Aromas. Sonidos. Colores. Paisajes. Lo menos pensado y en cualquier momento del día, puede servir de inspiración para que la diseñadora de modas, Eugenia Lutz (María Eugenia Amarilla Lutz), plasme la idea en un boceto, luego sobre una tela, y deslumbre sobre la pasarela. Con más de veinte años de experiencia, por estos días despliega su imaginación al máximo al momento de armar colecciones para presentar durante la Fiesta Nacional del Inmigrante, en su Oberá natal, o para un show como el de Cataratas Day, donde fue designada Embajadora del Diseño Misionero.
“Siempre me gustó coser, como las niñas que empiezan a preparar ropitas para sus muñecas”, manifestó al referirse al despertar de la vocación. Cuando tenía diez años, solía cruzarse a jugar con los hijos de los vecinos Wüst/Alba Posse. El dueño de casa tenía una hermana, Elina Wüst, que vivía en Australia y en los meses de verano se instalaba allí por alrededor de tres meses.
“La señora era diseñadora de modas, y a mí me encantaba. En lugar de ir a jugar con las nenas me metía en el cuarto de huéspedes para que me enseñara a hacer moldes y ropas. A esa edad ya me confeccioné mi primera pollera y mi primer pantalón”, relató.
Cuando terminó la secundaria quería ir a estudiar arquitectura porque “me gustaba mucho poder construir algo desde la base a través desde un plano y poder ir armando. El dibujo que era lo que más me gustaba”. Pero como única hija entre cuatro varones (Guillermo, Javier, Ariel y Fernando -ya fallecido-) pensó que sus padres, Mirtha Leonor Lutz y Carlos Amarilla, no la dejarían que se fuera lejos.
Pensó en la posibilidad de cursar en Paraguay, que era lo más cerca. Y un día su mamá la sorprendió al preguntarle si quería seguir diseño de moda. “Mis ojos se abrieron grandísimos, y lo primero que dije fue: pero me tengo que ir a Buenos Aires. Y ella me contestó: ¡y sí! No dudé, ahí nomas respondí: ¡sí quiero!”, contó. Empezaron a averiguar los institutos, las facultades en las que había diseño y terminó inscribiéndose en el Instituto Superior de Diseño y Arte Roberto Piazza, en Córdoba.
Asegura que ser alumna de un diseñador tan reconocido fue un placer porque “es un tipo muy generoso con su trabajo, y como docente también”.
Además, el nivel académico que tenía en ese momento “era increíble” porque albergaba a docentes que trabajaban en el teatro Colón, “súper preparados” que organizaban viajes a Buenos Aires para recorrer los vestuarios del teatro “a fin que podamos ver cómo se preparaba el detrás de escena. Fue una experiencia buenísima que no sé si se sigue realizando”.
Tenían materias como sociología con la profesora Susana Saulquin, referente en la sociología de la moda en Argentina, y cazadora de tendencias.
El nivel académico “era excelente y lo que pude aprender ahí fue espectacular, más allá que una con la experiencia aprende el doble de lo que absorbe en la academia. Pero la base fue excelente”, agregó, al tiempo que recordó que para el trabajo final confeccionó un vestido de novia tejido íntegramente a crochet. “Era campana plato, bordado con perlas, trabajo que llevó meses terminar”, acotó.
Se recibió en 1997 y comenzó a trabajar en Córdoba. Un año después volvió a Oberá para dar a luz a su primer hijo, Juan Cruz, que nació en marzo de 1999. Pero a los 20 días falleció su hermano menor, y ya no regresó.
Era una carrera novedosa, por lo que en la Capital del Monte no encontró más de dos colegas, que ya no ejercen. “Lo que se me ocurrió hacer para que la gente me conozca y para empezar a mostrar mi trabajo, fue un desfile con todos los trabajos que había confeccionado durante mis estudios. Una conocida, propietaria de una boutique, me propuso un desfile juntas. Ella haría un desfile para el relleno y el final, de alta costura, lo haría yo con mis vestidos. Tenía un excompañero de facultad que ya estaba trabajando con Piazza en sus colecciones. El prestigioso modisto estaba presentando su colección ‘Pecados capitales’ y mi excompañero había armado la parte que correspondía a ‘La lujuria’. Le pidió a Roberto si podía venir a participar en mi desfile con sus vestidos. Él accedió y fue como un plus para mí, poder presentar vestidos de la colección de Piazza en mi primer desfile lanzamiento para hacerme conocer por el público obereño”, rememoró.
Trabaja mucho para gente de toda la provincia. “Tengo clientes de San Vicente, Leandro N. Alem, Eldorado, Puerto Rico, Posadas. Incluso gente que reside en Suiza o Alemania, que me conoce, pide vestidos y se los envío con alguien que viaja o se los entrego cuando vienen a visitar parientes”, confió, al tiempo que admitió que, por lo general, el cliente “no se anima a ser tan osado, y no se puede imponer todo lo que uno quiere”.
Embajadora del diseño
El año pasado fue la primera vez que Eugenia Lutz se presentó en esto que se dio llamar la Ruta del Diseño Misionero, cuya preselección se hizo en Oberá. La invitó a participar una colega pero “no tenía nada armado para eso. Me dijeron que el mínimo eran tres vestidos. Tenía mucho trabajo pero me ingenié para completar los tres a fin de poder cumplir y participar. Se me ocurrió inspirarme en las plantas trepadoras de la selva. Armé tres diseños y en ese evento quedé preseleccionada para participar en Cataratas Day”, manifestó.
La consigna para viajar a Puerto Iguazú era ampliar esa colección. De tres vestidos tenía que pasar a seis, además de uno alegórico, inspirado en las Cataratas. Fue entonces que agregó tres vestidos a la colección manteniendo la misma línea y el inspirado en Cataratas que armó con abundante tul. En el evento había muchos participantes pero la obereña tuvo “la suerte” que eligieran su diseño y fuera designada como Embajadora del Diseño de Misiones. Aseguró que el título “implica mucha responsabilidad porque representar a una provincia no es cualquier cosa. Una tiene que tener mucho respeto, ser muy puntual, comprometida con lo que está haciendo, y en eso la verdad que siempre lo fui”. A mediados de octubre y junto a la cartera misionera, Lutz participará de la Feria Internacional de Turismo (FIT) de América Latina. En el predio de La Rural presentará su desfile con la colección de Las trepadoras y la del Legado de Inmigrantes.
Cuenta pendiente
Después de haber participado en Cataratas Day, a Lutz le quedaba pendiente hacer algo para Oberá. La iniciativa coincidía con los 40 años de la Fiesta Nacional del Inmigrante, de la que es amante y de la que participó toda la vida. “Durante muchos años vestí a las reinas pero consideré que este año tenía que ser algo diferente, algo que explotara. Entonces me puse a hacer un diseño que represente a cada colectividad pero que no sea el traje típico que estamos acostumbrados a ver. Me puse a trabajar con cada una, a investigar, a consultar con los integrantes, presenté el proyecto a la Federación de Colectividades, me aprobaron y en enero empecé a trabajar a full”. Y así fue durante nueve largos meses.
De cada país buscó algo que “me interesaba, que me llamaba la atención. En base a eso empecé a investigar, a estudiar, a armar un diseño para cada chica, tratando que fueran muy distintos y que no se repitieran los colores. La idea era mostrar que cada colectividad tiene algo que la identifica, además de la idiosincrasia de nuestro pueblo. Porque, justamente, de eso estamos hechos nosotros, de esa mezcla, de ese mejunje de colores, de formas, inclusive de comidas. Porque si vas hoy a la casa de cualquier obereño comés un varenike, una empanada árabe, sushi. Hay un mejunje de comidas como lo es el de técnicas de bordado, de colores y de telas, que es lo que traté de mostrar en esa colección”. Cuando tenía más o menos armado en la cabeza, trató de plasmarlo y fue puliendo. Los diseños originales surgieron bastante rápido y no se presentaron mayores dificultades.
“Una puede tener unas ideas re locas pero lo importante es que el común de la gente, que no entiende nada de diseño y no tiene que ver con el mundo de la moda, pueda interpretar sin que vos tengas que explicarlo y sin caer en lo lógico, en lo básico. Por ejemplo, si hago un kimono a la candidata japonesa, que la gente pueda darse cuenta que representa a tal colectividad, pero sin que sea tan obvio”, explicó. El diseño de la reina saliente, fue un homenaje a los 40 años. En el vestido de Daiana Machado Sabbag estaba plasmada una iconografía que representaba a cada colectividad asentada dentro del Parque de las Naciones. Tenía un manto de cristales celestes y blancos que representaba a la Argentina como abrazando a todas, dando cuenta que recibió a todas ellas.
Además de estas enormes responsabilidades, Lutz dicta clases de corte y confección porque “me gusta mucho enseñar, poder transmitir lo que una sabe”. Pero, además, porque entiende que se aprende mucho con los alumnos, en el día a día.
“Es como un intercambio de conocimientos que se producen en esas clases. Para mí es importante poder transmitir lo mucho o poco, pero poder dejar algo. Más que nada nosotros que tenemos tanta riqueza cultural de técnicas ancestrales y de cosas que fuimos heredando de los abuelos, y poder transmitirlas. Tratamos de rescatarlas para que no se pierdan. Por ejemplo, en Argentina tenemos muchas técnicas que trajeron nuestros abuelos que en Europa ya se perdieron. Si hacés un trabajo con eso, para ellos tiene un doble valor. Eso es lo importante”, reseñó.
Sostuvo que tiene alumnos con mucha capacidad. “Trato de animarlos y despertar esa capacidad que ni ellos se dan cuenta que tienen. Siempre sugiero que tengan mucha constancia, responsabilidad. Laburar y laburar es la única forma de conseguir las cosas, no importa el tiempo que te lleve. No importa que sigas 30 años para llegar, si te ponés la meta en la cabeza y trabajás para eso, duro, se consigue lo que se quiere. El proponerse y laburar para eso. El obereño y el argentino que se proponga, llega. Lo que pasa que muchos quieren las cosas fáciles y esas duran poco tiempo. Hay que trabajar para que tengan un buen cimiento porque algo que conseguís rapidito, se va rapidito”, reflexionó.