Estoy atravesando los enormes pilares de Hércules que marcan los límites del mundo antiguo.
Al llegar a Ceuta, la magia parece desaparecer; me dirijo por el camino español a Marruecos, y en la deliciosa aldea de Chefchaouén, me sorprendió la Navidad, no olvidaré el plato que degusté, ¡Entrecote de carne de camello, con caviar de Berenjenal¡ Y champagne.
Noche inolvidable. El cielo era una gran bóveda, las estrellas caían como lágrimas en el desierto. De ahí me dirijo a Fez, ciudad maravillosa donde quedan huellas detenidas en el tiempo y se acaricia siglos con las manos.
Un paseo por las tortuosas y alucinantes calles de La Medina es una experiencia única. ¡Es estar en la edad media entre sedas y alfombras, olores de cuscús, incienso, perfume, orina y haschish! Por momentos me siento molesta, agredida y extrañada, pero finalmente fascinada.
Sigo mi viaje a través del tiempo e ingreso a un oasis indescriptible. Las sierras del Atlas me invitan y dejo atrás las planicies hirvientes y polvorosas.
Serpenteando terrazas verdes y frescas montañas, el arroyuelo de las nieves derretidas de los altos picos me dan la bienvenida a Oukaimaden.
Es un paraíso de esquí en lo alto del atlas.
Hace mucho frío y me digo, Año Nuevo en Casablanca con caviar de berenjenas. Inolvidable: No faltó nada. Sí, algo faltó, la lánguida Ingrid Bergman con su sombrerito y el tapado marrón en el aeropuerto de Casablanca.
Y ahora rumbo a la vieja Lisboa.
Colabora
Aurora Bitón
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