Cuando Eduardo Daniel Ganser (59) inició el emprendimiento no imaginó que el suyo sería un comercio exitoso que hoy cumple 40 años de permanencia en el mercado y sigue brindando soluciones concretas a los ciclistas de la región. Además del sacrificio y la constancia, el éxito de Ganser radica en incorporar al stock los elementos que el cliente prefiere.
“Tenés que modernizarte, buscar las cosas que el cliente quiere y estar siempre atento a esa demanda. A medida que pasaba el tiempo me di cuenta que tenía que seguir trayendo las cosas que la gente quería, no lo que a mí me parecía interesante. Los grandes fabricantes de bicicletas van largando novedades, entonces, vos tenés que adaptarte al sistema. Te vas acomodando, como a todo”, manifestó el comerciante que a los 19 años decidió desafiar al entorno y a sí mismo para llevar adelante el proyecto que tenía en mente y que con el paso del tiempo se convirtió en una empresa familiar, albergando a un público sumamente exigente.
Actualmente posee casi 900 bicicletas en stock, desde las más económicas hasta las más sofisticadas, que pueden valer casi tanto como un automóvil. “Si los clientes llegaran a ver las cosas que aparecen en el mercado nacional como mundial, no lo podrían creer”, acotó.
Quien se especializó en la venta y mantenimiento de bicicletas, expresó que, por ejemplo, “cuando empezaron a venir los frenos a disco tuvimos que traer todos los aparatos para poder sacar el aire. Nos fuimos adaptando a lo que es hoy, y no pensemos en lo que se viene. Entre ellas, las cosas que se van agregando para convertir a la bicicleta en un medio de transporte eléctrico”.
Surgen los avances y “tenés que ir adaptándote al sistema, por eso muchos se quedan en el camino. Antes era vender, cambiar cubiertas, ahora le brindamos servicio posventa al cliente, con 30, 60, 90 y hasta seis meses de service, para que no dude en regresar ante cualquier inconveniente”.
Después de adquirir un rodado, “quiere que lo sigas atendiendo y que sigas agregando cosas a su bici. Le pone un manubrio más alto, luego lo cambia por uno más bajo, te pide otro pedal porque el original no le gusta, que le suba el asiento, que lo baje, que instale un portabicicletas para una, dos o tres unidades porque busca iniciar una travesía, y así una infinidad de cosas. Y, a veces, no es lo que a uno le guste, sino lo que el cliente pide. Pero siempre tenés que darle servicio de aire, aceite, gomines, de manera gratuita”.
Admitió que durante los meses de pandemia, “trabajamos bien pero tengo camaradas que están sufriendo las consecuencias. Es que la parte financiera tuvo un vuelco importante. Antes comprabas 20 bicicletas y te ofrecían otras diez a pagar con cheque a 90 días, ahora exigen el pago por adelantado sin tener certeza del envío, y no aceptan documentos. Todo cambió considerablemente en tres o cuatro meses pero gracias a Dios, los empleados siguieron cobrando, se pudo comprar mercadería, reponer, cargar y pedir”.
Nunca pensó en llegar a este nivel de competitividad cuando en los inicios las proyecciones no eran las mejores. Contra todo pronóstico, su comercio llegó a albergar a más de 17 mil tipos de artículos, de diferente calidad, diseño, modelo, además de ropa e indumentaria para los ciclistas.
Ganser, iniciador y colaborador de las peregrinaciones ciclísticas a la Basílica de la Virgen de Itatí durante 30 años, se mostró satisfecho con los logros obtenidos en este tiempo.
“Gracias al negocio pude darme muchos gustos. Viajar fue una de las satisfacciones. Haciendo una evaluación, creo que tengo el negocio que yo quería tener, un local céntrico, lindo, amplio, con un espacio donde la gente se pueda sentar a esperar a ser atendida o a que le reparen el rodado. Siempre trato de tener la mayoría de los repuestos. Siempre estoy buscando brindar soluciones concretas al ciclista”. En este nuevo aniversario, volvió a redoblar el agradecimiento a amigos, clientes y proveedores por el apoyo y la confianza depositada a lo largo de estos 40 años.
Exitoso, contra todo pronóstico
Ganser no puede evitar emocionarse al ser consultado sobre sus inicios en la actividad. “Empecé a los 12 años trabajando en esto, aprendí a soldar, en Bicicletería Báez, después trabajé un poco en Juañuk, y a los 19 años me instalé en un pequeño local frente al Club Unión, donde estuve diez años. Empecé con un destornillador y una pinza”, contó.
La gente pasaba por el lugar y preguntaba “qué iba a poner, al comentar que sería una bicicletería, respondían con una carcajada. Veinte días te doy, decían. Una señora que vivía sobre la calle San Lorenzo y me conocía de chiquito, me traía un plato de comida todos los días. Su familia me ayudó mucho, me apuntaló, por lo que estoy sumamente agradecido. Después tenía muchos amigos que me decían tengo una bicicleta vieja en casa, rescaté la de mi abuela, como para que fuera haciendo mis primeras armas”, agregó.
En los inicios, “utilizaba el flitero para pintar, lo cargábamos de pintura y realizábamos el trabajo. Después hice un horno para cocinar la pintura. Dejabas tu bici por a la mañana y a la tarde ya estaba terminada. Sabía hacer lo que tenía que hacer. Si me tenía que quedar hasta las 2, quedaba trabajando sin problemas”.
Ganser tenía 19 años cuando comenzó a desandar este camino. Aún cree que “estaba muy loco para poner un negocio, solo, sin el respaldo familiar. Durante diez años no cerré los domingos. A lo largo de 18 años no cerré al mediodía, estuve al pie del cañón, y todo lo conseguí a base de sacrificio”.