Se mezclan conceptos que refieren a cosas diferentes: “sexo biológico”; “género”; “identidad de género”; “expresión de género”; “orientación sexual”; “ESI”; “violencia de género” y “perspectiva de género”, son cosas distintas.
Cuando hablamos de perspectiva de género hablamos de una visión, un enfoque, teórico y político que nos permite describir, comprender y analizar las relaciones entre mujeres y hombres.
Esta perspectiva parte de considerar que mujeres y hombres somos expresión de nuestro tiempo.
Es como si nos pusiéramos unos anteojos y pudiéramos observar las conexiones entre la subjetividad de las personas, su identidad y su contexto.
Este modo de mirar nos permite darnos cuenta que las feminidades y masculinidades se construyen socialmente y cambian con el tiempo. Lo que nos lleva a comprender que las desigualdades sociales que limitan las oportunidades, son producto de dichas conexiones.
En este orden de ideas podemos decir que la perspectiva de género es una herramienta para el cambio de las relaciones sociales entre mujeres y hombres que nos permite evolucionar para alcanzar el bienestar de la sociedad y la igualdad sustantiva.
Les propongo contestar las siguientes preguntas con este par de anteojos de la “perspectiva de género”: ¿Existen estereotipos sobre mujeres y hombres?, ¿Cuáles son?; ¿Influyen estos estereotipos en la división de tareas y responsabilidades?, ¿Por qué?; ¿Cómo nos han enseñado a comportarnos?; ¿Son iguales las oportunidades para mujeres que para hombres?
El objetivo de la perspectiva de género es conocer, comprender y transformar aquellas condiciones que hacen que las desigualdades entre mujeres y hombres se perpetúen ante la innegable influencia del contexto en la formación de la identidad de los seres humanos.
Históricamente las maneras de ser hombres y mujeres eran pensadas desde lugares fijos, estereotipados. Hasta hace unos años prevalecía la idea que atribuía a las diferencias biológicas, genitales y reproductivas las diferencias sociales que explicaban el comportamiento de mujeres y hombres.
Estas identidades no son estáticas y van cambiando según multiplicidad de factores, de no cambiar, aún seguiríamos justificando la desigualdad jurídica entre mujeres y hombres, la negación del derecho a la alfabetización de la mujer; el no derecho al voto; a su capacidad de contratar, a una vida libre de violencia, por nombrar solo algunas.
De este modo, la configuración de la organización social de relaciones de género incide sustantivamente en el ejercicio pleno de los derechos humanos.
La perspectiva de género permite analizar cómo operan las representaciones sociales, los prejuicios y estereotipos en cada contexto social.
Podemos decir que el concepto de género abre y cuestiona “verdades absolutas” que muchas veces naturalizan las desigualdades entre varones y mujeres.
Coexisten en la sociedad viejos estereotipos y nuevas maneras de lo que es ser mujer y varón, a veces incluir la diversidad se convierte en un desafío.
Les propongo transitar esta evolución con entusiasmo pacífico, sin duda a todos se nos presentan en lo cotidiano situaciones que nos permiten revisar nuestras estructuras mentales.
Antes de acusar a otros revisemos nuestras acciones, no vayamos hacia el mismo lugar que estamos tratando de cambiar.
Colabora
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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