Se llama Demetrio Wladimiro Demeterchuk tiene 73 años, nació, creció y aún vive en la localidad de Tres Capones, en el departamento de Apóstoles.
Su familia llegó desde Ucrania a principios del siglo XX, que como la mayoría de aquellos primeros inmigrantes que poblaron la colonia, llegaban huyendo de la guerra y buscando un lugar donde rehacer sus vidas.
Estos inmigrantes europeos traían consigo sus sueños y esperanzas, además de una vasta cultura para el trabajo agrícola, por lo que su adaptación a las chacras fue inmediata y esto también se refleja en la pasión que siente Demeterchuk por su lugar de trabajo.
“Todos mis abuelos vinieron a vivir acá, con mi padre y mis tíos, y yo no cambio el campo por la ciudad, por ahí voy a pasear, pero para que yo viva en la ciudad…”, comentó Demeterchuk mientras negaba con la cabeza.
“Y como yo hay muchos que ya tienen la costumbre de estar acá, que vinieron y nunca se fueron a vivir a la ciudad, ni tampoco sus hijos, y hoy todavía estamos conservando las chacras. Y hasta ahora estamos bien acá, no nos quejamos porque tenemos muchas cosas de nuestra producción, y lo que no hay se compra”, continuó.
Es que “don Demeter”, como lo conocen todos en el pueblo, vivió prácticamente toda su vida en Tres Capones. Sólo se alejó de su amada chacra por un año y medio, cuando le tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio, en Yapeyú, Corrientes.
Y más allá de la actividad en la chacra, en sus más de 70 años pudo ver el crecimiento y desarrollo de la localidad a través de las décadas, guardando consigo innumerables historias, anécdotas y comparaciones con un tiempo pasado.
“Ahora se está plantando más que antes, pero hay muchas cosas que ahora ya no se siembran más, como el arroz o el trigo todo eso ahora ya no hay. Antes en la colonia todos tenían su buena melga de arroz, de trigo y después de mandioca y de maíz, todos eran alimentos naturales y se compraba sólo lo que no se tenía. Se criaba chancho, vaca, gallina, todo eso, y era una vida sana, era todo distinto”, relató.
Hoy Demeterchuk posee 22 hectáreas donde, en su mayoría, tiene plantaciones de yerba mate. Aunque también cuenta con otras dos chacras de 50 hectáreas, donde tiene vacas y otros animales. “Y así, un poco de vaca, un poco de yerba, y se va solucionando la situación”.
“Yo hasta ahora trabajo lo más bien, de mi salud no tengo problemas, y lo principal siempre es la salud de cada uno”, remarcó.
Las primeras industrias
“Volviendo un poco atrás en la historia de mi pueblo Tres Capones, cuando tenía 12 o 14 años, había dos fábricas, una de ellas sacaba esencia de la fruta de la granja común”, comentó Demeterchuk. Se ubicaba donde actualmente se encuentra la radio de Tres Capones y la Municipalidad.
“Ahí estaba la fábrica de los hermanos Hnatiuk. Uno de ellos, el reverendo Tijon Hnatiuk, fue quien trajo las primeras semillas de té, y produjo la primera plantación de la especie de Tres Capones”, recuerda Demeterchuk.
En su historia hace referencia al sacerdote Tijon Hnatiuk y su hermano Wladimiro Hnatiuk, quienes llegaron a principios del siglo XX a la Colonia Agrícola de Tres Capones.
En el año 1923 trajeron las primeras semillas de té que ingresaron al territorio de Misiones, y Wladimiro realizó la primera experiencia de plantar esas semillas en el suelo rojo misionero. No sólo eso, sino que logró producir té por primera vez en el territorio nacional, por lo que fue distinguido en 1932 por el Ministerio de Agricultura de la Nación con un diploma de honor. Hoy en día, ambos hermanos comparten el mismo panteón en el Cementerio de la Iglesia Ortodoxa en la localidad.
“Ellos también trajeron la planta de mango, que fue la primera de la zona. De ahí se fueron sacando las semillas y cada colono plantaba en su chacra. En ese tiempo era noticia la planta de mango y ahora hay en cada casa”, recuerda.
Continuando con las primeras industrias de la localidad, Demeterchuk destaca que también hubo dos fábricas de té.
“Eran de los hermanos Pardo, fue la primera fábrica de té de la zona, y allí trabajó mi tío. Esta siguió un tiempo, pero después los precios ya no convenían más y bueno, ahí empezaron a abandonar los teales y las fábricas”, explicó.
En cuanto a la fábrica de esencia frutal de los Hnatiuk, “don Demeter” relató que esta se logró mantener por un buen tiempo.
“Ellos llevaban la producción en tambores hasta Buenos Aires, porque allá tenían como un laboratorio que ocupaba la esencia de la cáscara de la fruta para hacer caramelos y perfumes”, explicó.
Era un trabajo arduo en tiempos de cosechas, y “acá en la colonia había cantidad de quintas. Cada colono tenía tres o cuatro hectáreas donde se recolectaban las frutas, y luego eso se llevaba en carro hasta la fábrica”.
“De chicos veníamos de la escuela, descansábamos un poco e íbamos a la quinta a trabajar. Se despojaba los árboles, se amontonaba todo y de ahí se llevaba para la fábrica”, contó.
“Fueron muchos años, pero después vino una peste y se empezó con la cancrosis. Ahí los árboles bajaron la producción y se empezaron a secar. Hoy en día yo sólo tengo dos plantas de naranja común, siendo que antes acá en la colonia estaba lleno”, se lamentó.
Demeterchuk también recuerda otra de las peores plagas que afectaron a la producción agrícola de la provincia: las langostas. Y aunque él no llegó a vivirla, sí pudo escuchar la historia de primera mano.
“Me contaban mi abuelo y mis tíos de cuando vino la langosta, era quizás el año 30 y algo, no recuerdo bien, porque antes para conversar con los abuelos tenías que buscarles, ellos no eran de muchas palabras, pero si le agarrabas de buen humor te contaban todo”.
“Las langostas, en ese tiempo fundieron las quintas, porque comían todo y dejaban sólo los palos. Me contaban que no había monte como ahora, que quedaba más bien poco, sólo algo de yerba, y los árboles que había estaban pelados, se quedaron sin hojas”, relató.
“Dijeron que cuando vino el primer destacamento de Gendarmería a Tres Capones, ellos andaban a caballo mientras hacían el recorrido por la colonia, y que los caballos tenían miedo de pasar por las calles del grueso de langostas que había, era impresionante”.
“El Gobierno les había dado chapas, para acorralar a las langostas y quemarlas, porque se reproducen rapidísimo. En 24 horas ya hay saltonas, y bueno, las acorralaban con esas chapas y sí, las mataban un poco, pero la reproducción era mucho más rápida. No había venenos ni nada, era fuego nomás y así pasaron esa época nuestro abuelos, tías y tíos”, comentó.
El desarrollo de Tres Capones
El pequeño poblado del sur de la provincia se encuentra en constante crecimiento. Según el censo nacional de 1991, Tres Capones contaba en ese entonces con sólo 41 habitantes, mientras que para el 2001, esa cifra ascendía a 225, quintuplicando el censo anterior y constituyéndose en una de las localidades con mayor crecimiento poblacional relativo. Hoy en día, cuenta con aproximadamente 2.500 habitantes, quienes se distribuyen entre los nuevos barrios y las chacras.
Ante este gran aumento poblacional es más que evidente que el aspecto de la localidad ha mutado muchísimo en las últimas décadas, y Demeterchuk mejor que nadie puede describir esto.
“Lo que aumentaron fueron los barrios. Vino gente de afuera por las casas que construyó el IPRODHA, y si bien hay personas de la zona, también llegó una partida de gente de afuera”, comentó.
“Pero está bien, porque ahora que aumentó la población tenemos asfalto, empedrado, hay casas nuevas, y hoy en la localidad tenemos carpinteros, albañiles, mecánico, tenemos juzgado, comisaría, registro, ya está todo muy completo”, resaltó el vecino.
“Hoy en Tres Capones tenemos todo, ya no hace falta ir a Concepción o Apóstoles, entonces se ha progresado de lo que era diez años atrás a lo que es hoy”.
“El que estuvo antes y viene ahora no va a reconocer la localidad, está muy cambiada y cada vez cambia más. Pero ese es el futuro de acá, y de la juventud que quede”. También destaca que ahora los jóvenes se pueden quedar en la localidad a estudiar, porque cuentan con escuelas primarias y secundarias.
“Antes tenían que ir a Concepción de la Sierra o a Apóstoles por la escuela secundaria. Hace 20 años alquilaban allá, o los que podían viajaban, y así. Era todo un sacrificio, ahora en cambio hay acá nomás”, se alegró.
Por otro lado, Demeterchuk recuerda que hace unos años las calles de la colonia se volvían intransitables en tiempos de lluvia, haciendo que viajar o salir de las chacras fuera algo imposible.
“Ahora mermaron muchísimo los problemas de los caminos, se hicieron alcantarillas y puentes nuevos. Todavía faltan cosas en la colonia, pero de a poco se están haciendo”.
El trabajo en las chacras
Con toda una vida de trabajar en la chacra, “don Demeter” es una voz más que autorizada para hablar de como evolucionó la actividad agrícola en todos estos años.
“Hoy se produce más, pero también es más costoso, desde el mantenimiento de las herramientas hasta el precio del combustible”.
Explica que “en sus tiempos” se compraba combustible por 200 o 300 litros para el mantenimiento de las chacras, pero que hoy en día eso sería imposible.
“Pero hay que seguir luchando por lo que uno tiene y así también en la vida. No tenemos que bajar los brazos, hay que luchar y seguir enfrentando con lo que hay, sino todo lo que hicimos se va destruyendo”.
“Hay que ponerle el hombro y seguir, si hay problemas de a poco se van solucionando. Y así es la vida en el campo, acá los colonos cada uno tiene sus vehículos, sus herramientas, su tractores, los chicos estudian, sólo hay que organizarse”.
“Es toda una lucha que hay detrás, acá no existen sábados o domingos. Se queja el que no quiere trabajar, porque tierras hay de sobra, semillas también. Sólo hay que agachar el lomo” concluyó.