Hace catorce años que a José Víctor Horchuk (65) le amputaron la pierna derecha y desde entonces se las arregla para poder hacer las distintas tareas de la casa. Hasta tiene una huerta y en ella planta de todo para el consumo de su familia.
Era personal de servicio en el Bachillerato 39, en Fracrán. Un día, mientras realizaba tareas de mantenimiento en el establecimiento educativo se rompió el mango del martillo y lo golpeó en la pierna derecha, a la altura de la canilla. Allí se le formó una trombosis y le complicó la salud de toda la pierna. Le hicieron cinco operaciones de amputaciones hasta que el miembro le quedó un poco más arriba de la rodilla.
Ahora, jubilado, contó que tuvo un proceso de adaptación muy largo para desenvolverse con una pierna menos. “Me costó mucho aceptar la amputación. Encima me fueron cortando de a poco, primero un dedo del pie, luego más arriba y así hasta que me dejaron como está ahora. Tuve que ir mucho tiempo al psicólogo, que me ayudó a vivir, pero sobre todo tuve el gran apoyo de toda mi familia, mi señora, mis hijos, hermano y otros familiares, también de muchos amigos que me hicieron entender que se podía seguir viviendo sin esa pierna. Hoy veo cómo superé muchos obstáculos y doy gracias a Dios por la oportunidad de seguir adelante”.
El hombre, que trabajó como portero en el Bahillerato del Paraje San Alfonso -situado en el kilómetro 1.008 de la ruta nacional 14- está casado con Rosa Márquez, directora de la Escuela 640, de ese mismo paraje. La pareja tuvo tres hijos. Dos son profesionales y el más chico estudia Arquitectura en Posadas.
“Mi familia fue la fortaleza que tuve porque me aguantó en los momentos más difíciles que pasé y me dieron ánimo para seguir adelante. Hoy les estoy agradecido. No es fácil superar sólo una situación así”.
Horchuk se acogió al beneficio de la jubilación a raíz del accidente y con el paso de los años se fue adaptando al nuevo cuerpo. Por lo que cuenta, siempre le gustó hacer deportes y jugaba mucho al fútbol. Logró ahorrar para comprarse una quinta de media hectárea y se dedica a cultivar la tierra y a criar animales de granja para el consumo de su familia. No tiene problemas de calzarse ropas viejas e ir a su pequeña huerta para limpiar la tierra, plantar maíz, poroto, verduras, hortalizas y lo que es su orgullo, frutas de todo tipo.
“Mucha de mi alegría es poder hacer las cosas. Hago de todo. Mi señora trabaja todo el día y a mi me toca preparar el almuerzo. Mi orgullo es poder ir a mi pequeño rozado a sacar las cosas para cocinar. Ella (por Rosa, su esposa) llega de la escuela y la comida está lista. También me ocupo de las tareas domésticas. Lo hago porque me hace bien y me entretiene mucho. No me imagino estar todo el día sin hacer nada. No me siento menos que nadie”, narró con orgullo.
Siempre participó de comisiones en San Alfonso, para la escuela, el bachillerato y la iglesia. Ahora no está dentro de ninguna, pero ayuda en lo que puede. Siempre está con la comisión del cuartel de los Bomberos Voluntarios para dar una mano.
“Llevo una vida plena, la pierna que me falta no me condiciona para nada en las cosas que tengo que hacer. En mi quinta planto maíz, poroto, mandioca, verduras, hortalizas y frutas. Yo mismo limpio la tierra con asada y machete. No pongo ningún tipo de agroquímicos ni nada que pueda dañar la naturaleza, tampoco a mí. Pico la leña para la casa y con ayuda, la llevo adentro. También crío pollos, tengo gallinas ponedoras de huevos y conejos, todo para el consumo de la familia”.
“Como tengo mucha producción de verduras trato de hacer conservas. El perejil, orégano y cebollitas de verdeo que me sobra lo seco y guardo para consumir. También trato de hacer algo para mantener las frutas que tengo en la quinta. Me ingenio y busco información para aprender a hacer esas cosas”.
“No pensé que podía ser tan difundido por los medios y las redes sociales que yo trabaje de la forma que lo hago”, manifestó sorprendido.