Hace unos años, la situación sanitaria de los animales en la capital misionera era un grave problema que afectaba a toda la ciudad. Cientos de perros y gatos eran abandonados a la deriva y la enfermedad de la rabia era una de las principales preocupaciones, ya que aumentaba considerablemente.
Entonces, en 1973 comenzó “una lucha por mejorar el nivel de vida tanto de las personas como de los animales domésticos que conviven con nosotros”, recordó en diálogo con PRIMERA EDICIÓN el médico veterinario Ricardo “Tito” Luzuriaga, quien en ese momento estaba al frente de la Dirección General de Veterinaria.
“Nos encontramos con la sorpresa de que el control se hacía envenenando a los perros callejeros con cebos tóxicos, ése era el sistema y lo cambiamos radicalmente hace 47 años”.
El trabajo fue arduo y sin pausas: “Se vacunaba desde el refugio del Pira Pytá en adelante, hasta donde comienza Garupá, una especie de círculo que rodeaba a toda la ciudad porque la rabia es rural y se hace urbana. Entonces hacíamos una especie de pared que finalizaba en Nemesio Parma. Fue por años y dio resultados: Posadas no tiene rabia hace 43 años”.
Pero además de vacunar contra la rabia y observar a los perros mordedores “nos vimos en la necesidad de hacer más por la salud de la población y de los perros y se programó hacer un Instituto Municipal de Sanidad Animal”, explicó Luzuriaga.
En el año 2000, ese eterno pedido de muchos profesionales, proteccionistas y amantes de los animales de Posadas se convirtió en una realidad: en septiembre se abrió el IMUSA, que brinda atención a las mascotas de manera gratuita.
“La inauguración fue un salto cualitativo muy grande, ya que es un instituto dedicado exclusivamente a la salud animal. Nos permitió plantear grandes ejes: la castración, la vacuna contra la rabia y la educación sanitaria”, precisó Luzuriaga, primer director del organismo hasta finales de 2011.
Comienzos difíciles
En la ordenanza de creación, la cual fue redactada por la doctora Cecilia Nevot, se fijaron los objetivos del IMUSA. El principal era implementar la castración de todos los animales: machos y hembras callejeros y los de aquellos propietarios que no tenían recursos para pagar a una veterinaria privada.
Al comienzo, recordó Luzuriaga respecto al año 2000, “la situación económica era muy mala, no había dinero y los dos primeros años se trabajó con donaciones. Por un lado, Silvia Canela nos donaba alimento y por el otro, todos los anestésicos y medicamentos eran donados por empresas particulares. Funcionamos por dos años sin aporte del Estado hasta que la situación se normalizó”.
En 2002 los objetivos siguieron: vacunas contra la rabia, observación a los animales mordedores por 10 días, “porque en ese lapso, si está incubando la rabia, se declara la enfermedad. Eso siempre lo hizo en el IMUSA, una tarea que implica gastos y lleva mucho tiempo, porque se observa en domicilio”, explicó Luzuriaga.
Para el primer director del Instituto, aquellos primeros años no fueron sencillos, pero “siempre me gustó trabajar para el Estado porque es el mejor lugar desde donde hacer prevención, profilaxis y contribuir a la salud de la sociedad”.
Actualmente, el IMUSA cuenta con varios profesionales contratados y con quirófano móvil, se “ha logrado importantes cifras respecto a castración” aunque toda esa tarea “nunca alcanza”, aclaró el veterinario.
Por eso para Ricardo “Tito” Luzuriaga, más allá de todo el trabajo realizado y que se sigue realizando, es necesario seguir invirtiendo en educación y “sólo así se terminará con los animales en la calle: con la tenencia responsable, que debe ser promovida en las escuelas y en los lugares donde haya posibilidad de llegar a la población”.