Lorena Beatriz Colman (34) es licenciada en enfermería. En los últimos tiempos planificaba sus descansos en lugares paradisíacos pero este año será la excepción. Empleará sus días de vacaciones para formar parte de una ayuda humanitaria y partirá a Dondo (42 mil habitantes), en Mozambique, África, el 5 de mayo venidero. Cuando empezó a planificar el viaje, hace dos años, todo indicaba que sería una misión común. Pero hace menos de un mes, el panorama cambió por completo: el ciclón tropical Idai arrasó la zona, por lo que los voluntarios deben redoblar esfuerzos, llegarán a la nada misma, con una población diezmada, desnutrida y extremadamente vulnerable.
Si bien en más de diez años en la profesión Colman debió afrontar situaciones críticas, no puede dejar de angustiarse por lo que tocó en suerte a los pobladores africanos. “Soy de viajar, de ir de vacaciones, pero está vez opté por ir a prestar ayuda, a trabajar. Fue algo que sentí en un momento.
Una siempre hace cosas para su comodidad, para los propios logros, el disfrute, pero empecé a sentir la necesidad de ayudar a otras personas. Si bien en Misiones hay muchas necesidades, abunda el recurso humano”, comentó la joven que se desempeña en las áreas de neonatología y pediatría en un sanatorio privado.
Pertenece a la Iglesia Neotestamentaria y en una reunión conoció a Roberto Gómez y Laura Espíndola, dos médicos chaqueños que viajan para trabajar en Mozambique, donde abrieron un centro asistencial, con escasos recursos. “Ellos vienen a dar charlas en distintas congregaciones de Posadas y cuando visitaron la nuestra, nos contaron lo que hacen allá durante los ocho meses que permanecen, nos mostraron fotos. Ver la necesidad que tienen los hermanos africanos hace que una se ponga a pensar muchísimas cosas. A replantearse. Muchas veces nos quejamos cuando tenemos todo. Ellos no tienen nada y con tan poco son felices”, reflexionó Colman, al tiempo que recordó la proyección de un vídeo donde alguien infló un globo en medio de muchos niños y “ellos gritaban de felicidad como si le hubiesen regalado algo muy valioso. La idea es ceder un poco a nuestras comodidades y a nuestros gustos para poder ayudar a otras personas”.
Para viajar Colman debe efectuar una minuciosa preparación. Los últimos meses fueron de estudios, exámenes para ver “qué anticuerpos y antígenos tengo. Me voy colocando vacunas. Hay algunas que no están dentro de nuestro calendario pero tengo que comprarlas para aplicarme. Por ejemplo, no existe una contra la malaria pero hay un tratamiento preventivo” que debe ingerir unas dos o tres semanas antes de partir. Debo alimentarme bien pero, además, estoy haciendo un tratamiento con vitaminas, hierro, para poder estar en condiciones físicas para afrontar los cambios que existen entre Argentina y África”, confió.
El grupo con el que se movilizará está integrado por profesionales de diferentes puntos de Argentina, sobre todo del ámbito de la salud. Los hay de Buenos Aires, Córdoba y Neuquén. Un ingeniero también será de la partida “porque cada tanto va gente que no es del equipo de salud pero que es útil en otras áreas. Por ejemplo, el ingeniero puede colocar una bomba, hacer un arreglo o mantenimiento. Hace falta profesionales de todas las áreas, no sólo médicos”. En abril viaja un grupo y en mayo, otro, del que Colman será parte.
Todos pertenecen a iglesias cristianas de diferentes congregaciones. La joven permanecerá en la zona del desastre por quince días. Otros lo harán durante veinte y otros estarán un mes. El grupo suele rearmarse cada seis meses, cuando los voluntarios se reacomodan económicamente, “porque somos nosotros los que nos costeamos los viajes. Volvemos a armar otro grupo para poder ir de vuelta. Pero siempre necesitamos cosas para poder llevar”, confió. En su caso, trabaja en un sanatorio y ahorra parte del sueldo para adquirir los pasajes. Su familia se enteró hace poco de esta “travesía” y se mostró “un poco preocupada pero la decisión es mía. Aceptaron, están al tanto de cómo es la cuestión y ayudan a conseguir insumos”.
Tratan de conseguir descartables, insumos, guantes, medicación, antimicóticos, y todo para heridas de piel, pero también se pronostican neumonías y otras enfermedades respiratorias. “No tienen nada. Llevaremos lo que podamos y para lo que no se puede trasladar, como los alimentos, se abrieron cuentas en las que se pueden hacer los depósitos”.
Según la egresada de la Escuela de Enfermería de la UNaM, “por las fotos que nos envían, la situación es muy triste. Están sobreviviendo. En algunos audios que envían dicen: ‘nos estamos muriendo de hambre’. Para ellos este tiempo se vuelve eterno. Y nosotros no vemos la hora de llegar para ayudar.
Faltan pocos días pero es una eternidad porque están pasando muchas necesidades. Si bien somos profesionales de la salud, también somos cristianos evangélicos, y le damos ese consuelo espiritual que no hay y que le ayuda muchísimo a que puedan confiar en Dios porque todo lo que podemos llevar y lo que tenemos es gracias a que Dios nos da y que también le puede dar a ellos”.
Contó que en el avión permiten llevar sobrepeso pero que en los controles verifican, sobre todo, la fecha de vencimiento, particularmente de la medicación. “Había tratativas con el consulado para que nos permita llevar un poco más de peso y medicación para la ayuda humanitaria. De todos modos en las valijas particulares vamos a llevar todo lo que sea posible. En mi caso pienso llevar poca ropa para poder ocupar el lugar en lo que allá necesitan”, recordó.
Sus valijas se completarán con repelentes, mosquiteros, guantes de examen, barbijos, alcohol, gasas, algodón, pervinox, desinfectantes, agua oxigenada y medicación. “Tengo conocidos que trabajan en farmacias y estoy pidiendo antimicóticos, cremas para el cuerpo, antiparasitarios. Ahora se esperan muchísimas enfermedades, más de las que había. Casi todas tienen que ver con los mosquitos. La malaria se profundiza al igual que las enfermedades respiratorias”, señaló. Quienes ya viajaron explican que en Mozambique tienen un clima similar al de Buenos Aires, que de día resulta caluroso y fresco por la noche.
Tras el paso del ciclón, el jueves 21 y después de diez días, recién se asomó el sol. “Hacía frío, llovía y la ropa no se secaba. Sin ropa, sin cobertura, sin abrigo, todo se hacía mucho más difícil. Lo que están haciendo es ir arreglando los techos y tratan de levantar un tanque porque no hay agua potable”, aclaró.
Tras 36 horas de vuelo, no hay certeza adonde aterrizará el avión que la llevará a destino porque el aeropuerto de Beira no está operable tras el fenómeno. Estima que será derivado a Johannesburgo, Sudáfrica. Es que el ciclón arrasó con lo poco que tenían y solamente se puede llegar en helicóptero. El instinto de supervivencia hace que empiecen a producirse saqueos y robos.
“Nunca experimenté eso de ver la necesidad tan de cerca. Estoy ansiosa por viajar y creo que más de lo que voy a ir a dar, voy a recibir mucho y regresar con otra perspectiva de la vida. Estoy esperando que llegue el día. Nos mandamos mensajes y todos están igual que yo, esperando el momento de poder ir a ayudar”, sentenció.