Atravesar el arroyo Cuña Pirú fue siempre un verdadero reto para la media docena de familias Mbya Guaraní que conforman la Comunidad Nueva Esperanza. Hace tres años la situación había mejorado con la construcción de un puente colgante, elaborado con tablas de madera, pero las constantes inundaciones del cauce hicieron que la obra se destruyera por completo. Hace casi un mes, gracias a la gestión y los aportes de la Fundación Misión Guaraní Mbya y a la colaboración de la Municipalidad de Ruiz de Montoya, se levantó un viaducto de cemento, tipo pasarela, que se ubica sobre el agua, que les permitirá movilizarse sin inconvenientes.
Jorge Kelm, es un misionero de la Iglesia Evangélica Pentecostal Misionera, que junto a su familia decidió radicarse junto a los aborígenes del Valle del Cuña Pirú. “Decidimos renunciar a la vida en la ciudad porque sentimos que Dios nos llamó a hacer este trabajo misionero entre los guaraníes y a dedicar nuestro tiempo, nuestra vida, para servirles en lo que hiciera falta”, dijo, al hacer notar que en esta situación, pudieron “dar una mano”.
Contó cómo desde hace años buscaban encontrar al problema, una solución de base. En junio de 2016 habían terminado de construir un puente colgante pero en enero de 2017 vino una inundación muy grande, como hacía 50 años no ocurría, y destruyó el puente que se usaba sólo para cruzar caminando. Con mucho sacrificio, lo habían reconstruido en marzo de ese año, pero en abril volvió a repetirse la creciente, aún más alta. Y lo destruyó en su totalidad.
Entonces, “pensábamos, orábamos y preguntábamos ¿qué teníamos que hacer? ¿por qué la obra no funcionaba? Y como “nuestro sueño, nuestra idea era invertir más en esta comunidad, levantar un instituto de capacitación, y necesitamos cruzar, hacer infraestructura y tener prioridad para que los maestros puedan venir a dar clases y se pueda atender también en el tema de la salud, decidimos construir un puente de cemento”, manifestó.
A mediados del año pasado, Kelm había hecho un pequeño video mediante el cual pedía que los “hermanos” de su iglesia que los ayuden económicamente para poder levantarlo “porque por nuestros medios era imposible”. Un amigo pastor que se encontraba en Alemania compartió el material con los feligreses de una iglesia de Hamburgo, quienes se comprometieron a colaborar con un tercio del monto necesario.
Pasaron los meses, y este año tuvieron que ejecutar el proyecto.
Kelm recorrió los municipios y organismos públicos para completar los otros dos tercios pero “no pude conseguir. Como la comunidad es chica y está en crecimiento, no hubo posibilidades a través del Estado”.
Con Javier Velázquez, un amigo constructor, decidió hacer un presupuesto y cambiar el sistema de puente, en lugar de elevado, optaron por hacerlo tipo pasarela, como los existentes aguas del Cuña Pirú, y que desde hace 40 años continúan vigentes. Este sistema permite que cuando el agua de lluvia es abundante pase por arriba y después de dos o tres días, baje, y permita ser transitado normalmente. “Decidimos copiar el modelo. El constructor fue a la Municipalidad de Ruiz de Montoya, consiguió los planos y con el arquitecto Diego Pintaluba comenzó a hacer este proyecto.
Con el dinero que nos habían propuesto en Hamburgo podríamos lograr casi la totalidad del trabajo. Por eso fue también la intención de cambiar el estilo de puente”, manifestó.
Kelm recordó que en medio de estas decisiones, llegó el tesorero de la Fundación “Misiones solidaria”, que se encuentra en la zona de El Soberbio, quien “nos dijo que tenían posibilidades de colaborar con una parte de dinero si es que hacía falta. Contamos con ayuda financiera y pudimos ejecutarlo”. Iniciaron la obra durante los primeros días de septiembre y para fines de mes estaba finalizada. “Se hizo rápido. Fue un milagro porque durante ese lapso no se registraron lluvias.
Mientras se colocaban los tubos y se hacían perforaciones en las piedras para que quede bien cimentado, necesitábamos que no llueva, entonces hasta en eso vimos la mano de Dios que permitió que pudiéramos trabajar tranquilamente”, confió.
Con esta manifestación, “agradecemos a Dios porque no hubo inconvenientes y salió todo a la perfección. Realmente para nosotros este puente es un milagro. También para la comunidad de Nueva Esperanza, que está en pleno desarrollo, están plantando mandioca, sandías, para tener ventas y sobrevivir con eso. Este puente ayuda al desarrollo como comunidad, como familia, y al área de educación y de salud, también”.
Esta comunidad agrupa a media docena de familias. El problema es que la falta de acceso impedía desarrollarse, “hay núcleos que quieren mudarse pero no había posibilidades por este inconveniente.
Ahora creemos que la comunidad va a comenzar a crecer. A los originarios le gusta vivir acá porque es un lugar muy tranquilo, a 900 metros de la ruta provincial 7. Ahora creo que podrán venir”, agregó el promotor de la obra.
En diciembre de 2018 logró concretar la Fundación Misión Guaraní Mbya y fue a través de ella que pudieron gestionar estos recursos para hacer el puente. “No fue sólo de forma particular sino que logramos crear la fundación, a la que considero una herramienta importante. Cuenta con siete integrantes -soy el secretario- y en forma transparente conseguimos recursos, los ejecutamos y tenemos que rendir cuenta de cada centavo”, aseveró.