Testigos que por el paso del tiempo no fueron habidos en sus domicilios, algunos mudados al exterior, fallecidos y otros con complicaciones de salud. Durante la cuarta jornada de juicio oral y público a Gabriel Cristóbal Leal (43), nuevamente los 18 años transcurridos del crimen de Pablo Fraire jugaron en contra para que los jueces del Tribunal Penal 2 de esta capital pudieran oír los relatos que estaban agendados.
De los seis notificados para testimoniar ayer, sólo dos pudieron cumplir con la obligación cívica de colaborar con la Justicia.
El primero en sentarse ante Gregorio Augusto Busse, presidente y los vocales Juan Manuel Monte y Migue Ángel Faría, fue Enrique Boldú, familiar y exjefe de Pablo Antonio Fraire.
El comerciante recordó que durante los últimos días de noviembre de 2002, “a Pablo le ofrecieron comprar varios enseres, entre ellos equipos electrónicos, una computadora, entre otros y a precio acomodado y que eran de un hombre que planeaba viajar a España e intentaba desprenderse de todo”.
El testigo citado por el fiscal Martín Alejandro Rau y el actor civil Héctor Martín Ayala, resaltó además que tenía mucha confianza en Fraire: “Era muy extrovertido, buen hermano, buena persona, llevaba pocos meses en la empresa (de aberturas de aluminios) pero ya realizaba las cobranzas y manejaba la camioneta, era querido en su entorno. Hablaba muy bien, era inteligente”. También destacó que físicamente “siempre estaba en condición óptima porque era nadador, un deportista”.
“Vivo e inteligente”
El segundo testigo fue Rodolfo Ayala, amigo de Fraire y quien ratificó su testimonio en la etapa de instrucción del expediente: “Pablo estaba por comprarle cosas a un hombre que quería irse a España, eso me dijo cuando me ofreció una Honda XR-125 a 1.800 o 2.000 pesos. El lunes (25 de noviembre de 2002) que lo mataron me había llamado por la tarde a mi casa para volver a preguntarme si estaba decidido o no. Le dije que si tenía todos los papeles podíamos ver la moto pero al día siguiente, no esa noche porque yo tenía un cumpleaños (…) A la noche mi madre me avisó que Pablo sufrió un accidente y había muerto. Voy a la casa a hablar con Teresita (madre de Pablo) y le cuento lo que sabía de la moto por si tenía relación con lo que le pasó”.
Ayala también describió a la víctima físicamente: “Era fuerte, no era fácil para nadie tumbarlo, se podía defender mano a mano con varios, se desmarcaba bien, sabía pelear bien”.
Pero no se quedó en esa faceta de cualidades: “Pablo era vivo, muy inteligente y educado, rápido para entender a la gente. El era sostén familiar además, ayudaba a sus padres, lo conocí durante seis años y fue un excelente amigo”.