Sabido es que la tierra colorada supo ser cobijo de valientes que llegaron con grandes expectativas de trabajo y es en la vida de muchos de ellos donde se esconde la historia de esta porción argentina. Algunos ya no están, pero son sus obras y sus descendencias las que son capaces de narrar hechos que, sin dudas, determinaron el presente.
Un ejemplo es “la casona de los Castro”,en Itacaruaré, un edificio que se niega a dejarse avasallar por el tiempo y que supo ser refugio de una figura de gran importancia para este poblado, don Marcelino.
El profesor e historiador Ernesto Cubilla recordó que “desde finales del siglo XIX, Itacaruaré aparece mencionado en mapas, crónicas de viajeros, informes oficiales del Estado Argentino, que llevaría adelante los sucesivos intentos por fortalecer su presencia en esa frontera junto al río Uruguay, uno de los mecanismos para marcar esa presencia sería a través de la fundación de escuelas”, y en este contexto llega Marcelino Castro.
“Desde mayo de 1911 Marcelino Castro se hace cargo de la Dirección de la Escuela 31 (posteriormente Escuela Infantil Mixta 38) desde donde llevará adelante ese proceso de acercar el conocimiento, la educación y la argentinidad a los pobladores de ese rincón del territorio misionero.
Fue un destacado protagonista del pueblo, formando parte del movimiento que impulsaba la provincialización del Territorio Nacional de Misiones en la década del 30 y 40”, apuntó el historiador.
Y añadió que “Marcelino fue un hombre de una importante formación intelectual, que pronto lo hace destacarse en la zona, era aficionado a la música y al canto y muestra de ello es quizás que en su casa contaba con un piano vertical de origen alemán, cuyos restos yacen esparcidos por toda la vivienda y sus alrededores sin posibilidad de ser recuperados”.
La casa familiar todavía se mantiene en pie, más allá del inexorable paso del tiempo y las consecuencias del abandono. “Hoy en día es conocida como ‘La casona de los Castro’ y como en todos los pueblos está rodeada de misterios y anécdotas de miedo”.
“La misma Municipalidad de Itacaruaré la declaró junto a otras viviendas y construcciones Patrimonio Cultural del pueblo pero, más allá de este reconocimiento, continúa abandonada, perdiendo de a poco el esplendor que supo tener”, subrayó Cubilla.
Destacó además que “era tal la importancia que tuvo en el pueblo que contar con luz propia a través de un motor gasolero Lister mono cilíndrico, de origen inglés, que permitía iluminar la vivienda ni bien llegaba la noche”.
“Este edificio, legado de Marcelino Castro a su familia y a Itacaruaré, nos permite revalorizar aquellos lugares que fueron clave en la constitución de un pueblo o ciudad, ya sean grandes o pequeños, los edificios como este son los hitos que referencian nuestra historia y si desaparecen, se deterioran o son demolidos, muere con ellos un registro de nuestra vida como sociedad.
Marcelino Castro dejó una gran descendencia en la región, muchos de sus herederos son destacados en distintos ámbitos de la educación, la política y la Justicia de la región. Él, al igual que otros hombres dejó con su vida y obra un gran aporte al pueblo en el que vivió y trabajó hasta el último día de su vida”, reflexionó el profesor.
Itacaruaré en el “Gran Atlas de Misiones”
El “Gran Atlas de Misiones” describe que antes de pasar a ser un distrito municipal, ltacaruaré fue uno de los departamentos de Misiones. También fue una colonia, que junto con el pueblo homónimo, fue creado por el gobernador del Territorio Nacional de Misiones, Juan José Lanusse, el 18 de agosto de 1901.
El mismo gobernante creó el departamento ltacaruaré el 19 de mayo de 1904, el cual perduró hasta el 30 de octubre de 1915. Ciertos antecedentes cartográficos permiten inferir que la traza del pueblo y la colonia podría haber sido anterior al año 1925, de cuyo mes de marzo son los planos del ingeniero civil Carlos Menegazzo. Asimismo, la creación de la Escuela 38, en 1894, manifiesta el poblamiento de la zona.
En su Diccionario Geogrófico Toponímico de Misiones, el investigador Miguel Angel Stefañuk incluye el relato del director de ese establecimiento en 1916: “El vecindario de ltacaruaré, cabecera del departamento (…) cuenta en la actualidad con una población aproximada de 800 a 900 habitantes en su mayoría extranjeros, predominando el elemento brasileño.
ltacaruaré forma un pequeño núcleo de población urbana constituido por las oficinas públicas, varias casas de comercio, y algunas particulares, diseminándose el resto a lo largo de la costa del río [Uruguay] o en las inmediaciones de los arroyos donde establecen su vivienda provisoria para dedicarse a la agricultura y cría de ganados en pequeñas escala( … ).
Situado el vecindario en terrenos de propiedad particular, muchos de sus habitantes sin arraigo ninguno, ante la perspectiva de verse en cualquier tiempo desalojados de sus viviendas o por cualquier otra eventualidad abandonan sus mal construidos ranchos, despoblándose paulatinamente el lugar”.
La Primera Comisión de Fomento fue creada el 13 de abril de 1931. Ésta pasó a ser Municipalidad el 15 de octubre de 1957. Sus límites actuales le fueron asignados el 30 de marzo de 1959, con excepción del período comprendido entre los años 1979 y 1983, cuando éste se anexó al municipio San Javier, junto con Florentino Ameghino y Mojón Grande, conformando un solo distrito municipal para todo el departamento.
Según registros censales, la población -conformada mayormente por oriundos y descendientes de alemanes, brasileños, españoles, polacos, portugueses, sirios libaneses y ucranianos- en 1970 contaba con 3.519 habitantes, una cifra superior a la registrada en 201O, cuando se censaron 3.398 residentes.
Cuando Menegazzo efectuó el trazado del pueblo, los precios de las propiedades eran muy elevados, lo que llevó a Paulino Alegre, propietario de las chacras 1 O y 11, a subdividir una faja de su predio sobre la actual ruta 2, para adjudicarlos a precios más accesibles.
Tal es el origen de las viviendas antiguas alineadas sobre el veril de dicha ruta, la cual atravesó el pueblo hasta la década de 1970, constituyéndose en la calle principal donde se concentraba todo el movimiento. La decadencia de la colonia hizo que se perdiera mucho del dinamismo que mostró el poblado en las décadas de 1930 y 1940, cuando más de la mitad de su edificación era de mampostería de ladrillos.