuanto a protocolos de seguridad e higiene: “Se permite el ingreso de dos familiares cada 40 minutos, salen e ingresan otros dos familiares. La Dirección General de Salud de la Municipalidad tiene como protocolos el alcohol en la puerta de ingreso y egreso. Y también repelentes para combatir el dengue. Además se mantiene el distanciamiento social y el uso obligatorio de barbijo”, especificó Jorge Ríos.
Por otro lado, el supervisor general añadió que “se acompaña al familiar a la tumba. Debo destacar que la gente toma los recaudos y están mentalizados que hay que cuidarse”.
Por su parte, la coordinadora general Valeria Noguera Soto indicó: “Como presente, repartimos flores a las madres en general. También estuvimos colocando en distintos puntos estratégicos del cementerio arena, debido a la lucha contra el dengue que hoy nos afecta muchísimo también. Durante la semana estuvimos haciendo tareas de limpieza dentro del predio como así también de jardinería y pintura, para que todos aquellos que vayan a visitar a sus difuntos puedan sentirse más cómodos”.
Finalmente, Noguera Soto manifestó que “debido a la gran circulación todo el personal de la semana tuvo que venir a contribuir este fin de semana para ayudar a cumplir con el protocolo”.
Nostalgia y agradecimiento
Desde hace tiempo, Juan Carlos Benítez tiene problemas motrices y se desplaza en silla de ruedas. Ayer le pidió a su vecino, Ramón González que lo acompañe al cementerio porque necesitaba, como hace cuatro años, llevarle flores a su madre.
A las 10.20 Juan Carlos ingresó al camposanto con flores y velas, llevando en sus rodillas a su pequeña hija, Agustina de 4 años. “La extrañamos mucho, fue una mujer fuerte y luchadora”, contó Juan Carlos a PRIMERA EDICIÓN.
En medio de los recuerdos, el hombre dejó caer las lágrimas y abrazó a su hija: “Le pedí a mi vecino que me traiga porque me cuesta mucho venir solo. Traje a mi hija, su nieta y vamos a rezar por ella”.
A pocos pasos se encontraba Marta Tabares, “vengo a visitar a mi madre que hace una semana se fue, el 8 de octubre nos dejó. Para mí no es sencillo, es el primer año que no la tenemos en casa”.
Con los minutos, las tumbas comenzaron a iluminarse con las velas, el intenso sol y los colores de las flores: claveles, rosas, margaritas. “Los crisantemos eran los preferidos de mamá”, dijo Lorena una joven de 30 años.
“Para mí es un día triste amaba a mi madre que partió hace un año, tenía 102 años. Por eso, quiero decirle a los hijos que no se olviden de abrazarlas, de amar a sus padres y sin ellos nos falta un pedazo de vida”, dijo María del Carmen Morinigo.
Flores y recuerdos
Los floristas que ocupan la vereda del cementerio y la de enfrente fueron los primeros en llegar al camposanto: con velas, cintas, claveles, crisantemos, rosas y una gran variedad de flores para venderlas durante la jornada.
En cada puesto, tachos cargados con agua hasta el tope fueron los recipientes para conservar las flores en medio del calor intenso.
“Este año, a pesar de la pandemia, vi mucha gente como hace 15 o 20 años, desde temprano está llegando gente. Había tanta gente esperando que el cementerio se abrió antes de las 9”, explicó Hortensio Leiva, quien hace 55 años trabaja en su puesto de flores, junto a la entrada a La Piedad.
Con respecto a las ventas contó que “estuvieron bien pero nos faltan flores, resulta que aumentó mucho el precio y como está la situación trajimos muy pocas flores. Pero además, por la humedad se marchitaron muchas y decidimos no venderlas, porque priorizamos a nuestros clientes. Nosotros estamos los 365 días trabajando en este puesto, acá trabajan mis hijos y nietos”.
A la hora de elegir, las personas piden rosas, ramitos de San Vicente, fresias… Pero las clásicas “son los claveles, es la tradición”, aseguró Leiva.