El municipio homenajeó al “poeta” Rodolfo Camacho bautizando con su nombre al barrio en el que vivía. Alumnos de dos colegios de la localidad también reconocieron al escritor con dos murales alusivos a su trayectoria. Camacho falleció el 15 de septiembre, a los 85 años. Más de la mitad, los llevaba vividos en la Capital de las Araucarias. Nacido en Tarija, Bolivia, escribió más de un centenar de poemas y los publicó en dos ediciones. “Eligió a San Pedro para dedicarse a escribir. Encontró acá un lugar y un espacio para sus obras”, manifestó su esposa. También fue un defensor de los Mbya Guaraníes, de las araucarias y de la naturaleza, de quienes dejó reflejo en sus escritos.
También fue un admirador y estudioso del comandante Andrés Guacurarí Artigas.
Camacho dejó de existir hace dos meses. Su esposa e hijos no logran superar la pérdida y no tocaron la habitación donde trabajaba con sus poemas, sus tallas y otras obras culturales. Tenía 85 años, de los cuales vivió 42 en este municipio del Norte misionero. El día que sus deudos acompañaron el cuerpo sin vida de Camacho al cementerio municipal de San Pedro, alumnos de dos colegios estaban pintando sendos murales para homenajearlo.
Están ubicados en el muro de la empresa Correo Argentino, sobre la avenida 25 de Mayo. Los colegios que rindieron homenaje al poeta son la EPET N° 20 y el CEP N°34, de Tobuna. Este último, y para la celebración del “Día de los Estudiantes” inscribió en su carroza la misma frase que utilizó en la construcción del muro. Una frase que él plasmo en uno de sus versos. “Yo conozco el verde de la selva y su larga enredadera, el aroma vegetal que al pasar la lluvia deja”, reza el escrito. Estas dos instituciones educativas están muy identificadas con Camacho porque daba charlas a la comunidad educativa y la visitaba con frecuencia.
El Concejo Deliberante aprobó la Ordenanza de delimitación de los barrios de San Pedro con los nombres. Uno de los conglomerados que creó con esa normativa se llama “Poeta Rodolfo Camacho” en homenaje al recientemente desaparecido escritor sampedrino. Un homenaje que el municipio le hizo a su embajador. El barrio es parte de donde vivió Camacho con su familia por la calle granadero Miguel Chepoyá, desde que pisó esa ciudad y la eligió para pasar sus días.
Nació el 27 de febrero de 1937 en Tarija, Bolivia. Desde muy joven se vino a la Argentina. Primero a Buenos Aires y mediante repetidos viajes de trabajo conoció la provincia de Misiones. Primero residió en Posadas y más adelante en el Alto Paraná. Trabajó en diversos obrajes, aserraderos, yerbales. También como pintor y como albañil. Sus trabajos le llevaron a San Pedro, donde conoció a Otilia Pedrozo, con quien se casó hace 50 años. Tuvo ocho hijos, tres hombres y cinco mujeres. Uno de los varones falleció siendo muy chico. Gladys (47), Susana (40), Fernando (42), Ariel (45), Miriam (39), Soledad (33) y Zulma (30), llevan en alto la memoria de su padre.
A dos meses de su partida, sus familiares están sumergidos en el más profundo dolor. Todavía no quisieron entrar a la habitación donde el dueño de casa trabajaba con sus creaciones. “El escribía poemas, tallaba maderas con sus poemas y hacia imágenes de Andrés Guacurarí. Está todo tal como él dejó antes de enfermarse. Nos cuesta mucho entender este adiós”, dijo Gladys, su hija mayor. Su esposa, Otilia recordó a su esposo como un apasionado por la naturaleza, por los Mbya y por la gente de San Pedro. “El eligió a San Pedro por su naturaleza, por sus paisajes, por su gente.
Decía que este era un lugar hermoso como fuente de inspiración para sus escritos. Se puede ver su pasión por San Pedro en sus poesías. Siempre reflejó lo que le transmitía la naturaleza, fue un defensor de los Mbya, iba a las aldeas y pasaba días junto a ellos. También era defensor de las araucarias. El destino hizo que un día llegara hasta aquí y él lo eligió para quedarse el resto de su vida”, agregó emocionada su compañera. Sus herederos destacan también su admiración hacia Guacurarí. “Fue un admirador de Andresito. Leía y estudiaba todo lo relacionado a Andresito. A pesar de no ser argentino, sabía más que nosotros, que somos de acá. Le hizo un poema para su héroe que está plasmado en su primera publicación. También hacía imágenes de Guacurarí en madera y las regalaba a las escuelas, donde daba sus charlas. Decía que todos los alumnos debían conocer al prócer misionero. Donde le daban la oportunidad, él disertaba sobre su vida”.
Uno de sus atributos era el recitado. Recitaba sus poemas y obras de otros autores misioneros. Recorrió escenarios y festivales en la provincia llevando sus poemas. Eso le valió ser elegido como “embajador misionero” y designado como “recitador”. Pudo actuar en escenarios nacionales como en la provincia de Córdoba. Detrás de una foto donde se encuentra ataviado con la vestimenta típica de “misionero”, y para que no quedaran dudas, escribió: “Mi presentación en el escenario nacional.
Provincia de Córdoba, representando a Misiones como recitador de letras de mi autoría”.
También recibió el reconocimiento de la Cámara de Diputados de Misiones por su arte. Los sampedrinos tuvieron a una persona que se dedicó a contar en forma de versos los detalles de la naturaleza y de la gente de la localidad. Camacho dejó plasmado en sus letras, tallados y trabajos manuales: “El salvaje encanto de la poesía misionera”. Pudo reflejar a los vegetales, animales, personas y paisajes. Escribió sobre las araucarias, los animales autóctonos y defendió al loro “pecho vinoso” que sólo vive en la zona de Tobuna. Los paisajes y la verde selva que envuelven con su manto la ciudad “elegida” para vivir. También habló de su gente, defendió al Mbya, escribió el dolor de los familiares de la pequeña Andrea y de todo San Pedro por la pérdida de una hija, que desapareció un día después de Navidad, hace más de quince años. También escribió al hachero, al peregrino del monte, a los vendedores de las calles. Publicó con sus propios recursos económicos dos libros conteniendo sus poemas. Luego los distribuyó en todas las escuelas de San Pedro.