La noche del sábado 11 de junio de 2011, Daniel Vega se acostó sin imaginar que lo esperaba otra vida cuando abriría los ojos. Horas después, cerca de las 5.45 del domingo 12, la peor de las pesadillas: Lucas (18), su único hijo varón, fue baleado por un adolescente de 15 años en la esquina de Mariano Moreno y López Torres, en un intento de robo. El proyectil causó daños irreparables. El joven falleció ese mismo día, por la tarde.
Hasta allí, la triste historia de una familia quebrada por el dolor, lamentablemente, como tantas otras. Pero el relato tiene un giro profundo, de 180 grados. Si se quiere, insólito. Fuera de la razón humana. O en todo caso, de la lógica cotidiana. Un vuelco que sorprende y que marcó para siempre a los Vega, pero también al adolescente que mató a Lucas.
“Pareja se reunió con el asesino de su hijo y lo perdonó”, reza el título principal de PRIMERA EDICIÓN del sábado 20 de agosto de 2011. Apenas dos meses después, Daniel Vega y su mujer protagonizaron un encuentro impactante sin antecedentes en Misiones que llegó, incluso, a los medios nacionales.
Desde aquellos días hasta hoy, pasaron siete años. Los Vega siguen con su vida, marcados por el dolor de la pérdida pero aliviados por aquel perdón. Y el menor que mató a Lucas hoy tiene 22 años, vive en otra provincia y -según pudo saber la familia- se convirtió a la religión.
“La muerte de Lucas marcó nuestras vidas, pero no nos arrepentimos de haber perdonado. Eso nos ayudó a seguir adelante. Y lo liberó a él del peso de la culpa”, dice Daniel, pastor evangélico, a este Diario, que lo visitó días atrás para saber cómo sigue la familia tras la muerte de Lucas, qué supo del adolescente devenido en joven y si, efectivamente, el perdón pudo más.
Daniel, pasaron siete años… ¿Cómo recordás aquel encuentro con el adolescente que mató a Lucas? ¿Hay algo que en su momento no se haya contado?
No, no… Tratamos de ser transparentes desde el primer momento. Llegamos, lo trajeron los del Servicio Penitenciario, el juez de la causa, César Jiménez, nos presentó y dijo ‘los voy a dejar para que conversen’. Y se levantó y se fue.
La primera que irrumpió en el abrazo fue mi esposa, y luego yo los abracé a los dos. Oramos por él y le presentamos a Jesús, el evangelio, que es lo que nosotros hacemos. Pudimos charlar bien con él, porque nos guste o no, él era quien sabía los últimos instantes de la vida de nuestro hijo, hasta que apretó el gatilló. Él nos contó que había estado en una fiesta, tomando pastillas, alcohol, con otro menor, de 14 años.
Lo perdonamos, oramos por él y le presentamos a Jesús. Lo que queríamos hacer era presentarle esa vida y soñar con, algún día, escuchar que anda un evangelista predicando y contando su testimonio de vida y cómo Dios lo cambió. Nos encantaría que suceda eso, pero también puede suceder que siga delinquiendo. No tenemos la bola de cristal, claro, pero entendemos que por medio de la fe pudimos accionar ese perdón.
¿Volvieron a contactarse con él?
La relación no continuó desde que se mudó junto a su familia a otra provincia. Esa fue la primera y última vez que lo vimos. Ni siquiera hemos hablado por teléfono. Es más. Supimos que su padre (N. de R: un efectivo de la Policía Federal Argentina, cuya arma fue utilizada por su hijo para cometer el crimen) trató que nunca más tengamos ningún tipo de contacto.
Sin embargo, por familiares, nos enteramos que comenzó a asistir a una iglesia y que toca la guitarra en el grupo de alabanza. Para nosotros, eso fue reconfortante. Es que había dos caminos: que nos tome para la ‘chacota’ o que aproveche la oportunidad que le dimos. Porque hoy por hoy ¿quién te perdona en una situación como esa? Y perdonarlo fue liberarlo a él del peso de la culpa.
¿Te gustaría volver a hablar con él?
No lo sé, la verdad es que nunca me lo planteé. No sé si un día aparecerá en mi casa o irá a la iglesia. Me gustaría saber que está predicando el evangelio, que enderezó su camino. Realmente me reconfortaría saber que, lo último que nos hemos enterado, se sostuvo en el tiempo.
Daniel, siete años después, ¿mantienen el perdón?
Sí, lo seguimos sosteniendo en el tiempo. No estamos arrepentidos. Hicimos lo que teníamos que hacer, lo que tiene que hacer todo cristiano practicante. Nosotros perdonamos un montón de cosas a diario: insultos, agravios, que te traicionen, que hablen mal. El perdón para nosotros es una práctica, no una obligación. Claro que esto sobresalió porque mató a mi único hijo varón…
Tenés tres hijas, ¿cómo repercutió todo esto en ellas?
Daniela, la del medio, es la que por ahí lo sigue cuestionando. La más chica, Aylin, que tiene 14, pregunta ahora por su hermano. ‘Está bueno que lo hayan perdonado, pero ¿por qué hizo eso?’, se pregunta.
Quizás contar todo esto es una cosa, pero vivirlo en casa no fue nada fácil. No fue fácil explicarle a nuestras hijas el porqué a Lucas, por qué de esa manera, con un tiro en la cara, por qué no fue preso el autor, por qué lo perdonamos. Pero es lo que nosotros vivimos, nadie nos obligó a hacerlo. Y no estamos arrepentidos.
¿Cómo pensás que repercutió en la sociedad?
Mirá, hace un año nos hizo una nota el canal Todo Noticias (TN) de Buenos Aires. El video se subió a YouTube y había gente que comentó cosas del estilo “ya vamos a ver cuando tengas que perdonar a los próximos asesinos de tus hijas”. Y eso es un termómetro sobre cómo está la sociedad. Las redes sociales son un termómetro de cómo está la gente. Vivimos en una crisis social terrible.
¿Cómo explicás esa crisis social?
Te puedo dar un ejemplo. Hoy la cárcel es un desquite, que te metan preso es aún poco para la gente. Quieren que sufras, que te violen, porque tenés que pagar.
Estamos de acuerdo en que cada cual debe hacerse responsable de lo que hizo. Pero la gente tristemente reacciona con más violencia. Y con violencia, con venganza, no vas a apaciguar la ira de todo un pueblo. Es como que se esté prendiendo fuego tu casa y vos vayas, saques nafta del auto y eches un baldazo de nafta sobre las llamas. Nunca vas a apagar el fuego de esa manera, lo vas a incrementar.
¿Qué factores influyen en esa crisis social?
Es muy complejo, claro, pero lo que hace que hoy la violencia aumente desproporcionadamente es en buena medida la inoperancia de nuestros sistemas judiciales y la incapacidad de un debate serio.
Nuestros políticos no se animan a opinar de una u otra manera porque hay elecciones, porque si digo una cosa, un sector no me va a votar; si digo otra, otro sector no me va a votar. Pero entonces no sos dueño de opinar sobre tus principios, sobre tus convicciones.
Ante casos como los de Lucas, mucho se habla sobre bajar la edad de imputabilidad ¿qué opinás al respecto?
No estoy a favor de bajar la edad de imputabilidad, pero cierto es que algo se tiene que hacer. Cuando sucedió lo de Lucas, desconocía todos estos temas judiciales. Pensaba que el menor iba a tener una condena de 8 a 25 años por “homicidio simple”. Desconocía el abismo que existía y existe, porque pasó lo de Lucas y miles de casos similares y todo sigue igual. Siempre se habla, pero pasaron siete años y medio y no cambió nada.
Yo en aquel momento, más allá del perdón, quería que el menor vaya preso, porque las personas tienen que aprender a ser responsables. Acá las víctimas somos nosotros, yo y mi esposa, las hermanas de Lucas, los tíos de Lucas, los abuelos de Lucas.
Él, en todo caso, puede ser una víctima social, del maltrato de sus padres o de un montón de otras cosas, pero eso no lo habilita a ser un victimario y convertirme a mí en víctima. Hay que tratar todo eso, pero sin esperar que mate a una persona. Hay que identificar esos problemas en los chicos y las autoridades tienen que destinar recursos para eso. Se trata de prevenir. De incluir.
La prevención es la clave…
La mejor medicina aún sigue siendo la prevención, actuar antes que pase. Aún para las drogas. Si no, que alguien me diga qué prevención educacional existe hoy en cuanto a las adicciones, cuánto se invierte en campañas contra las drogas. Cero. Nada.
Ese trabajo de prevención es clave y no hay que dejar de hacerlo. Pero si tengo que hacer una lectura, creo que gran parte de la sociedad pretende un Alcatraz, una cárcel en medio de una isla para meter a todos ahí y que se arreglen. Y eso es esconder el problema y no tratarlo. Y eso es más problema para el futuro.
De regreso al perdón, ¿entendés a las familias que no pueden perdonar?
Sí, los entiendo, pero no lo acepto. Muchos me han dicho en estos años “no entiendo lo que usted hizo y tampoco lo acepto”.Y yo no espero que me entiendan o acepten.
Hicimos lo que creímos y sostengo que lo teníamos que hacer. Y no lo hicimos para salir en los diarios, si no porque es lo que Jesús me manda a hacer. Lo que sucede es que vivimos en una cultura del “ojo por ojo y diente por diente”. Pero si yo te devuelvo golpe por golpe, la violencia va a seguir en aumento.
¿Volverías a perdonar?
No estamos arrepentidos. Dios nos libre y guarde de volver a pasar por una situación como fue lo de Lucas. Uno puede pensar que el perdón benefició al autor, pero en realidad, nos liberó a nosotros. Nos quitó una carga pesada para el resto de nuestra existencia. Si no perdonás, no podés dormir, te enfermás. Es algo terrible.
¿Cómo se sigue siete años después de la muerte de Lucas?
Esto nos cambió la vida a nosotros. No puedo decirte que está todo ‘pum para arriba’, pero estamos bien, gracias a Dios. Tenemos dificultades como cualquier otra familia, afrontamos los problemas de todos los días. Pero lo de Lucas marcó nuestras vidas. Uno nunca más vuelve a ser la misma persona. Más allá del perdón, tenés otra mirada. Siempre te falta algo. Nunca más vamos a ser los mismos. Nos mataron un hijo.
Extrañamos mucho a Lucas. Era muy compañero mío y de su madre. Pero estamos bien. Te vuelvo a repetir. Lo que a nosotros nos ha bendecido muchísimo es haber perdonado al autor. Y lo que nos ha fortalecido por encima de cualquier cosa es nuestra fe en Dios. Todo se apoya ahí. Jesús nos levantó y sostuvo cuando estábamos ‘desparramados’.
Ese es el mensaje que nos queda después de todo esto. No podría seguir predicando el evangelio si no hubiese perdonado. ¿Cómo podría pararme frente a la gente y decirles que tienen que perdonar las ofensas? Pues bien, a nosotros nos toca no sólo predicar sobre el perdón desde la palabra, si no también desde lo que nos tocó vivir.
El Hogar Lucas
Tras el crimen de Lucas, Daniel inició una lucha por la prevención e inclusión que derivó en la apertura del “Hogar Lucas”, aún en funcionamiento, en Miguel Lanús, donde son tratados menores con problemas con la ley.
Vega confió que lamentablemente ya no conforma parte del equipo de trabajo, tras lo cual reflexionó: “Lo importante es que existe un hogar así, aunque por otro lado, es triste porque, en realidad, no tendrían que existir ese tipo de lugares. Existen porque la sociedad tiene un problema”, aseguró.