
Bladimiro Pizl (74), era un productor que se levantaba muy temprano para trabajar en lo que más le gustaba, las tareas rurales. El sábado 27 de enero de 2018, llegó a su chacra con intención de pagar a sus empleados en la localidad de Bonpland. Pero la pacífica tarde se quebró cuando uno de los trabajadores llegó a la entrada del campo y lo encontró tirado sin vida, al lado de su camioneta y con fuertes golpes en la cabeza.
La investigación del crimen se desarrolla aún en la etapa de instrucción. La causa tuvo cuatro detenidos. Tres de ellos fueron liberados a los pocos días al no tener relación con el hecho, incluso uno de ellos conocido como “Manolito” y con frondoso prontuario.
Finalmente, en marzo de 2018, los investigadores dieron con el principal sospechoso, de 29 años porque vendió el celular de la víctima.
Poco más de un año después del crimen, PRIMERA EDICIÓN pudo hablar con uno de los hijos de Bladimiro. Relató que el aniversario de su muerte para la familia “fue de mucha tristeza”.
“Eramos muy unidos, mi viejo era muy familiero. Nos gustaba juntarnos todos los fines de semana y ahora ya no es lo mismo. Para nosotros fue un golpe inesperado, nunca se nos hubiera ocurrido que a nosotros nos iba tocar de cerca algo como eso”, dijo el menor de los tres hermanos.
Era un tipo que se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para empezar su jornada laboral. Todo lo que consiguió en su vida lo hizo con gran esfuerzo y sacrificio. Nunca le hizo mal a nadie”.
Además trazó un perfil de su padre: “Siempre estuvo dedicado a la actividad de la yerba mate y ganadería. Lo que más le gustaba era la chacra, su pasión, su cable a tierra. Era un tipo fuerte, tenía 74 años y no tenía problemas por cargarse una bolsa de 50 kilogramos al hombro. Una persona con muy buena salud, que no renegaba del laburo y le gustaba disfrutar con la familia”.
Pero reconoció que sentirse entero no le sirvió para evitar una tragedia: “Como nunca le había pasado nada mi viejo andaba muy confiado”.
Acerca del hecho, recordó que en la chacra donde lo asesinaron abrían el portón a la mañana y el último trabajador que quedaba lo cerraba al caer la noche.
Pero ese mediodía, cuando él llegó, la tranquera estaba cerrada. “Entonces debió bajarse de la camioneta y lo sorprendieron de atrás. Fue como una emboscada”.
Horas más tarde lo encontró la gente que salía de trabajar. “Ellos me llamaron a mí. No me explicaron qué había sucedido, sólo me dijeron que había un problema con mi papá”.
Le robaron una suma cercana a los siete mil pesos y la camioneta quedó en el mismo lugar, el agresor no la tocó y huyó.
“Por esa mísera plata hicieron un tremendo daño con la vida de mi papá. Parece que fue un simple ratero al que se le fue la mano, pero debería pasar toda su vida en la cárcel, no tiene perdón de Dios lo que hizo”.
“Yo creo en la Justicia, ahora sólo espero que actúe como tiene que ser. Queremos que no se dilate el tratamiento de la causa y que el crimen no quede impune. Sabemos que si la Justicia es lenta no es Justicia”.
Intento de fuga
El 27 de noviembre pasado, el detenido de 29 años acusado por la muerte del empresario yerbatero había sido trasladado al Juzgado de Instrucción 5 de Leandro N. Alem, para mantener una entrevista con su defensor oficial.
Cuando se encontraba sin las esposas, aprovechó el descuido, abrió una ventana de la dependencia judicial saltó y comenzó a correr por los techos de casas lindantes, hasta ganar la calle y escapar.
La maniobra fue advertida por uno de los agentes del Servicio Penitenciario Provincial que lo trasladó y un oficial que prestaba servicios en el juzgado. Salieron tras él para capturarlo, hecho que fue logrado varias cuadras después y gracias a la colaboración de efectivos de la comisaría local.
Su intento por escapar lo puso en peor situación. Sigue imputado y perdió ese mismo día la posibilidad de firmar un acuerdo de juicio abreviado, de aceptar su responsabilidad en el homicidio y purgar una condena mucho menor. Ahora se encamina a un juicio oral donde podría ser condenado a 25 años de prisión.