A Julia Alejandra Pezuk le resultaban fáciles materias como biología, química, matemática, física, y siempre tuvo interés en saber “porqué las cosas funcionan o son como son”. Esa inquietud la llevó a estudiar licenciatura en genética. Y sus ganas de superarse hicieron que se mudara a Brasil, donde fue recibida por un abanico de oportunidades. Pudo ampliar sus conocimientos, desarrollarse en lo personal y formar una familia. Una escapada a Misiones es necesaria para recargar energías, cada vez que puede.
Julia es la segunda de cuatro hijos del apostoleño Ernesto Juan Pezuk y la formoseña María Nelly Saporiti, que se conocieron cuando ambos cursaban en la facultad en Resistencia, Chaco. Después de casarse, en 1980, vivieron en varias ciudades hasta establecerse definitivamente en Posadas, en 1988. Dos años antes, el 14 de febrero, mientras residían en Gobernador Virasoro, Corrientes, Julia vino al mundo tras un parto programado en un sanatorio de la Ciudad de las Flores, de donde son oriundos sus abuelos paternos.
Como Pezuk es descendiente de ucranianos, en el hogar criaron a los chicos dentro de la cultura y establecieron que tanto Julia como su hermana, María Belén, estudiaran en el Instituto San Basilio Magno, administrado por religiosas de la Orden de San Basilio Magno -de rito bizantino-, que por aquel entonces era una institución sólo para niñas. “El colegio me dio un excelente nivel educacional, principalmente cuando comparo todo lo que aprendí en esos años, con adultos con lo que conviví a lo largo de mi vida”, comparó Julia, a la distancia.
Añadió que en la escuela “me interesaba entender y saber cómo son y funcionan las cosas. Tenía facilidad en matemáticas, participé de las olimpiadas en varias oportunidades, y representé a Misiones a nivel nacional. Además de ser muy buena en física, química y biología. Siempre digo que fueron los docentes los que me inspiraron a elegir mi carrera, especialmente la profe Lizi, que fue la encargada de enseñar sobre las Leyes de Mendel (de reglas básicas sobre la transmisión por herencia genética)”.
Tras egresar de la escuela secundaria, en 2001, viajó a Estados Unidos como au pair (intercambio cultural en el que las jovenes trabajan como niñera y acudían a una facultad). Durante un año en el país del Norte asistió a clases de decoración de interiores y de portugués. La idea era mejorar su nivel de inglés, “que en la época no era de los mejores. Es que cuando teníamos 13 años hubo un cambio en la educación y comenzamos a tener clases de inglés en el colegio, pero no entendía mucho, así que mis padres sugirieron comenzar ingles en un instituto particular. No era una alumna muy dedicada, sólo me interesaba que me fuera bien en inglés en la escuela. Eso no fue muy inteligente, pero llevó a que años más tarde decida volver a viajar a Estados Unidos. Esa experiencia resultó fantástica y, al final, todo salió bien”. Vivió en Dallas – Texas desde marzo de 2002 a abril de 2003 pero, sabiendo que volvería tarde para ingresar a la facultad, antes de irse, hizo el cursillo de ingreso para la carrera de Licenciatura en Genética en la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales (FCEQyN), de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), en Posadas, “que era conveniente y me atraía mucho”. Aseguró que durante su estadía en EEUU aprendió mucho sobre culturas diferentes, y el respeto a las diferencias, “lo que creo que, de cierta forma, me preparó para mi vida en el exterior”.
Como proviene de una familia grande (su mamá tiene ocho hermanos, y su padre, cuatro), en la que varios integrantes son profesionales, “recibirme fue un camino obvio para mí. Así que al volver comencé a cursar la licenciatura en genética, que me encantó y fue un desafío en muchos momentos. Creo que ese fue el camino correcto. Desde chiquita decía a mi abuela materna que estudiaría sobre enfermedades. Recuerdo que a los 8 o 9 años le decía que iba a encontrar la cura para las várices aunque confieso que nunca siquiera exploré esa área”.
La importancia de la educación
Finalizando el tercer año de la facultad, realizó un segundo intercambio que la volvió a llevar a los Estados Unidos. Se trató de uno que “se llamaba work and travel, que era dedicado a estudiantes universitarios durante las vacaciones de la facultad. Así que entre diciembre de 2005 y abril de 2006 viví en New Hampshire, trabajando como moza en un resort de esquí. Fue una experiencia maravillosa en la que, definitivamente, aprendí sobre la importancia de la educación. Además de otros universitarios como yo (de Argentina y Brasil) había muchos americanos que trabajaban allá, y para la mayoría no había perspectiva de crecimiento porque no tenían estudios. Así que cuando volví estaba decidida a poner todo de mi para terminar la carrera, y empecé a participar como alumna en el laboratorio de Biología Molecular Aplicada, donde hice mi tesis sobre el virus del Dengue en Misiones, con la supervisión del profesor Dr. Javier Domingo Liotta”.
Cuando se recibió, en octubre de 2008, ya había decidido que quería viajar al exterior para hacer un doctorado, seguir la carrera en genética humana, estudiar enfermedades. En los primeros años de la facultad un amigo falleció a raíz de un cáncer, “lo que además de marcarme fue importante para elegir mi vida. Lo ocurrido fue el gatillo que me hizo buscar experiencia en esa área. Y como tenía muchas experiencias lindas en Brasil (relacionadas a vacaciones en las playas), terminé buscando mi lugar en el país vecino”.
Fue así que después de una búsqueda intensa sobre universidades con investigación en genética humana de alto nivel, y después de pasar por pruebas de conocimiento, inglés y portugués, en febrero de 2009 “me mudé a Ribeirão Preto (Estado de São Paulo), para cursar en el departamento de Genética de la Facultade de Medicina de Ribeirão Preto de la Universidade de São Paulo, una maestría y después un doctorado en genética, con supervisión del profesor Dr. Luiz Tone”.
Durante los cinco años de doctorado “participé en diversas investigaciones con genética humana, y tuve la suerte de tener como colega y amiga, y co-supervisora de mi doctorado, a una argentina, la profesora Dra. María Sol Brassesco, que también es licenciada en genética”. Como en la prueba de ingreso quedó en segundo lugar, recibió una beca federal durante el primer año de la maestría, y en el segundo año, una beca estatal (de la FAPESP), que además de tener un valor mensual mayor incluía auxilio para participar de eventos científicos y material para investigación, “que es una de las principales limitantes para las investigaciones científicas”.
En el doctorado también fue beneficiada por una beca de la FAPESP. “Mi investigación principal en esos años fue en cáncer, pero como tenía experiencia con virus, siempre hubo una interfase. Durante esos años tuve la oportunidad de capacitarme y participar en diversos cursos, congresos y eventos científicos nacionales e internacionales”, manifestó entusiasmada.
Cuando culminó su doctorado, en julio de 2014, se estableció en la capital de São Paulo para hacer un posdoctorado. En realidad, en esa época “junté mis necesidades personales y profesiones. Esta ciudad posee muchas instituciones de investigación de alto nivel, y como orientación de la institución financiadora era necesario que cambie de laboratorio para realizar mi posdoctorado. Así, entre 2014 y 2017, hice un posdoctorado en salud humana en el Instituto Sírio Libanês de Ensino e Pesquisa, del Hospital Sírio Libanês, uno de los mejores en la ciudad. Durante el posdoctorado también tuve beca de la agencia FAPESP, mi investigación principal fue sobre unas moléculas llamadas microRNAs que controlan la expresión génica, y están desregulados en diversas enfermedades pudiendo ser usadas como biomarcadores diagnósticos”.
Durante todos sus estudios se mantuvo ligada al tema de virus, participando en investigaciones sobre dengue, zika y chikungunya, enfocando, principalmente, en el aspecto molecular y celular. Sin embargo, durante los años de formación académica “mis proyectos principales fueron esos aspectos (moleculares y celulares) para auxiliar en el entendimiento del cáncer”.
Cuando terminó su posdoctorado, en 2017 fue contratada como profesora-doctora por la Universidade Anhanguera de São Paulo, perteneciente a Kroton/Cogna, que es el mayor grupo educacional del Brasil. “Desde entonces participo de los programas de posgrado stricto sensu de Farmácia, Biotecnologia e Inovação em Saúde y Ensino de Ciências e Saúde. Mi papel es realizar investigación y supervisiones a alumnos es sus estudios de posgrado y doy clases, tanto de graduación cuanto de posgrado.
En la facultad tengo líneas de investigación sobre enfermedades humanas, siendo que continúo con cáncer y microRNAs, virus y, con el tiempo, también incluí otras enfermedades, que continúa siendo mi pasión”, expresó.
En los últimos años lleva desarrolladas investigaciones sobre enfermedades de la modernidad, y estudios sobre fitoterapia.
Y a pesar de “directamente no estoy participando activamente en investigaciones sobre COVID-19, mi papel en esta pandemia se focalizó en mantener actualizados a mis alumnos sobre conocimientos sobre el virus, vacunas y opciones terapéuticas, porque mi área principal de actuación es biología celular y molecular, lo que está directamente relacionado con el virus, vacunas y terapias exploradas. Además de todos los cursos y eventos, estamos explorando con algunas alumnas sobre el efecto de la fitoterapia en el tratamiento de esta enfermedad”.
Cuando estaba realizando la maestría decidió revalidar su diploma de licenciada en genética, pensando en quedarse. Lo hizo en la Universidade Federal de Rio Grande do Sul (donde ya había antecedentes de revalidación de licenciatura en genética). Este trámite la llevó hasta Porto Alegre, y la obligó a pasar por São Paulo, donde se había radicado Fabricio Negrão, un amigo al que había conocido en EEUU. “Así que aproveché para visitarlo, y terminó en un noviazgo. Después de terminar el doctorado, y todavía de novia con Fabricio me mudé para São Paulo, y nos casamos un año después”, celebró la misionera.
Siempre que puede…
En São Paulo existe una comunidad grande de argentinos, incluso otros licenciados en genética, lo que contribuye a que “no se extrañe tanto pero siempre que puedo, vuelvo a Posadas. Hay muchas cosas que me atraen: tengo amigas de la época de la escuela -Lauri, Cynthia, Erika, Sa, Fa, Betty, Angie, Caro, Silvia, Nati, Maru- y sus maridos e hijos (detalle especial para Abby, la primera de la siguiente generación) que se fueron incorporando y se volvieron amigos y hasta compadres, como Iván. Tengo un lindo ahijado, Franco, y dos grandes amigas, Cintia y Gabi, de la época de la facultad. Y tengo a mis padres, mi hermano mayor, Mati, y mi mejor hermana, María Belén; su marido Emanuel, y su lindo hijo, mi sobrino Pedrito, de un año y medio. Todo ellos y la cultura (el tere con amigos, las salidas a la costa, las chipas, las empandas, las facturas) me atraen a volver las veces que puedo”.
Aseguró que lo que más extraña es la gente, la cultura. “No niego que me gusta Brasil, como son de animados y educados, tengo muchos y muy buenos amigos acá y una familia política fantástica”, dijo. Entiende que todo en la vida tiene un precio y, “si yo elegí tengo que ser feliz, si no lo soy, tengo que elegir de nuevo y de forma diferente. Creo que eso me ayuda mucho. Siempre que quiero algo voy detrás: si quiero tereré me hago, si quiero cumbia pongo en la radio (escucho frecuentemente radios argentinas), si quiero facturas o empandas descubro dónde venden o cómo se hacen. Por suerte vivimos en una época en la que todo es posible, somos libres y estamos conectados, todo eso facilita mucho vivir lejos. Y así como allá hay cosas que me encantan, acá hay otras. Estoy en una ciudad grande, con muchas oportunidades”, señaló.
La vida te da sorpresas
Confió que al iniciar la vida academia científica siempre pensó en ser investigadora, pero que en Brasil, la investigación esta directamente ligada a la docencia, “lo que por mucho tiempo me preocupó bastante. Quien me conoce personalmente sabe que soy muy acelerada, poco paciente y que hablo rápido, y pensé que eso sería un problema, porque realmente ser sólo investigadora no es tan fácil”. Pero, para su propia sorpresa, descubrió que realmente “mi pasión por las investigaciones sobre enfermedades humanas es igual de grande que la de enseñar sobre eso. Lo que más me gusta de mi trabajo es que me permite explicar sobre enfermedades y cómo funciona el cuerpo con conocimiento científico verdadero. Realmente creo que el conocimiento es fundamental para la humanidad. Entender y saber te permite tomar las decisiones correctas (o las mejores posibles) y, adicionalmente, quien sabe está preparado, lo que reduce el miedo. Para mí, el conocimiento es la mejor herramienta, y siendo del área de salud, me encanta explicar cómo funcionan las enfermedades, la parte celular y molecular relacionada, principalmente porque mis alumnos serán profesionales en esas áreas”, admitió.
Y, “lo que adoro, es poder ser parte de la producción del conocimiento científico básico. En tiempos como éste, de pandemia, es evidente la importancia de mi trabajo. Si no supiéramos cómo funciona la respuesta inmune no hubiéramos buscado construir vacunas, si no tuviéramos las técnicas genéticas no entenderíamos cómo alterar virus o sus partes para usarlos en vacunas, o si no supiéramos sobre el mecanismo por el cual un virus entra en la célula, y lo que eso significa, no podríamos explorar terapéuticamente. Todo en biología esta interconectado y eso me fascina”, aseveró.
Para Pezuk, es una pena que “muchas personas todavía no entiendan la necesidad de la construcción del conocimiento científico básico, pero yo me siento privilegiada por buscar respuestas para producir saberes sobre biología que tienen un gran impacto en la humanidad”.