En un editorial, la publicación inglesa afirmó que “en lo que tanto Argentina como el FMI coinciden, es en golpear a acreedores privados, quienes a lo largo de los años han sido tan crédulos como los votantes y los tecnócratas del FMI“.
El artículo señala que el presidente Alberto Fernández y la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, “pretenden limpiar el desorden que heredaron“. Consideró que una renegociación exitosa conducirá “a una reducción del capital e intereses”.
The Economist recordó que el organismo multilateral de crédito encabezó en 2018 el vigésimo primer rescate al país y señaló que en el contexto actual están en juego una montaña de dinero y la credibilidad de la misión de Georgieva de reinventar el FMI.
El Fondo es el mayor acreedor de la Argentina con US$ 44.000 millones del total de deuda en moneda extranjera que la Argentina intenta renegociar, afirma la publicación. Frente a la demanda de algunos acreedores de que el FMI recorte también sus acreencias, el artículo sostuvo que el Fondo “tiene el trabajo de prestar cuando otros no lo harán, y por lo tanto tiene el derecho a insistir en que se le pague, incluso cuando a otros no”.
“El país está tambaleando por la caída del peso, reservas reducidas y una amarga recesión“, afirmó el semanario británico.
Recordó el planteo del Fondo sobre que “el ajuste del cinturón requerido para pagar todas las deudas no es económica ni políticamente factible“.
Resalta que “los acreedores se apilaron en la compra de los bonos soberanos argentinos a 100 años, emitidos en 2017, que ahora valen 42 centavos por dólar”.
“La Argentina necesitará un nuevo préstamo para ayudar a pagar el viejo“, afirma The Economist, y señala que “se espera que el Gobierno presente el próximo mes una propuesta formal de reestructuración de la deuda”.
El editorial cuestiona que, mientras que en el pasado este tipo de programa implicaba préstamos a largo plazo en conjunción con demandas de austeridad, las autoridades argentinas “han estado haciendo lobby al Fondo y a los ministros de finanzas del G7 para que adopten un enfoque más blando que priorice el crecimiento”.
Esa postura coincide con “la ambición de Georgieva de refundar el FMI: en lugar de seguir siendo el disciplinador de las finanzas globales”, haciendo “más por ayudar a los países pobres a crecer en el largo plazo“, describe.
“El problema es que muchos gobiernos argentinos, inversores y funcionarios del FMI contaron con que el crecimiento restablecería la salud de la economía argentina, sólo para defraudarse“, afirma el editorial.
Si bien coincide en que el Fondo “debe evitar imponer innecesaria humillación o sufrimiento en Argentina, también sostiene que “debe evitar consentir la ilusión de que de repente se convertirá en una economía próspera”.
El artículo llama a que “el gobierno gaste menos en jubilaciones, empleados públicos y subsidios a la energía, y, en cambio, más en inversión, para que la perspectiva de crecimiento de Argentina mejore”.
Además, aboga por una estructura impositiva “más amigable con las exportaciones y con leyes laborales menos perjudiciales para la contratación”.
A su vez, la nota editorial insta a la titular del FMI a proponer “unas pocas metas duras sobre el déficit y la inflación“, y dejar que “sea el gobierno el que vea cómo alcanzarlas: creciendo más rápido, si es posible, o si no, apretando entonces el cinturón”.
Fuente: Agencia de Noticias AFP/NA