La familia de la obereña Rocío Luján Espíndola (15) está revolucionada. Comercializa alimentos, ropas y objetos que considera que en casa no son de necesidad para solventar los gastos que demandará el viaje a Bakú, capital de Azerbaiyán, de la pequeña gimnasta de la casa. Los días pasan volando y este no es el mejor momento para reunir el dinero necesario para semejante empresa, pero las esperanzas y la fe de la familia están intactas.
Esta estudiante del tercer año B de la Escuela Normal Superior N°4 incursionó en la gimnasia artística allá por 2016 pero por cuestiones económicas tuvo que optar por la aeróbica en la que, gracias a su esfuerzo y perseverancia, logró importantes resultados.
En pocos años, después de participar de competencias nacionales e internacionales, debe prepararse para un nuevo desafío: participar del Mundial de Gimnasia Aeróbica, entre el 21 y 25 de mayo de 2021, de la mano de la profesora Rossana Gutiérrez.
Su mamá, María Alba Viveros, y sus hermanos: Jonatan, Gisela y Rosana, son el sostén de la deportista. Son quienes la alientan a seguir adelante, a pesar de las dificultades, de los obstáculos que aparecen en el camino.
Es que para la familia “es un orgullo gigante que la hayan elegido para poder representar a la provincia en un evento tan grande. El esfuerzo que ella hace para entrenar, es muchísimo. Y sabemos que es buena, por eso la apoyamos tanto para que pueda perseguir sus sueños. Nos cuesta muchísimo. Sabemos que existe la posibilidad que no pueda concretar el objetivo pero la idea es tratar de hacer lo que está a nuestro alcance para que ella pueda llevarlo adelante”, señalaron a Ko´ape.
Como todo deportista, Rocío tiene muchos sueños por cumplir, pero el primero y principal, es poder reunir el dinero para poder viajar a este país situado entre el continente europeo y el asiático.
Seguramente en el futuro podrá seguir entrenando para otros e importantes torneos, y mantener su nivel Élite (compite en la categoría juvenil B nivel A).
“Quiero seguir creciendo en la gimnasia aeróbica y poder dedicarme, más adelante, a la filial que el Instituto posee en Oberá”, confió.
E insistió que “por ahora quiero enfocarme en llegar a juntar la plata y entrenar lo más que pueda, para llegar bien al mundial. Antes, poder viajar a Posadas para entrenar con mis compañeras y en el piso adecuado porque acá no tengo espacio para hacerlo, lo que hace que pierda el ritmo. Eso hace que cada vez que voy a Posadas para armar las coreos del trío que estamos preparando, me cueste el doble”.
Haciendo camino
Nacida el 25 de mayo de 2005, Rocío arrancó con las clases de gimnasia en agosto de 2016. Primero se inclinó por la artística pero debido al alto costo de las cuotas, debió optar por las de gimnasia aeróbica, que se dictaban en el complejo deportivo, de la Capital del Monte.
“Fui a ver y me quedé. En verdad, me gustaba más la artística, además ya me había encariñado con el profesor, con el ambiente, y no quería cambiar. Pero empecé igual -con la profesora Marcela Alejandra Avancini- y con el paso de los días comenzó a gustarme”, comentó la adolescente.
La primera competencia llegó apenas un mes después de haber ingresado, cuando todavía “estaba en un nivel básico. No había terminado de armar toda la coreografía, encima me la olvidé por la mitad, porque estaba muy nerviosa, y terminé llorando. Pero aún así salí primera”, recordó.
Ese mismo año fue a Brasil, a la que fue su primera competencia fuera de la provincia y del país. “Salí tercera con trío. En 2017 comencé en el juvenil A, que era un poco mas difícil. Participé de un provincial donde salí segunda. Me habían sugerido pasar al nivel Élite pero, en ese entonces, mi profesora no creyó conveniente”, agregó.
A principios de año viajó a Posadas en dos oportunidades (dos semanas) para la pretemporada. “Fue para armar un grupo. Pero con la llegada de la pandemia, el grupo no prosperó y no compitió porque la mitad de las chicas se pasó al nivel adulto. Teníamos pensado viajar al Sudamericano que iba a efectuarse en Cancún, México, pero tampoco pudimos hacerlo y ahora pensamos ir al mundial, el año que viene”, contó.
Como por la mañana cursaba el colegio secundario, entrenaba por la tarde. Conjugar ambas cosas se hacía difícil. Es que “los lunes y miércoles íbamos al complejo deportivo por una o dos horas, y los viernes viajábamos a Posadas y nos quedábamos hasta el sábado o el domingo, porque había que entrenar en grupo. Y como yo no participaba durante la semana, necesitaba estar ahí, más que nada para aprender los trucos. En un estudio las clases son más rigurosas, se siente más la presión”, manifestó Rocío.
Cuando entrenaba sola lo hacía desde las 16 y hasta las 19 o 20, pero con la aparición del COVID-19, empezaron a prepararse a través de la plataforma digital Zoom, y las práctica se extendían desde las 20 hasta las 22 o 23 horas.
“Lo que me inspiró a seguir fueron las ganas de aprender de las que más saben, además de crecer en el deporte que amo. En la Escuela de Gimnasia a la que asistía en Oberá, sentía que llegué a un punto en el que me había estancado, y sentía que podía dar más, que había más cosas que aprender”.
“Fue así que le pedí a mi hermana que hablara con la profe de Posadas. Conseguí el número de Rossana -mi actual profe- y Gisela la llamó. A partir de ahí, comencé a viajar todos los viernes para poder entrenar con las chicas”, en la capital provincial, narró la gimnasta.
Levantar vuelo
La gimnasta también se refirió a su participación en torneos internacionales. Estuvo en Tramandaí, Brasil, y describió como “rara” a la experiencia que vivió al momento de volar a Colombia.
Primero, porque “nunca había viajado en avión y, después, porque cuando llegamos a Bogotá hacía mucho frío pero cuando nos íbamos para Melgar nos abrigamos muchísimo y al llegar hacía 40 grados de calor. Y en el estadio llegaba a los 45”. En esa ocasión viajaron 24 competidoras de Posadas y sólo Rocío lo hizo desde Oberá.
“Uno o dos meses antes recién habíamos empezado a juntar dinero. La familia se puso a trabajar en lo mismo que ahora pero, además, una mamá nos donó cien dólares al igual que un diputado”, dijo.
El viaje alcanzaba los 500 dólares, entre el pasaje, la estadía y la licencia que se debe pagar para participar del torneo. “Vendimos varias cosas. Al principio era como inalcanzable, nos desesperaba porque veíamos que no había manera de llegar pero, finalmente, lo hicimos”, alegó.
Su hermana Gisela sostuvo que en aquel momento, “había que tener esa plata. Nos costó mucho pero se llegó. Lo impresionante fue que reunimos lo necesario en tan poco tiempo. En ese momento tan tenso uno también ve la solidaridad de la gente. Ella tenía tantas ganas de asistir y era su primer viaje en el equipo en su categoría. Ser nivel Élite es otra cosa. Es mucho más presión, más entrenamiento, más esfuerzo. Significó que la gente valora que ella se esfuerce tanto”.
Para esta oportunidad la familia debe reunir más de dos mil dólares, solamente para el pasaje y la estadía, sin hablar el dinero extra que siempre se necesita al estar tan lejos de casa.
“Estamos juntando. Apenas tenemos 400 dólares, y está muy complicado porque no se puede comprar moneda extranjera. Es un proceso. El dinero que se junta me lo quedo, y con mi sueldo compro los dólares”, señaló Gisela, que es docente de cuarto grado en la Escuela Nº 84, de Villa Svea.
Y es también quien suele acompañar a Rocío a las prácticas de Posadas. Para poder llegar a la capital provincial, la profesora Gutiérrez consiguió pasajes, a modo de canje, para la protagonista de esta historia. Pero el que la acompaña, sea mamá María Alba, Gisela o Jonatan, debe afrontar sus gastos.
El fin de semana tuvieron venta de pastafrola. Hicieron veinte unidades porque no tuvieron tiempo para organizarse de otra manera entre la venta de pizzas y ropas, en la feria que improvisaron en el frente de la casa.
“Con el tema de las ventas, si es demasiado tiempo que venís insistiendo con algo, a la gente le cansa, no es que todo el tiempo puede estar colaborando. El que lo hace, lo hace de corazón, y cuando puede”, entiende Gisela. Para un viaje que su hermanita efectuó a Córdoba, después del de Colombia, sacó un préstamo.
“Este año pienso hacer lo mismo, si no llegamos”, comentó. Sabe que para emprender esta travesía hay que jugarse el todo por el todo. Pero en ese afán, también le da cierta pena que la gimnasta tuviera que vender las muñecas barbies de su colección -sólo se quedó con dos favoritas- y tuviera intenciones de comercializar la tablet “pero la familia no la dejó” para ayudar a lograr el cometido.
También se desprendieron de los teléfonos celulares que ya no utilizaban, los rollers, y la bicicleta. También algunas donaciones que llegaron de los vecinos, se transformaron rápidamente en ahorros. En el ambiente de la disciplina todos tiran para el mismo lado.
Para que la “peque” tenga una entrada más para llegar al mundial, la profesora Gutiérrez instaló en Oberá acá una filial de su Instituto, entonces con lo recaudado de las cuotas se puede engrosar el monto destinado al viaje.
“Eran trece alumnas inscriptas, pero con la llegada de la pandemia nos quedamos con cuatro alumnas a las que entrenamos entre las dos”, expresó Gisela que también es jueza provincial de gimnasia y está realizando un curso para poder convertirse en jueza nacional. “Es muy difícil. Me encanta la gimnasia, me encanta verla, pero es difícil juzgar porque es un minuto y medio de coreografía tenés que ver y anotar todo”.
La familia planificaba una fiesta para los quince de Rocío pero, debido a la pandemia, los festejos se redujeron a una reunión entre hermanos, mamá, vecinos y amigos.
“La idea era hacer algo más grande cuando pasara todo pero cuando la profe nos habló del mundial, mi hermana dejó de lado su cumpleaños y decidió que ese dinero sea empleado para su viaje”, acotó Gisela.
Hay días en los que la gimnasta está bien, y otros, “en los que ni ella se soporta. Dice que ahora está sin ganas porque lo ve difícil. No cree que lleguemos con la recaudación. Pasa que el entrenamiento es una cosa, y el dinero es otra”.
Pero como toda madre, María Alba no escatima palabras de aliento y afirma que “hay que tener fe y seguir adelante. Si se llega, se llega, y hay que pensar que no sólo a ella le va a pasar. Además no sabemos hasta que momento durara la pandemia. Ya no podemos planear cosas. Estamos trabajando, si llegamos bien, por lo menos el esfuerzo se hace”, remató desde su casa de Villa Stemberg.
Una oportunidad como pocas
El Mundial de Gimnasia Aeróbica se realiza cada dos años. “En 2020 tuvo que haber salido pero por el avance de la pandemia se pospuso un año. Este año iban a ir a competir a México. Tenían la clasificación en grupo y en trío, pero como se pensaba que no iban a llegar, porque les avisaron prácticamente sobre la fecha, creyeron que sería mejor no viajar al país azteca”.
“Con todo esto del aislamiento la profe dijo: ‘ya que tenemos tanto tiempo -por algo pasó que no podemos salir a ningún lado- vamos a trabajar para el año que viene y, así, ocupar esas dos clasificaciones’”, explicó Gisela, visiblemente cansada, recién llegada del entrenamiento. Acotó que cuando se clasifica no es obligatorio presentarse.
“Es que significa un gasto muy grande para todos los que compiten. Tenes la oportunidad pero si no podes ir, no pasa nada. Y como hubo un año para poder trabajar, se solicitó, y se hicieron los papeles para que pudieran viajar. La Federación Argentina de Gimnasia les extendió el permiso, tiene que efectuar el aval para que puedan presentarse en el torneo representando a la Argentina. Son quince gimnastas que están en la lista. Cada federación se encarga de sus gimnastas y presenta su lista. Rocío es la única que viaja desde Oberá”.
“Estoy preparando un trío. Las chicas tenían un trío armado, pero como una de las integrantes pasó a la categoría adultos, me pusieron a mí en su lugar, y me enseñaron su coreografía. La aprendí en un solo día. Después la profesora nos dijo que íbamos a cambiar de coreo, entonces tuve que olvidar todo lo que aprendí en una hora”, dijo Rocío que, según su hermana, “tiene una capacidad extraordinaria para el aprendizaje de la coreografías”.
En estos últimos tiempos las participantes debieron acostumbrarse a la modalidad de asistir a las competencias por Zoom cuando la emoción, la adrenalina, es ir a competir in situ, encontrarse con todas las demás concursantes, con las amigas que el ambiente proporciona.
Para Rocío, “no son las mismas ganas. Tengo que competir porque, de lo contrario, me bajan de nivel, pero se extrañan los encuentros reales, eran mucho más movilizantes”.
Además de las ventas que organiza la familia durante los fines de semana, están en la búsqueda de alguna institución o empresa que quisiera acompañarlos como sponsor.
Para Gisela, lamentablemente, este tipo de gimnasia “no es un deporte conocido y convocante. Si bien en la Argentina está en auge pero no es como la rítmica o la artística, que son mucho más conocidas. La aeróbica todavía no está reconocida a nivel olímpico. Está en proceso. Es la primera vez que entró en los Juegos Deportivos Misioneros y se hizo presentación en los Juegos Evita”.
Sobre su hermana, acotó que es extrovertida, graciosa, y que además de la gimnasia, le gusta hacer contemporáneo. Durante dos años consecutivos la llamaron desde la organización de la Fiesta del Inmigrante para que participara del cuadro de apertura.
Por estos días, a Rocío se la ve muy entusiasmada con el K-pop, que es un género musical que incluye diversos estilos como la música dance electrónica, hip hop, rap, rock o R&B, y que se refiere específicamente a la música popular de Corea del Sur.
“No porque sea mi hermana, pero cuando la ven bailar, los espectadores sienten como un magnetismo, es como que no podes sacar tu mirada hasta que no termine. Es lo que más llama la atención en sus presentaciones”, rescató la mayor de las Espíndola.