Esta es una historia acerca de cómo vemos el mundo y cómo podríamos verlo de otra manera. Una historia de lecturas y culturas tan diferentes como maravillosas.
Una historia que a pesar de haber sucedido hace casi una década es bueno recordarla y tenerla presente porque como la misma Morgan lo dice: “Es la historia del poder que tienen los libros para conectarnos a través de divisiones políticas, geográficas, religiosas, sociales, culturales. Es sobre el potencial en el que tienen que trabajar juntos los seres humanos. Su testamento a los tiempos extraordinarios en que vivimos en donde, gracias a Internet, es más fácil que nunca para un extraño compartir una historia, una visión del mundo, un libro, con alguien que tal vez nunca conocerá, al otro lado del planeta”.
Como ya se dijo, todo comenzó cuando Morgan se dio cuenta que si bien siempre se había visto como alguien bastante culta, “el descubrimiento de este masivo punto ciego cultural en mis lecturas me dejó en shock. Sabía que tenía que haber muchas historias increíbles por ahí de escritores que escriben en lenguas diferentes al inglés. Y parecía muy triste pensar que por mis hábitos de lectura probablemente nunca me toparía con ellos”.
A partir de esta claridad, Morgan decidió automedicarse “con un curso intensivo de lectura global, para tratar de leer una novela, una colección de cuentos o una memoria de todos los países del mundo”.
La escritora reconoce que aprendió cosas emocionantes “e hice algunas conexiones maravillosas a pesar de haber comenzado “con algunos problemas prácticos como que sólo alrededor de un 4,5% de las obras literarias publicadas cada año en el Reino Unido son traducciones y las cifras son similares para gran parte del mundo de habla inglesa. Sin embargo, la proporción de publicaciones de libros traducidos en muchos otros países es mucho más alta”.
Esto le permitió darse cuenta que “hay muchas naciones que pueden tener poca o ninguna literatura comercial en inglés disponible. Sus libros siguen siendo invisibles para los lectores del lenguaje con más publicaciones del mundo”.
Luego de sortear estos primeros escollos, Morgan se enfrentó a lo que ella misma definió como el mayor reto de su proyecto: “Por dónde empezar”.
Después de haber pasado la vida leyendo casi exclusivamente libros británicos y norteamericanos no tenía idea de cómo conseguir y encontrar historias y escogerlas entre muchas del resto del mundo, “no podía ocultarlo: era una xenófoba literaria sin idea”, reconoció.
Y como casi siempre en la vida, reconocer nuestras limitaciones es el primer paso para comenzar a avanzar, aceptó que debería pedir ayuda por lo que ergistró su blog ayearofreadingtheworld.com y publicó una corta petición en línea: “Expliqué quién era, lo cerrada que había sido mi lectura, y pedí a quien quisiera que dejara un mensaje sugiriendo qué podría leer de otras partes del planeta”.
Cuatro días después de poner su petición en línea, recibió el mensaje de una mujer llamada Rafidah en Kuala Lumpur quien le dijo “que le encantaba cómo sonaba mi proyecto y que podría ir a su librería local de libros en inglés y escoger mi libro de Malasia y enviármelo. Acepté con entusiasmo, y unas semanas más tarde, llegó un paquete no con uno, sino dos libros, la elección de Rafidah de Malasia, y un libro de Singapur que también había elegido para mí”
La escritora comenta que en ese momento le sorprendió muchísimo algo que se convertiría en patrón a lo largo del año, la bondad de la gente para ayudarla en su proyecto.
“Algunos se dieron a la investigación en mi nombre y otros hicieron desvíos en vacaciones y viajes de negocios para ir a las librerías por mí. Resulta que, si quieres leer el mundo, si quieres encontrarlo con mente abierta, el mundo te ayudará”, sentenció.
Otra de las complicaciones con la que se topó en el camino fueron los países con poca o ninguna literatura comercial en inglés disponible. Fue así como llegó a leer obras inéditas porque los autores se las enviaban para colaborar con ella.
“De Suecia a Palau, escritores y traductores me enviaron libros publicados individualmente y manuscritos inéditos de libros que rechazaban las editoriales de habla inglesa o que ya no estaban disponibles, dándome atisbos privilegiados de algunos mundos imaginarios notables”.
Contó que leyó, por ejemplo, “sobre el rey de África Austral Ngungunhane, que lideró la resistencia contra los portugueses en el siglo XIX; y sobre los rituales matrimoniales en una aldea remota a orillas del Mar Caspio en Turkmenistán. Conocí la respuesta de Kuwait para Bridget Jones. Y leí sobre una orgía en un árbol en Angola”.
Pero tal vez el ejemplo más sorprendente de las molestias que las personas estaban dispuestas a tomar para ayudarla llegó hacia el final de mi búsqueda, cuando buscaba un libro de la pequeña nación insular africana de habla portuguesa Santo Tomé y Príncipe.
Para poder leer algo de ese país, “parecía que la única opción que me quedaba era ver si podía conseguir algo traducido para mí desde cero. Realmente dudaba si alguien iba a querer ayudar con esto, pero tras una semana de hacer un llamado en Twitter y Facebook para hablantes de portugués, tenía más gente de la que podía involucrar en el proyecto, incluyendo a Margaret Jull Costa, una líder en su campo, que ha traducido la obra del Premio Nobel José Saramago”.
A raíz de esta experiencia y como le pasó a lo largo de todo ese año, Morgan se dio cuenta que “estar abierta acerca de mis limitaciones se habían convertido en una gran oportunidad. Mi debilidad se había convertido en la fortaleza del proyecto”.
Finalmente comentó que los libros que leyó ese año le abrieron los ojos a muchas cosas. Quienes disfrutan de la lectura lo sabrán, “los libros tienen el poder extraordinario de llevarte fuera de ti mismo y ponerte en la mente de alguien más, de modo que, durante un tiempo al menos, miras el mundo a través de los ojos de ese alguien, lo que puede ser una experiencia incómoda, especialmente si estás leyendo un libro de una cultura que puede tener valores bastante diferentes a los tuyos. Pero también puede ser muy esclarecedor ya que luchar con ideas poco familiares ayuda a clarificar tu propio pensamiento. Y también puede mostrarte puntos ciegos en la forma en podrías haber estado mirando el mundo”.