En un emotivo acto realizado en la fecha en la que se recordó el natalicio de Chébez, el 31 de octubre, la familia de Güira Oga, encabezada por Jorge Anfuso y Silvia Elsegood, sus creadores, convocaron a un grupo de amigos para comunicar la novedad.
Anfuso recordó los momentos inolvidables compartidos con Chebez, al que calificó como un hombre que hizo mucho por la conservación del país, pero especialmente la de Misiones, por la que tenía un corazoncito aparte. Este año con el agregado que se pudo repatriar los restos de Andrés Giai, trasladados desde Puerto Esperanza, donde estaba enterrado en un terreno baldío, bajo un mandiocal. “En 1999 visitamos el lugar con Juan Carlos y él dijo que teníamos que rescatar a este hombre que fue el primer naturalista que tuvo Misiones y traerlo a este predio que habíamos bautizado con su nombre”, recordó Anfuso, quien además dijo que la desaparición de Chébez hizo que la tarea se retrasara un poco. “Cuando volvimos con Juan Carlos en 2003 no pudimos volver a encontrar la tumba de Giai, porque el lugar se había modificado mucho y estuvimos 4 o 5 años buscando hasta que dimos con el sitio”, contó.
“Hoy, ya lo tenemos a Giai en Guirá Oga para homenajearlo, no sólo a él, que vino a morir a Misiones y quedar sepultado bajo la selva que tanto había querido, sino también a Juan Carlos, cuyo deseo era que estuviera en este lugar y que le brindáramos el homenaje que se merecía”, agregó el anfitrión.
Mencionó que muchas personas no saben quien fue Andrés Giai, y que él, a través de su libro “Vida de un naturalista en Misiones” pudo comprender en profundidad lo que significó su trabajo.
“Él vino acá por dos motivos: uno en busca del Pato Serrucho y el otro porque le habían encargado que llevara algunos ejemplares de monos al Museo Rivadavia, de Buenos Aires, para estudiar el tema de la fiebre amarilla”.
Giai anduvo por Misiones en 1948, cuando el Urugua-í era prácticamente virgen. Armó un campamento a unos dos kilómetros más abajo de lo que hoy es la Isla Palacio. Casualmente, cuando Anfuso era chico, tuvo la posibilidad de ser voluntario en el Museo Rivadavia, de Buenos Aires, y probablemente lo haya conocido, allá por los años 60, porque era asiduo visitante. En una ocasión, el director de ornitología del museo, “me encomendó organizar colecciones de aves de Salta y de Misiones, y cuando observaba las patitas de los bichos que estaban embalsamados, veía en las identificaciones que provenían de “Arroyo Palacio” o “Isla Palacio”… ese nombre se multiplicaba y yo comencé a preguntarme qué lugar sería ese donde existía semejante cantidad de fauna”, relató el creador de Güirá Oga, al que casualmente con los años su trabajo lo trajo a evitar que las aves se introdujeran en las turbinas de los aviones, porque había hecho la represa que inundó la Isla Palacio.