¿Qué nos llega luego del fuego del despertar y de la alquimia de la trasformación? Nos llega la solidaridad, la alegría inocente de dar, la magia de vivir sencillamente la vida, que surge en su plenitud cuando logramos desarmar las murallas que erigimos a nuestro alrededor para protegernos de una amenaza que no estaba afuera, estaba dentro.
Al rechazar condenar o excluir a otros, cortamos los lazos invisibles que nos unen a los otros. Cuando se produce en nosotros, a través del dolor, la alquimia de la vida, descubrimos la bendición de la existencia y aprendemos la lección que cada suceso nos trae.
Así de a poco se desvanecen las preferencias y descubrimos que es tan bella la noche como el día, la sombra como la luz, la tristeza como la alegría. Reconocemos que todos estamos inmersos en una sola corriente de vida, la misma que une el sol y la tierra, que une cada flor a su semilla y a todas las formas con sus respectivas esencias.
Entretejidos por la misma vida que a todos nos habita, los reinos de la naturaleza, las especies, los géneros y las familias, van dando forma al precioso holograma de la diversidad. ¨Somos lo que somos en relación a cada uno de los demás¨. En este océano de vida, el sentido de ser es el amor y es amor lo que se despierta con el dolor.
Nacemos de nuevo a lo que somos y desde el fondo del ser surgen oleadas de compasión y solidaridad. Un sentimiento de regocijo interior nos invade cuando a pesar del dolor, o tal vez por el mismo dolor que ha despertado nuestra más genuina sensibilidad, servimos y experimentamos al dar lo mejor de nosotros, una sensación de unidad, que restaura en el interior un sentimiento de integridad, de confianza y de paz.
El dolor tiene sentido cuando no nos resistimos a su llamado a despertar nuestra propia humanidad. Y descubrimos que Yo soy porque tú eres.
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Patricia Couceiro
Consteladora
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