Cuando las herramientas son destinadas a la inclusión, cuando son aprovechadas para integrar a jóvenes con discapacidad al oficio formal, al trabajo, a su desarrollo, cuando estos instrumentos costaron años de proyectos e intenciones docentes y en un instante se esfuman, desaparecen, se las roban y no hay ninguna respuesta, la sensación es abrumadora y no es poca la bronca.
Para los alumnos de la “Escuela Especial de Formación Integral para Jóvenes y Adultos 1” la cuarentena obligatoria para frenar la pandemia mundial de coronavirus y los ladrones que se llevaron todos los elementos indispensable para su capacitación, se convirtieron en los peores capítulos de terror que hayan imaginado.
El centro educativo público (dependiente del Consejo General de Educación de la provincia) que funciona por calle Félix de Azara al 2037, pleno microcentro entre La Rioja y Entre Ríos, a menos de 70 metros del edificio principal de la Unidad Regional 1 de Policía, enfrente al Juzgado de Ejecución Penal Federal y rodeado de comercios con servicios de videovigilancia, fue literalmente saqueado.
Desconocidos se llevaron todas las herramientas electrónicas, informáticas, eléctricas y mecánicas utilizadas para capacitar en oficios a adolescentes entre 14 y 18 años, pero también a mayores con algún grado de discapacidad. Y, desde que fue denunciado el robo el sábado 23 de mayo pasado, no hubo avance de la investigación, los directivos no recuperaron “absolutamente nada”.
Sin poder establecerse tampoco qué día se produjo la desaparición. sólo que fue en el plazo de la cuarentena entre el 20 de marzo y el 23 de mayo, lo único inconstrastable para los educadores es que desaparecieron todas la computadoras e impresoras, diez netbooks del plan Conectar Igualdad, las herramientas de carpintería, todos los elementos del taller de cocina, un proyector de imágenes, una cámara digital, un equipo de sonido y otro para reproducir música.
“Todo lo necesario para que los chicos se capaciten en oficios, ingresen al ámbito laboral, todo se llevaron”, remarcó Silvia Alicia Soria, directora del establecimiento afectado.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, la docente describió la sensación que comparte con sus colegas: “No sabemos cómo vamos a hacer para volver a trabajar con los alumnos, porque no nos dejaron nada, nos pelaron”.
El robo se registró en una zona céntrica, donde las recorridas de patrulleros no son sólo de la Policía provincial. No sólo casas particulares, edificios particulares y comercios se vigilan alrededor, también hay dependencias judiciales federales, un local partidario político oficialista, por ejemplo.
“Los chicos vienen y aprenden albañilería, carpintería, cocina, informática, los llevamos a practicar canotaje adaptado, equinoterapia, clases de robótica. Muchos de ellos se adaptan al colegio secundario”, amplió Soria y destacó: “Docentes y alumnos estamos compungidos, sólo durante los cuatro años de la gestión presidencial anterior no recibimos ayuda o respuesta para la escuela”. “Es un esfuerzo muy grande el que nos robaron, años de proyectos socioeducativos presentados y avanzados. Ahora nos quedamos con nada para volver”.