Por Myrian Vera
Imágenes Juan Carlos Marchak
Por primera vez desde que comenzó el ciclo lectivo, los chicos del Instituto de Enseñanza Agropecuaria 1 no están en las aulas taller o realizando prácticas en las áreas productivas. La jornada es de fiesta y se fueron preparando para ella desde hace varios meses. Mientras discurre la fresca mañana y los alumnos pasean por el patio, los docentes están en los preparativos para el acto central: muestra artística, exhibición de objetos antiguos, homenajes y la presentación del libro que reconstruye los 125 años de Bonpland, con sus días pujantes, el éxodo de sus familias más importantes y su reinvención.
“Con la participación de la comunidad, nuestros alumnos realizaron un profundo trabajo de investigación y recopilación de la historia de nuestra localidad. Somos parte importante de esa historia, porque como institución educativa estamos hace 43 años influyendo en la comunidad”, dijo a PRIMERA EDICIÓN su actual rectora, Ana María Mowczan en el marco de una visita y recorrida por algunas de las 166 hectáreas que posee el instituto, de las cuales cerca de 70 son destinadas a entornos formativos de los alumnos.
“La escuela afrontó con la comunidad todas sus luchas y sus reivindicaciones, en un contexto de crisis social, política y económica y fue el puntal para resurgir a la comunidad”, recordó la rectora.
Parte de esa historia fue transmitida oralmente de padres a hijos, pero también está presente en las antiguas herramientas de trabajo que debieron usar aquellos primeros alumnos para aprender sobre avicultura, industrias agropecuarias (elaboración de dulces), carnicerías, industrias lácteas, vivero, huerta, apicultura y porcinos, entre otras temáticas, todo esto integrado a las materias básicas de la escuela media.
Todas las actividades se siguen realizando dentro del propio predio del colegio, y a pocas cuadras de allí se encuentran las residencias de alumnos provenientes de diferentes partes de la provincia. En la actualidad la matrícula, distribuida de primero a sexto año, está conformada por los chicos de Bonpland alrededor de 200 y un grupo de 90 alumnos que están en residencia.
“Como la única institución educativa de la comunidad siempre estamos aportando y participando de las actividades que la comunidad realiza”, destacó en tanto, la profesora Raquel Ciabocco coordinadora del área pedagógica, tras hacer un extenso relato sobre el destacado trabajo de los fundadores Mario Vallejos y el ingeniero y exrector José Molina.
Fue una quijotada porque no había ni siquiera normativa aún, pero viendo la necesidad de sostener las trayectorias de los estudiantes y el proyecto educativo inclusivo y social, lo que se concreta en 1991 con el programa nacional de expansión y mejoramiento de la educación técnica agropecuaria. Se pasa de bachillerato a Instituto de Enseñanza Agropecuaria, con un plan de estudio de avanzada de seis años”, afirmó la docente.
Con el programa de metas se accede a una reestructuración curricular y al predio del actual edificio. Luego de algunos años en los cuales las escuelas agrarias vuelven a ser dejadas de lado, con el INET, ya transcurrido el 2005, el IEA vuelve a hacer lo de siempre: reinventarse.
Hacia la expansión del sector animal
Mediante un sistema de autofinanciamiento y aportes del INET, el área didáctico productivo a cargo de la profesora Julia Rodríguez trabaja en la expansión del sector animal.
Algunos de ellos ya están más engranados, como el avícola, y otros son incipientes como el de la producción de cerdos, de bovinos y de estanque con peces.
En el sector avícola los alumnos aprenden todo el proceso de crianza de aves de corral. Cuentan con ponedoras a piso, a jaula, pollos parrilleros y codornices.
En cuanto a la producción de estas últimas, el proyecto huevos de codorniz se realiza en el marco de prácticas profesionales en 6to. año y se trata de incentivar al alumno para que aplique las habilidades formativas adquiridas dentro de su trayectoria escolar, en los seis años de colegio.
“El área actúa como un sistema productivo. Por ejemplo, todo el estiércol se lleva a descomposición y después se utilizan como fertilizantes en la huerta. Se trata de actuar como un sistema donde todo interactúa con todo para su máximo aprovechamiento”, contó Rodriguez en una caminata por cada sector. Todo está debidamente prolijo, limpio, cuidado y señalizado. En medio de los corrales y cercos, está el aula pedagógica. Los estudios y prácticas se hacen en contraturno.
Calidad genética
La escuela cuenta con animales de buena calidad genética, adquiridos en cabañas de Buenos Aires. El objetivo es por un lado, que los alumnos aprendan todo el ciclo a través del aprendizaje teórico práctico y que por otro, aprendan a diferenciar ya producir carne de buena calidad.
“Nos focalizamos en que el alumno aprenda la teoría y la práctica. Ellos hacen todo el ciclo: cuidan los pollos desde que los reciben con metodología y técnica del momento, hasta que se lleva a la faena, en el caso del pollo parrillero”, explicó la docente sobre esa parte de la producción.
Para el autofinanciamiento del taller, se comercializa todo lo que se produce: huevos, pollos faenados, peces, lechones (una vez que llegan a los diez o doce kilos) y también se prepara un determinado plantel para la Fiesta del Lechón, un evento que convoca a miles de personas hacia Bonpland.
Ahora la escuela cuenta con un plantel de aproximadamente diez cerdas con diferentes parideras con tres pariciones anuales y un promedio de diez lechones.
De la escuela a Europa e Israel
Hace menos de un mes, la escuela y el pueblo vivieron una de sus fiestas más pintorescas: la cosecha de citrus.
La quinta tiene un total de tres hectáreas y medias, y su producción cuenta con certificado de exportación de frutas a la Unión Europea. El trabajo se realiza con los alumnos, el control fitosanitario lo realiza la cooperativa de Alem, con quienes tienen un convenio de producción.
La cosecha y el mantenimiento de la quinta, control de maleza y demás se hace con los alumnos al igual que todas las actividades prácticas: poda, raleo y otros, dentro de lo que son sus prácticas didácticas.
La escuela forma parte de un grupo de productores, que recibe capacitación una vez al mes y se comparten las experiencias de cada uno. A través de la cooperativa, el año pasado se inscribieron para lograr el certificado para exportar fruta a Israel.
La producción está en alrededor de 60 toneladas por año. Es una quinta nueva, comenzó su producción en 2003, así que recién comienza a llegar a la plenitud de la producción.
El docente Silvio Golemba, al frente de la producción de plantines en vivero, contó que la tarea está focalizada en la producción de plantines de cítricos, dentro de la familia de cítricos, todo lo referido a limón, naranjas, mandarinas pomelos y frutos de carozo (durazno, pelón, ciruela, plantines de mango, vid en dos variedades). Son todas plantas certificadas, habilitadas por el INASE y el SENASA.
Vivir y estudiar en el “segundo hogar”
Chicos y chicas que vienen de distintos puntos de la provincia, viven y estudian cinco días a la semana en la Residencia Estudiantil del IEA 1 de Bonpland.
“Cuando se comenzó a trabajar en la residencia estaba pensado pura y exclusivamente para los chicos de la colonia y se fue ampliando el campo porque con el tiempo se fue diversificando la procedencia de los estudiantes”, contó a PRIMERA EDICIÓN el coordinador del área residencia, Juan José Sartori, quien hizo de guía en una recorrida por el lugar. Se da albergue de forma mixta, las chicas habitan una pintoresca casa a pocas cuadras de la residencia principal.
Es casi mediodía y los chicos ya están en el patio de la residencia de varones (donde se encuentran los espacios compartidos más grandes: cocina, comedor y salón de juegos). A la hora señalada entran a comer; sirven la mesa los propios estudiantes, según el orden que le toca semanalmente a cada grupo. Allí desayunan, almuerzan, meriendan y cenan.
La residencia funciona desde hace 41 años así que han transitado por sus pasillos, más de dos mil alumnos.
Este ciclo hay un total de 90 jóvenes, provienen de Posadas, Garupá, Candelaria, Cerro Corá, Santa Ana, Santo Pipó, San Ignacio, Campo Viera, Panambí, Oberá, Cerro Azul Caá Yarí y también de las colonias de Bonpland, Ojito de Agua, Colonia Campiña, Picada Norte, y otras.
“Esta es la segunda casa de ellos, entonces tratamos que tengan la mayor contención posible, somos los padres sustitutos de los chicos, de lunes a viernes”, apuntó Sartori.
De la casa a la escuela y viceversa
Para ir y volver de Bonpland, se cuenta con un servicio especial de colectivo, que deja a los chicos en la puerta de la escuela y el de su casa. El chofer busca a los estudiantes los días lunes en Posadas y hace el recorrido de la ruta 12 y otra está en Oberá que transita la ruta 14.
Los dormitorios están equipados con aire acondicionado, música funcional para la recreación, se cuenta con mesas de pool ping pong, Internet, DirecTV, mini campos de fútbol, vóley, barras, tableros de ajedrez, que usan en los momentos que no tienen que estudiar.